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Alemania, un país más joven y más cristiano

Alemania, un país más joven y más cristiano

Alemania ocupa actualmente el segundo lugar después de Estados Unidos como destino preferido de personas que buscan en la emigración una oportunidad. Su atractivo radica en su estabilidad económica, su alto nivel de vida y la nueva orientación de su política migratoria, más liberal para migrantes cualificados de todo el mundo, a los que el país se esfuerza en dar una acogida amable y facilitarles la integración. 

 
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En 2014 llegaron a la República Federal un total de 1,23 millones de inmigrantes, el mayor número desde 1993. Éstos no serían sólo cada vez más en número, sino que tendrían también un nivel de formación cada vez más alto, según el último informe sobre los avances en el ámbito laboral del Ministerio de Trabajo y Sociales, “Fortschrittsbericht 2014 zum Fachkräftekonzept”. Pero esta evolución que favorece al mercado laboral alemán, falto de personal especializado suficiente para cubrir las necesidades de su potente industria, es un mal negocio para los países exportadores de capital humano, pues aunque  la emigración de la juventud reduzca en ellos las cuotas del paro momentáneamente, puede tener graves consecuencias para su desarrollo y crecimiento económico en el futuro.
 
Inmigración  y demografía
Los bajos índices de natalidad y una mayor longevidad de sus ciudadanos, hacen que Alemania sea hoy uno de los países más envejecidos del mundo. Una de cada cuatro personas es ya ahora mayor de sesenta años. Hasta 2030 seguirá reduciéndose en millones el número de personas en edad laboral y un tercio de la población tendrá más de 65 años en 2050. Ante este escenario, el Gobierno federal ve en la inmigración también una solución para equilibrar su pirámide demográfica y mantener su economía y sistema social a largo plazo.
Ya en la primavera de 2011, la canciller alemana, Angela Merkel, había prometido durante una visita en Madrid dar una oportunidad laboral a los jóvenes españoles en paro, –el 45,8 por ciento en aquel momento– poniendo en marcha una nueva ola migratoria semejante a la de los años sesenta del siglo XX, con la diferencia de que entonces se necesitaba mano de obra barata y ahora lo que se busca son, sobre todo, profesionales altamente cualificados, aunque sigue existiendo también necesidad de extranjeros para los “jobs” que no aceptan los alemanes por las malas condiciones de trabajo que ofrecen y los bajos salarios.
En respuesta a la llamada de la líder alemana, miles de jóvenes desempleados, no sólo españoles, hicieron las maletas para buscar trabajo en esta especie de “tierra prometida” que es Alemania a los ojos de muchos extranjeros. Más de dos tercios de ellos proceden de otros países europeos, la mayoría son polacos, italianos, españoles, portugueses, griegos y croatas, y menos de un tercio proviene de terceros países. Esta nueva inmigración no sólo favorece los intereses económicos del país germano sino que está transformando su sociedad, haciéndola más joven, más plural y más cristiana.
 
De un problema a una oportunidad
Hasta hace pocos años, los políticos alemanes consideraban a los inmigrantes como un problema pero, ante los retos del momento, comenzaron a verlos como una oportunidad. El Ministerio Federal de Empleo se esfuerza en atraer a los profesionales con los perfiles más buscados e intenta mantener alejados a los que no se ajustan a ellos, restringiendo las prestaciones sociales y limitando la estancia a los que no encuentren trabajo.
La política migratoria actual, reformada y ampliada en agosto de 2012 con la introducción de la tarjeta azul de la EU, facilita la inserción laboral también a ciudadanos de terceros países que tengan una carrera universitaria terminada y unos ingresos determinados.
Para los que llegan sin la formación adecuada es muy difícil conseguir permiso de trabajo y residencia, pues solo podrán acceder a un empleo si no hay candidatos suficientes entre la población autóctona.
Esta inmigración selectiva beneficia al país doblemente, al proporcionarle los especialistas de los que carece sin que su formación haya costado nada, ni a los empleadores ni a las arcas del Estado alemán, y ayuda también al mantenimiento de las pensiones y otros servicios sociales.
Según un estudio del Centro de Investigación Económica Europeo para la Fundación Bertelsmann, gracias a los extranjeros las cajas de pensiones estarían teniendo un importante superavit, que en 2012 alcanzó los 22.000 millones de euros. Cada uno de los 6,6 millones de personas que sin tener pasaporte alemán residían ese año en Alemania habría pagado, por término medio, 3.300 euros anuales más en impuestos y cotizaciones sociales de lo que habría recibido en prestaciones estatales. A pesar de esto, dos tercios de los alemanes están convencidos de que la inmigración es una carga para el sistema social del país y quieren que el Gobierno restrinja su entrada, lo que dio lugar a que actualmente exista un fuerte debate entre los parlamentarios socialdemócratas (SPD) que proclaman la necesidad de una ley migratoria semejante a la canadiense para regular la entrada en Alemania de trabajadores cualificados de fuera de la UE, y los conservadores (CDU-CSU), en desacuerdo sobre la necesidad de tales normas.
 
Iglesia e inmigración
De la actual corriente migratoria hacia Alemania se beneficia no únicamente la industria sino también las iglesias cristianas, pues los inmigrantes de la actualidad proceden sobre todo de países católicos como Polonia, España e Italia, o cristianos ortodoxos, como Grecia, Bulgaria o Rumanía, personas para las que es importante mantener sus prácticas religiosas en la emigración como parte de su identidad. Son ellos los que están llenado el vacío que dejan muchos alemanes que dan la espalda a las iglesias, unos porque creen que son una institución hermética anclada en el pasado, falta de respuestas a las necesidades de nuestro tiempo y otros, simplemente, por ahorrar el impuesto que están obligados desde 1949 a pagar legalmente los ciudadanos que pertenecen a una confesión religiosa en este país. Sea cual fuere la razón, el resultado es que sin ellos las iglesias estarían mucho más vacías y tendrían menos ingresos. Ejemplo de ello es el enorme aumento de la recaudación en la Iglesia católica alemana desde 2010 por ese concepto, que en 2013 ascendió a 5.450 millones de euros en toda Alemania.
Pero además de lo recaudado por impuestos, las iglesias reciben  miles de millones en subvenciones estatales para proyectos concretos y donaciones privadas para ayuda humanitaria, lo que habría alcanzado en 2014 una suma récord, según la Conferencia Episcopal alemana (DBK).
Ante la riqueza acumulada por la Iglesia, los ciudadanos reclaman transparencia y quieren saber cuántos de esos recursos redundan en beneficio de los necesitados, por lo que ya el Arzobispado de Colonia hizo público su patrimonio, que ascendería a finales de 2013 a algo más de 3.000 millones de euros. Con ese capital financia, entre otras cosas, el trabajo pastoral y Cáritas.
En Alemania hay, según datos oficiales de la DBK, unos 24,2 millones de católicos, –un treinta por ciento de la población–, de ellos solamente un tercio paga el impuesto eclesiástico, pues los menores de 16 años, los jubilados con bajas pensiones y las personas con ingresos insuficientes o desempleadas están exentos de ello.
 
LAS MSIONES CATÓLICAS
Casi 16 millones de personas en Alemania tienen historial migratorio, es decir que, o ellas mismas o uno de sus padres tienen otra nacionalidad distinta de la alemana. De ellas, unos cinco millones son católicas. Para atenderles pastoralmente, asesorarles y representar sus intereses ante los poderes públicos, la Iglesia católica mantiene en este país más de cuatrocientas Misiones Católicas (MM.CC.) de lengua materna en 31 idiomas, atendidas por unos 500 curas y religiosos de diferentes nacionalidades, según una publicación de la Secretaría de la Conferencia Episcopal de julio de 2013. Estas instituciones ofrecen acogida y orientación a los creyentes y les ayuda a sentirse más cercanos a su cultura de origen, ofreciéndoles la posibilidad de practicar su religión y participar en los actos litúrgicos en su propio idioma; sirven también de puente hacía las comunidades católicas alemanas con las que promueven un intercambio enriquecedor para ambas partes.
Las MM.CC. son un importante punto de encuentro para los inmigrantes que viven sin permiso de residencia en este país, y por tanto, más vulnerables y necesitados de apoyo. La atención personalizada que en muchos casos les dedican les proporciona seguridad, pues se sienten menos solos y  menos desprotegidos, además, el contacto con otros fieles les ayuda a llevar más fácilmente su existencia en la clandestinidad.
 
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EL ASILO ECLESIÁSTICO,   A DEBATE
Las iglesias suelen dar protección a los inmigrantes que, en situaciones extremas, recurren a ellas en buscan asilo. Pero el asilo eclesiástico es algo que no se ve con buenos ojos por parte de las autoridades alemanas.
El Ministro del Interior, Thomas de Maizière, criticó últimamente la conducta de las iglesias como un desacato a las leyes europeas vigentes y mostró públicamente su descontento, asegurando que él rechazaba “por principio” el asilo eclesiástico. Para suavizar la situación y tratar de conciliar Iglesia y Estado en un tema tan sensible, tuvo lugar un encuentro en Berlín a finales de febrero de este año entre representantes de las iglesias católica y evangélica y el presidente de la Oficina Federal de Migraciones y Refugiados (BAMF), con el fin de acercar posiciones y llegar a un acuerdo sobre la forma de proceder ante el tema del asilo en las iglesias en el futuro.
En el encuentro se puso en claro que el asilo no es una prerrogativa de la iglesia sino una tradición humanitaria tolerada por el Estado; que las iglesias que lo conceden no persiguen con ello hacer una crítica del derecho de asilo europeo, y que el concederlo tendría que ser una medida excepcional en casos aislados, a la que se recurriría sólo en “Ultima Ratio”. Tales casos deberían que ser tratados con antelación con el Ministerio del Interior para intentar  darles solución dentro de los marcos legales. El acuerdo se aplicará hasta el otoño de 2015 para analizar si es lo suficientemente eficaz o si necesita ser ampliado.
El ministro del Interior  se mostró satisfecho de que los representantes eclesiásticos reconociese la supremacía de la ley estatal y se mostraran dispuestos a colaborar con la Oficina de Migraciones para su cumplimiento. Si dicha colaboración va a favorece a los inmigrantes que llegan por caminos ilegales para solicitar asilo político en Alemania o les cierra más puertas se verá con el tiempo.
 
 

BREVEMENTE
Misión de Colonia-Bonn
¿Qué hacemos con el dinero de las colectas?
Aunque todos los miembros del Consejo Pastoral tienen anualmente la posibilidad de echar un vistazo a la economía de nuestra comunidad, es importante que llegue al resto de los miembros de la comunidad la información sobre un apartado de dicha economía, sobre el que siempre pueden surgir preguntas: “la bandeja”.
Durante el año 2014 las colectas de la misa dominical en Bonn y Colonia fueron de 10.029,21 €, de los que 2.389,04 € fueron enviados, según regulación del arzobispado de Colonia, a las grandes obras alemanas de ayuda al Tercer Mundo, como Adveniat, Missio, Misereor… Esa fue una parte de la colaboración de nuestra comunidad con la Iglesia universal, de la que formamos parte. Nuestra aportación al Tercer Mundo y en buena parte a nuestras países de origen en América Latina es muy superior gracias a los bazares y fiestas organizadas con este motivo. El resto de los recaudado en las colectas, 7.640,17 € lo empleamos en las actividades pastorales de la comunidad y en atención a personas necesitadas.
Nuestra comunidad tiene una “filosofía económica” que nos impide acumular dinero, ya que todas nuestras excursiones, peregrinaciones, fines de semana con niños y un largo etcétera… son sencillamente deficitarios porque nosotros mismos hemos decidido que lo fueran: de esta forma pueden participar familias con niños, personas que acaban de llegar, parados o gente con ingresos económicos reducidos. El resto, es decir, “el déficit”, sale de la colecta dominical. A quienes se preguntaban cómo podíamos ofrecer algunas actividades a tan bajo precio, ya les hemos revelado el secreto de la financiación de las mismas y la filosofía que lo sustenta.
Quienes están privados de libertad, también son beneficiarios de nuestras “colectas”. Sirvan estas dos cartas de agradecimiento como pequeño botón de muestra:
“Hace 30 minutos que me entregaron el paquete de Navidad y todavía tengo lágrimas en los ojos. Hacía años que no tenía la posibilidad de comer nuestros productos típicos de España.
Gracias por todo y que Dios os bendiga. ¡Qué sorpresa al ver los mantecados, el mazapán y todo lo demás! Por lo menos voy a tener unas Navidades dulces, aunque me falta la felicidad de poder estar con mi familia, a la que, si Dios quiere, en un tiempo no muy lejano podré tener cerca”.
Otro persona privada de libertad, a la que también visitamos, que se pidió un par de décimos de lotería de Navidad (¡y que, aunque parezca mentira, se los hicimos llegar!) nos escribía:
“Padre Juan Mari, he recibido su escrito y es una lástima que no me haya tocado el “gordo”, por lo que sigo igual de pobre que antes. Le doy las gracias por el paquete que he recibido: estabatodo muy delicioso”.  ↑
Juan María García Latorre

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