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100 Años de la rue de la Pompe

100 Años de la rue de la Pompe

A finales del siglo XIX se construyó, por los frailes carmelitas, la “chapelle espagnole” del París-16. En 1913, la iglesia y los locales son adquiridos por el Estado español para servicio de los emigrantes españoles. La responsabilidad pastoral de la Iglesia española de París, con el beneplácito del arzobispado de París, es encomendada desde el principio a los Misioneros Claretianos. EL 15 de octubre de 1914 se celebró la primera misa en la iglesia española y se inició el servicio pastoral a los emigrantes españoles. Y desde entonces, hasta ahora. Cien años, sobre todo, de servicio.

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El pasado 18 de mayo y, con ocasión de la fiesta parroquial, dieron comienzo los actos conmemorativos del centenario de la Misión Católica Española y de la presencia de los misioneros Claretianos en el 51 bis rue de la Pompe de París. El centenario se inauguró con una misa de acción de gracias celebrada por la comunidad claretiana, presidida por Luis Ángel de las Heras, provincial de los calretianos, y a la que se unieron numerosos fieles hispanohablantes  y franceses. También estuvieron presentes el embajador de España en Francia y algunos de sus consejeros. Junto al provincial, el superior de la Misión, Arturo Muiño, José Luis Pinilla, Director del Secretariado de Migraciones de la Conferencia Episcopal, y Félix Alba, claretiano, antiguo superior provincial de Francia y memoria viva de la Misión. En el corazón de todos estuvo también el Miguel Ángel Chueca, recientemente fallecido, que dedicó más de sesenta años de su vida a los emigrantes españoles en París.
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EN EL ORIGEN DEL COVENTO
Esta iglesia española de la rue de la Pompe, la “chapelle espagnole” del París-16, fue construida por los frailes carmelitas a finales del siglo XIX, exactamente en 1898. Junto a la iglesia encontramos un claustro interior con las correspondientes dependencias conventuales de estos religiosos, trasladados de la rue Vaugirard, como  muestra una piedra de lo que hoy es patio del Colegio español “Federico García Lorca”.
Los frailes carmelitas no pudieron disfrutar mucho de su nueva fundación, pues en 1901, a causa de las leyes anticlericales francesas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, tuvieron que abandonarla.
Como otros conventos de Francia, pasaron a manos de particulares. En nuestro caso, la propietaria de los locales fue una asociación de carácter socio-caritativo, llamada “San Salvadour” que, después, poco a poco, se fue convirtiendo también en hospital, permaneciendo así hasta finales de la Segunda Guerra Mundial.
 
FUNDACIÓN DE LA IGLESIA ESPAÑOLA
Pudieron constatar los muchos españoles que había ya en París y en los alrededores. Gabriel Palmer quedó muy impresionado por su número y por la poca atención que recibían humana y espiritualmente. Se cuenta una anécdota que, aunque difícil de demostrar, no por eso deja de tener una razón histórica. Se trata de la famosa frase  que alguien dirigió al Rey: “tus españoles en París mueren como perros”, debió impresionar a Alfonso XIII de tal manera que en 1913, la iglesia y los locales son adquiridos por el Estado español para servicio de los emigrantes españoles. Él es el propietario de la iglesia y de los locales anejos, realizándose después los convenios con quienes llevarían a cabo su gestión.
La responsabilidad pastoral de la Iglesia española de París, con el beneplácito del arzobispado de París, es encomendada desde el principio a los Misioneros Claretianos, Hijos del Inmaculado Corazón de María. Esto se debió, sin duda, a las huellas que el fundador de dichos misioneros dejó en la Casa Real de Madrid donde fue capellán de la Reina Isabel II. Nos referimos a san Antonio Mª Claret.
Una de las pruebas del  interés del Rey es la dedicatoria que puede verse en el pasillo de entrada: “a los capellanes de la Misión Española”, firmada de su propio puño y letra.
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COMIENZO DE LA MISIÓN
Después de muchas vicisitudes y trámites de cara a la legislación francesa, los misioneros claretianos llegaron a París y pudieron instalarse el 20 de noviembre de 1913, alojándose al llegar, en la residencia de los padres Paules (conocidos como los “lazaristas”). De ahí pasaron a un apartamento en la rue Mesnil (París-16), perteneciente a la “Cité paroissiale” de saint Honoré d’Eylau, parroquia cercana a la Misión, dando así comienzo sus labores apostólicas, al tiempo que adaptaban la iglesia y locales de la rue de la Pompe en vistas a su instalación definitiva.
EL 15 de octubre de 1914 se celebró la primera misa en la iglesia española y se inició el servicio pastoral a los emigrantes españoles. Hay que decir, en honor a la verdad y a la historia, que por entonces ya existían en la región parisina otras instituciones religiosas españolas, que trabajaban desde finales siglo XIX con emigrantes españoles: las Hijas de la Caridad de Neuilly y las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón. Se calcula que en 1886 había en Francia unos 80.000 españoles.
Desde la llegada de los Claretianos a París, en 1913, la historia de la Misión y de sus misioneros en París, van de la mano, pues son ellos los que desde su fundación han sido los responsables de esta iglesia.
Con esta fecha, pues, comienza la aventura claretiana en la rue de la Pompe, haciendo frente a los desafíos de los emigrantes españoles de París y alrededores, a sus necesidades, de todo tipo, y a los problemas de la guerra del 14, con sus correspondientes heridos, que, eran acogidos sin acepción de nacionalidad,  en los locales de la Misión que hizo las funciones de hospital.
Si miramos los registros de bautismos y matrimonios, a partir de 1916, vemos que poco a poco va aumentando el número de personas  que son bautizadas o que se casan, sin llegar ni mucho menos a las cifras de los años 60.
Los Claretianos no se limitaban a la estructura parroquial del 16° o de París. Con los medios de la época se desplazaban allí donde había grupos de españoles para apoyarlos humana y espiritualmente, decir misas, dar catequesis a los niños, etc. Los archivos hablan de La Plaine St. Denis, Aubervilliers, Saint Ouen, La Villette, Le Pré-Saint Gervais, Bagnolet, Gentilly, etc. Un libro de crónicas de la Misión lo cuenta  de esta manera: “Visitas a enfermos (clínicas, hospitales, o a  domicilios): 6.180. Consultas de enfermos en el dispensario-hospital: 6.200. Comuniones a enfermos: 2400. Comuniones en la iglesia: más de 100.000”.
La Misión trabaja conforme a los métodos, orientaciones y mentalidad de la época: creación de centros, patronatos, catecismo y todo tipo de actividades, a fin de hacer frente al abandono moral y a la descristianización.
Otro aspecto interesante, para lo que después ha llegado a ser nuestra Misión, es, ya desde el principio,  la apertura a los pueblos de América Latina: Desde la fundación, los fieles hispanoamericanos que vivían en París consideraron como suya la Misión Española. Acudían a la iglesia para la celebración dominical, se reunían para celebrar los patronos o patronas de sus pueblos trayendo sus respectivas imágenes, e incluso algunos países tenían sus capillas en la iglesia. Todo este trabajo dio pie a que el arzobispado de París la erigiera como “Parroquia de Lengua Española” a principios de los años 50.
A título de anécdota, en los registros del primer año (1914) podemos ver que solo hay una primera comunión y, como por casualidad, el niño era boliviano.
Un cronista anterior a los años 60 expresaba así el modo de trabajar de los misioneros: “Enemigos de la ostentación publicitaria, han preferido más hacer historia que escribirla. Por eso tan calladamente se han deslizado esos años sin que al exterior llegara ruido alguno de propaganda más o menos vocinglera”… Hay hermosos testimonios de judíos, agradeciendo a la misión española el haber certificado por escrito documentos que libraron de caer en manos de los nazis a sus seres queridos en los años 40. El último testigo agradecido que nos consta fue en septiembre de 2008.
En la iglesia, los Claretianos no solo dedicaron energías a los fieles hispano-hablantes. Desde muy pronto se dieron cuenta de la necesidad del público francés cercano a la Iglesia, y comenzaron las actividades de culto en francés, costumbre que se sigue en nuestros días. Hay que tener presente que la Misión Española no tiene jurisdicción sobre los franceses, quienes de cara a los sacramentos (bautismos, matrimonios, etc., así como funerales, deben solicitarlo en su parroquia territorial francesa. Aunque la continua permanencia, el estar siempre abierta y disponible para las confesiones hizo y hace que fuera y sea bien apreciada por los fieles de lengua francesa cercanos a la Misión.
Estos años anteriores a la llegada masiva de españoles son resumidos así por un cronista claretiano: “Años de ayudas eficacísimas y también de oposiciones más o menos sistemáticas y solapadas de labor constante y de constantes preocupaciones, de prestigiosa y pública simpatía, pero también, y no infrecuentemente, de hermética incomprensión, de afectuoso y sincero reconocimiento y, a las veces, de hiriente ingratitud…” (19 marzo 1960).
 
LA GRAN MASA DE EMIGRANTES
A partir de los años 50 comienzan a llegar a París los emigrantes españoles. Llegaban en masas, provenientes en su mayoría de zonas rurales, bastante jóvenes y con un bagaje escolar muy escaso ya que muchos de ellos no habían tenido la posibilidad de frecuentarla; había que ganarse la vida y ayudar a la familia. Su religiosidad también era muy popular, seguir las costumbres de los pueblos: ir a misa y poco más.
La gran mayoría de los que emigraban en los años 50 y 60 venían con la idea de un retorno bastante rápido: ganar un poco de dinero y volver a España, pero ese retorno se fue alejando de tal manera que, aunque muchos regresaron a España,  una gran parte ha pasado aquí toda su vida.
Por supuesto, el trabajo que ejercían estos españoles y españolas eran trabajos manuales y de servicios.
Ante esta situación de llegada masiva, la Misión y sus responsables inmediatos tuvieron que ingeniárselas para responder a los problemas de la época servicios de tipo asistencial y de primera necesidad: alojamiento, ofertas de trabajo, papeleo civil y eclesiástico, alfabetización para mejorar el español y aprender el francés. Dos personas a tiempo pleno y archipleno se ocupaban de esos primeros requisitos, que dio pie a la creación del Servicio Social. De todo esto da buen testimonio el film de Philippe Le Guay “Les femmes du sixième étage” (2011). Desde la Misión, un grupo de voluntarias españolas iba al encuentro de estas jóvenes “de la sexta planta” a la Gare d’Austerlitz, para evitar que cayeran en manos de pequeñas mafias o en la prostitución. Incluso delante de la iglesia había hombres que trataban de acapararlas para ese tipo de trabajo.
Los locales permitían también momentos de encuentro, de ocio, sea de cine, baile, restaurante, etc. La Misión era conocida, prácticamente, por todos los españoles de la Región Parísina. El patio del claustro interior del convento recibió el emblemático apelativo de “Plaza de España”. La Misión de la rue de la Pompe hospedó a numerosos obispos, sacerdotes y religiosos de paso por París. Fue visitada por miembros de la Casa Real Española y por numerosos personajes de la vida política española y latinoamericana. Fueron muchos los cantantes, conferenciantes, humoristas, magos, etc. que alegraron a los emigrantes en las tardes invernales de los domingos parísinos.
El servicio de la Misión a la cultura de origen merece la pena ser resaltada. Aparte de los cursos de español para adultos y otras materias, los grupos de danzas folklóricas, los bailes, coros regionales, el fomento de la identidad cultural tenían su importancia dentro del conjunto de las actividades de la Misión, procurando no caer en el ghetto étnico y nacionalista.
De hecho, la Misión no se dedicó solo al folklore, pues cuando los niños hijos de españoles llegaron a la edad escolar, fue la primera en tratar de dar respuesta a ese desafío del aprendizaje de la lengua y cultura españolas, poniendo a disposición locales y personas, con mucha frecuencia voluntarias, no solo para que dichos niños no perdieran sus raíces sino que las adquirieran. Más tarde, de esta labor se ocuparían las asociaciones. Estas asociaciones, numerosísimas aún hoy día en París, siguen con no poco esfuerzo transmitiendo a las jóvenes generaciones lo que ellos recibieron un día de sus padres. Fue en 1959 cuando se creó en la Misión  la “Association des jeunes espagnols”. En el acta del primer consejo directivo figuran las firmas del P. Chueca y del superior de la Misión.
Desde el punto de vista religioso también había que dar respuesta a las demandas de todos esos emigrantes: mucha participación en las misas que estaban todas superllenas (tanto en la iglesia como en la cripta),  atención a los bautismos y matrimonios, con su correspondiente preparación, y también la profundización en la fe, lo que supuso la creación de muchos grupos y movimientos de reflexión y compromiso, pues muchas personas de las que en ellos participaban se dedicaban después a servicios de tipo social y caritativo: visitas a enfermos, a personas solas para ayudarles, ir la estación a esperar a personas que llegaban de España como se ha dicho anteriormente.
Para darnos una idea de la gente que frecuentaba la iglesia en esta época, algunas cifras que pueden ser esclarecedoras:
En 1959 se preparan en la Misión cerca de 600 expedientes matrimoniales y 5250  documentaciones tramitadas en el consulado.
En los años 60 los bautismos están en torno a los 700 por año, incluso en el 66 se superaron los 800, sin contar todos los niños que eran bautizados durante las vacaciones sin pasar para nada por la Misión. Los matrimonios pasan de los 400 por año, llegando a celebrarse 23 en un solo día. Esto sin olvidar todos los expedientes que desde la Misión pasaban por el arzobispado de París camino de los pueblos de España, que serían, sin duda más numerosos, si nos atenemos a los porcentajes de la realidad actual.
Para la evolución de las diferentes capellanías extranjeras, hay que hacer alusión del documento pontificio  “Exsul Familia” que va a oficializar la asistencia religiosa de los emigrantes por ministros de sus correspondientes países. El clero francés no podía atender pastoralmente, por causa del idioma, a tantísimas comunidades de lengua extranjera que se iban formando.  Las Misiones tendrán en adelante el estatuto de “parroquias personales”.
Otro medio importante que la Misión ha utilizado para el bien pastoral de los españoles ha sido la prensa escrita. Desde 1929 que apareció el “Boletín de la Misión Española en París”, fue evolucionando o desapareciendo según las épocas, tomando diferentes nombres,  hasta llegar a hoy a nuestra conocida “hoja parroquial” de todos los domingos y sin interrupción desde 1972. Un buen medio no solo de apostolado de cara a los fieles, sino también de conocer la historia de la Misión.
Hay que decir y afirmar claramente que, aun en este inmenso trabajo llevado a cabo por la Misión, nunca se pretendió crear una iglesia paralela a la de la diócesis. Lo demuestran las buenas relaciones con las autoridades eclesiales de París que han apoyado siempre con su presencia, no solo en acontecimientos importantes (los 50 años de fundación, los 75 y los 90 años de la Iglesia española en París, la venida de obispos para las confirmaciones con frecuencia), sino también relaciones más frecuentes y de carácter ordinario como las visitas pastorales o encuentros diocesanos a los que la Misión se ha asociado con gusto, sin olvidar la continua colaboración con el Vicariato de Migrantes desde su fundación. El SITI  (Servicio Interdiocesano  de los Trabajadores Inmigrantes), hoy desaparecido, en el que la Pastoral de los emigrantes españoles y de lengua española en París era siempre bien escuchada y acogida en dicho vicariato por la presencia y por la manera de situarse, de ver los problemas y entrever algunas respuestas más o menos eficaces de cara a la emigración, al menos mediterránea.
 
EL CIERRE DE LAS FRONTERAS
Con los años 70 y finales de los 60, comienza a haber un cambio importante en la emigración española y en la pastoral de la Misión. Mayo del 68 va a ser un punto de partida decisivo, no sólo en la emigración española sino en la sociedad francesa, en general. La emigración, se puede decir, que toma en mano su propio destino y expresa una voluntad de toma de responsabilidades a nivel social, político y eclesial.
La creación de comunidades españolas en las parroquias francesas, dado el número de españoles en los diferentes barrios de París, fue también un factor importante en el conjunto de la pastoral de migraciones en París. Suponía una mayor apertura a los fieles de origen extranjero.
Todo esto provocó en la Misión la desaparición progresiva de los movimientos y grupos hasta entonces muy presentes y activos.
El cierre de las fronteras y la vuelta al país hacen también que el número de fieles disminuya (de 700.000 españoles en Francia se pasa en esos años a un poco más de 400.000). Pero es, sobre todo, el abandono de la práctica religiosa lo que hace que esos grupos o actividades vayan desapareciendo. Esto hace buscar otros campos en los que investir fuerzas y energías.
Es verdad que la afluencia a las misas bajó, pero sin alarmismos, ya que en París había unos 20 lugares de culto en español, y nuestra iglesia, en ese aspecto, se mantenía en un nivel más que aceptable. No hay que olvidar que en esos años se celebraban cuatro misas en español los fines de semana.
Es en esta década de los 60 donde hay que situar el comienzo de la puesta en práctica de los orientaciones del Concilio Vaticano II (1962–1965), acontecimiento eclesial de máxima importancia  y todo lo que él supuso en la Iglesia y en el mundo.
Un cambio bastante importante de esos años fue la Catequesis de los niños y adolescentes. Después de constatar que la mayoría de los niños españoles no asistían a la catequesis de las parroquias francesas (al menos en el 16°), se planteó el problema. No hubo más remedio que aceptar el hecho y buscar soluciones a fin de que los niños fueran catequizados. En todas las comunidades se comenzó a impartir el catecismo a los niños en español. Incluso se llegó a crear para todo París una formación de catequistas de lengua española, dado que la formación propuesta por la diócesis no correspondía a los horarios ni a las posibilidades de formación de nuestros catequistas.
En esa época se contaba fácilmente con más de 40 niños que se preparaban para la comunión, dentro  de un ritmo de preparación de 2–3 años. Eran unos 150 niños los que participaban en la catequesis en la Misión.
La confirmación en edad adolescente supuso también un esfuerzo considerable de cara a los jóvenes y a sus respectivas familias.
Un acontecimiento importante de este momento, en el funcionamiento de la Misión, es la creación de una escuela española por parte del Gobierno Español (finales de los años 70), en los locales interiores de la Misión. No hay que olvidar que es el propietario de todos los locales y le pareció oportuno crearla.
Esto tuvo como consecuencia que muchas actividades llevadas a cabo anteriormente, después no se pudieran hacer, dada la escasez de locales con la que nos dejaron. De ahí, que la catequesis, por ejemplo, se realizara en dos días de la semana y que la cripta tuviera que arreglarse para tener una sala capaz de acoger un cierto número de personas.
Desde el punto de vista pastoral, una realidad importante en el conjunto de la Misión Española en Francia, fueron los Encuentros Nacionales de la Capellanía de lengua española en Francia (ya se comenzaba a hablar de lengua española y no solo de comunidades españolas).
Fueron encuentros que trataron de recoger las pautas del Vaticano II, como la promoción del laicado en las comunidades, la pastoral de los alejados, la formación y responsabilidades de los laicos en los diferentes servicios de Iglesia. Todo esto tuvo su repercusión en la Misión, como en el resto de las comunidades de lengua española esparcidas por toda Francia. Ejemplo de ello los grupos de catequesis, de liturgia, de servicios caritativos, de formación,… que se fueron creando en todas las comunidades. Y también la presencia de laicos, a nivel nacional, en los últimos encuentros nacionales de los años 90, en la peregrinación nacional a Lourdes en 1995 o en los últimos encuentros de representantes pastorales de comunidades en Francia, en los que eran laicos la mayoría.
En todas estas épocas, hay que decir que la labor de las diferentes comunidades de religiosas al servicio de los españoles o hispano-hablantes en el seno del conjunto de la Capellanía de Lengua Española ha sido ejemplar. Una labor de cercanía y de mantenimiento de las comunidades que sin ellas, posiblemente hoy habrían desaparecido: religiosas de María Inmaculada, Hijas de la Caridad, Misioneras de la Iglesia (Cruzadas), Hijas de María, Adoratrices, Siervas de María. etc.
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LLEGADA DE LOS LATINOS
Aunque siempre ha habido una presencia de fieles de América Latina, al final de los 80 y comienzo de los 90 comienzan a llegar en cantidades importantes de latinoamericanos, que poco a poco van dando a la Misión otro cariz y fisionomía: por su presencia y participación  en las misas, por el número de bautismos y de niños en la catequesis y por su estilo de religiosidad popular, etc.
La llegada de estos nuevos inmigrantes, la mayor parte en situación más que precaria (sin papeles, sin trabajo, y con menos posibilidades de encontrarlo que cuando llegaban los españoles), hace que su presencia o participación regular en estructuras parroquiales, salvo excepciones, sea más bien escasa. Las dificultades para encontrar un alojamiento en París, por pequeño y escaso de medios, hace que muchos residen en 4ª y hasta en 5ª zona parísina, es decir, a más de una hora de tren y metro de la Misión.
Ya desde hace varios años, la Misión con sus agentes de pastoral, se venía cuestionando el cómo dar respuesta a la problemática de estas nuevos feligreses, con culturas e idiosincrasia diferente a la de los europeos e incluso a la de los españoles. Y con anterioridad a la crisis económica de los años 2000, asistimos a una nueva oleada de latinos, en su mayoría sin papeles. Y últimamente, nuevos inmigrantes, esta vez gran cantidad de españoles de origen latino, a quienes la crisis en España azotó de tal forma que perdieron su vivienda y su puesto de trabajo. A todos nos une una misma fe, una misma lengua y una casa Misión donde poder encontrarnos.
Desde el punto de vista pastoral se han ido dando pasos plasmados en acciones concretas tanto a nivel religioso (litúrgico, sacramental, formativo), como a nivel asistencial (bolsa de trabajo, asistencia jurídica y psicológica). También es cierto que no trabajamos solos. Las redes sociales nos unen y ayudan cada vez más. Son muchas las asociaciones y puntos de encuentro de españoles y latinos en Francia y, en nuestro caso, en París. Se ha vuelto a reactivar y potenciar algo que siempre existió en la rue de la Pompe, a saber:
-El Servicio Social, aunque en sus últimos tiempos con escasas ofertas de trabajo y mucho tiempo de escucha. Una trabajadora social y personas voluntarias.
El Servicio jurídico, de escucha y orientación de cara a la obtención de papeles y otros. Una abogada.
-El Servicio de ropería, muy solicitado. Atendido por voluntarias.
-El Servicio de acogida, todos los días, por parte de los misioneros Claretianos, tratando de ser cercanos a sus problemas y situaciones, aunque con muy poco margen de eficacia y de soluciones.
-Las clases de francés, dadas por franceses en horario nocturno.
En toda esta etapa y de unos años para acá, la Misión ha jugado y está jugando un papel importantísimo en encuentros de comunidades cristianas hispano-hablantes, a nivel de región parisina. De ella parte la organización y apoyo, con otras comunidades, de los “encuentros masivos” y de carácter popular, como son las celebraciones con motivo de la fiesta del Pilar, de la Inmaculada o de la Reconciliación en Cuaresma o el Encuentro amistoso y convivial al final del año escolar, pero en el que siempre la celebración eucarística  tiene un lugar y un espacio preponderante. Siempre dirigido a todas las comunidades de lengua española. Estas comunidades, con sus responsables, se reúnen una ve al mes para orar juntos, para temas de formación, para compartir nuestra vida y la de nuestros hermanos hispanohablantes en París.
 
PATRIMONIO DE LA IGLESIA
El Estado español, como propietario del conjunto de los locales, iglesia incluída, ha atendido a las obras inmobiliarias de mayor relevancia, indispensables para la conservación y mantenimiento de los locales.
Aunque nuestra iglesia en sí  no tiene unas riquezas extraordinarias de tipo artístico, merece la pena resaltar algunos detalles dignos de ser conocidos. Su estructura fundamental no ha cambiado en nada. Más, las dos estatuas de santa Teresa y de san Juan de la Cruz que la presiden vienen de la construcción carmelitana y pertenecen a su patrimonio espiritual.
Los dos altares laterales del Corazón de Jesús y de san Antonio Mª Claret, junto con la estatua del Corazón de María, en el centro del altar mayor son importación claretiana. Los dos  altares gemelos son del escultor Coscolla. El Corazón de Jesús hace alusión a la consagración de España a su corazón y san Antonio Mª Claret, como fundador de los misioneros que regentan esta iglesia desde su fundación.
Un cambio cualitativo que tuvo lugar en el año 1944, fueron las pinturas del altar mayor y los frescos que rodean los muros, obra de Lucien Jonas, insigne pintor francés, muy amigo de la iglesia y que los ofreció gratuitamente, no solo las pinturas, sino también su colocación.
En el altar mayor figuran los santos españoles: Santiago Apóstol, santa Teresa de Jesús, santo Domingo de Guzmán, san Isidoro de Sevilla, san Ignacio de Loyola, a la izquierda según se mira al altar, y a la derecha san Fernando III, santa María Micaela del Santísimo Sacramento, san Antonio Mª Claret, san Vicente, diácono, y san Juan de la Cruz.
Los frescos de los muros laterales representan los misterios y escenas de la vida de Cristo y de la Virgen.
Las vidrieras, de los talleres “Maumejean” hacen también alusión a algunos santos españoles y a personas de la familia real de España.
Las lámparas, que datan del principio de los años 60, en hierro forjado y venidas de España, son algo digno de admirar.
El órgano es de la escuela de “Cavaillé-Coll”, el mejor organero del siglo XIX, según algunos expertos. Es de la época de la construcción de la iglesia. Se trata de uno de los raros órganos de “Cavaillé-Coll” que nunca ha sido rehecho. En 1982 se llevó a cabo un arreglo importante. Hoy necesita una restauración total, pues prácticamente todas las piezas interiores han de ser cambiadas.
 
CAMBIOS MATERIALES CON OCASIÓN DEL CONCILIO
Con el Concilio Vaticano II y sus orientaciones litúrgicas, hubo cambios en todas las iglesias. La nuestra no escapó tampoco a transformaciones que requería la práctica de la liturgia postconciliar. Desapareció el púlpito, como también todos los pequeños altares que estaban en la dos naves laterales y el altar de la celebración se puso cara al pueblo.
Desde entonces no ha  habido cambios sustanciales en el conjunto de la Iglesia. Pequeños arreglos que tratan siempre de mejorarla: renovación del entarimado del presbiterio, renovación del alumbrado, limpieza de las paredes,… A parte estos pequeños detalles, el patrimonio más importante de ella son las personas que la frecuentan. Vienen a buscar aliento, a orar, a llorar, a dar gracias, a encomendarse al Señor…, un espacio para encontrarse con Dios a nivel personal y para celebrar la fe en comunidad. Juntos formamos el Pueblo de Dios, y que, como peregrinos en tierra extranjera, encuentran cobijo y consuelo en el corazón de una misma Madre.
 
MIRANDO AL FUTURO
Hoy por hoy, con Claretianos o sin Claretianos, es todavía necesario que las personas que llegan de países de lengua extranjera puedan encontrar espacios lingüísticos para poder expresar y compartir la fe. Desde el SNPMPI (Pastoral de Migrantes de los Obispos franceses), nos sentimos muy reconocidos y apoyados, asistiendo en los últimos años a una presencia más activa de misiones católicas extranjeras en la pastoral de las diferentes diócesis.
Por otra parte, los países europeos que han abierto sus fronteras a los emigrantes (España, Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Suiza, Italia y Gran Bretaña), se ven con dificultades cada vez mayores para seguir acogiendo tanta avalancha de extranjeros. Sus leyes restrictivas así lo declaran. A pesar de todo, la situación mundial es tan dramática que, si no se adoptan medidas internacionales para erradicar la injusta pobreza en los países de origen, nadie podrá detener el flujo migratorio que, a la desesperada, sigue llegando a Europa, desde África, Asia y América Latina, sacrificando tantas vidas en el camino.
Actualmente, en Francia y, muy particularmente en París, el contingente de hispanohablantes es numerosísimo. Hay que destacar, además de los españoles, los provenientes de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Venezuela. Y, en menor número, Centroamérica, Argentina y Paraguay. Es urgente una mayor presencia de pastores que formen y dirijan las nuevas comunidades. “Cuando no se escucha la voz del pastor, la gente vive desorientada y se van, en el mejor de los casos (¡!), a lo más fácil, es decir, a ningún sitio”. Sabemos que los obispos españoles y latinoamericanos conocen de primera mano esta realidad, a la que no pueden hacer frente debido a la escasez de vocaciones en sus diócesis. La voz del papa Francisco invitando a  “salir a las periferias” y a “abandonar el cómodo criterio pastoral del siempre se ha hecho así” nos sigue interpelando (“La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas… (EG 46 y 33)”. Miles de nuestros potenciales feligreses viven en diferentes periferias de París ávidos de escuchar buenas noticias en esta tierra extraña. Es cierto que las asociaciones latinoamericanas y españolas en París siguen haciendo una gran labor social, acogiendo y asistiendo a estos miles de hispanohablantes. Porque nuestro pueblo hispanohablante tiene muchas barreras que superar cada día, pero las tres más difíciles son: la vivienda, el puesto de trabajo y el idioma. La última crisis hace que el alojamiento y el puesto de trabajo sean una gran pesadilla hasta el punto de herirles (“La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz –EG nº 24–”) profundamente y provocarles en su psique graves patologías. A nosotros se nos pide acompañarles, en medio de estos obstáculos, con el “gozo del Evangelio”. Y no deja de resonar la voz del Buen Pastor: “Dadles vosotros de comer”. Este es un gran reto para nuestra estructura pastoral como Misión–Parroquia de Lengua Española. Por eso, para que no se convierta en algo caduco, “hemos de estar en contacto con los hogares y con  la vida del pueblo”, para que no nos convirtamos en una “prolija estructura separada de la gente” (EG. 28 ). 
Y aunque nuestra iglesia ha sido y es una iglesia  de gente pobre (“Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse.” –EG nº 7–)” porque es una comunidad de emigrantes y, aunque sus recursos económicos sean escasos, estamos gratamente sorprendidos de su gran riqueza espiritual. Son muchos los mensajes que, escritos en pequeños papeles, son depositados con mucha piedad, esperanza y lágrimas en los ojos, a los pies de la imagen del Cristo crucificado, de san Antonio de Padua y de san José. Y, por supuesto, las súplicas y cantos a la Madre de la comunidad, el Corazón Inmaculado de María, cuya mano apunta hacia su Corazón, donde estamos todos sus hijos. Nuestros hermanos y hermanas emigrantes, con su presencia y necesidades, han hecho y hacen que se mantenga en pie nuestra Misión. Las personas de clases más elevadas, salvo excepciones o en ocasiones, no la frecuentan mucho.
Una de los ministerios pastorales que se han llevado con mayor asiduidad durante estos 100 años ha sido el sacramento de la reconciliación. En el confesionario o en los despachos, los misioneros seguirán escuchando las confesiones de tantos fieles, sacerdotes y religiosos, franceses, hispanohablantes y otros, confortando con la gracia y la paz de este sacramento. No olvidamos las palabras del papa Francisco sobre este ministerio: “A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible.” (EG. Nº 44)”.
Este sencillo estilo y talante es el que debe seguir manteniendo esta Parroquia de Lengua Española de París. Y, “sin pretender grandezas que superen nuestra capacidad”, seguir sembrando el Evangelio en medio de este gran pueblo que se nos ha confiado, Evangelio de alegría y de esperanza.
 

CONCLUSIÓN
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Esta notas históricas sobre nuestra iglesia no han pretendido ser exhaustivas. Confiamos que, la historia de la Misión de la rue de la Pompe, escrita por el claretiano Félix Alba, vea pronto la luz. Echando mano de anteriores publicaciones con ocasión de otros aniversarios (en especial el del 90º), se ha pretendido sencillamente dar a conocer lo que ha sido y es esta iglesia en sus 100 años de existencia, como Iglesia Española y Parroquia de Lengua Española.
 
Alguno podrá decir que aquí todo aparece en clave positiva. Es verdad, pues se trata de presentar y dar a conocer nuestra iglesia. Lo no tan positivo también es historia y somos conscientes de que  no siempre se ha acertado en las maneras de hacer o de dar orientaciones en la pastoral. Confesamos que ha habido que afrontar situaciones difíciles, por no decir tensas, con las instituciones civiles españolas e incluso, con las eclesiales españolas o diocesanas.
 
Pero no cabe la menor duda que la labor desarrollada durante 100 años al servicio de los emigrantes hispanohablantes, y más de una vez a unos y más de cuatro a otros, está muy por encima de los posibles desaciertos de situaciones históricas del momento.
 
No se pueden terminar estas líneas sin rendir homenaje y agradecimiento a las personas, claretianos y laicos, que a lo largo de estos 100 años han dado su tiempo, energías, cualidades,… en favor de nuestra Misión. Todo ese esfuerzo es un granito de arena más que ayuda a formar este sacramento de salvación: la Iglesia de Cristo.
 
El agradecimiento también a todos aquellos que hoy hacen posible que nuestra iglesia siga siendo un espacio de acogida, de escucha y de celebración de la fe. La “iglesia española” (“la chapelle espagnole”) es la que nos une en Cristo Jesús y hace de nosotros su Iglesia, su Pueblo.
 
Para terminar, lo único que se puede añadir y desear,  es que nuestra Misión Católica Española, como el resto de comunidades eclesiales, pueda seguir siendo espacio y escala para fomentar la fe y el sentido de pertenencia para todos los que la frecuentan.
 
Confiemos para ello en la acción del espíritu misionero de Claret, en la acción maternal de María, que con su Corazón Inmaculado quiere hacer de nosotros personas capaces de amar, a su imagen y en la acción del Espíritu que nos precede y nos conduce en el anuncio del Reino de Dios.

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