Ventana Europea nº 117
VENTANA EUROPEA 23 Junio 2019 gre de miles y miles de hom bres, mujeres y niños que no han cometido otro delito que el de hallarse en una situa ción de extrema necesidad. Y el cometido atroz de crear en la sociedad una ima gen deformada del emigran te –condición indispensable para la indiferencia, cuando no para el odio–, lo desem peñan sin pudor, políticos e informadores, ideólogos to talitarios y falsos cristianos que pisotean el evangelio y ponen a Dios al servicio de los propios intereses. V. E.: ¿Qué hacer para modificar la situación ac- tual? S. A.: Recetas no conoz co, pero procesos, que será necesario incoar, se pueden indicar algunos. Es un hecho: Las socie dades han interiorizado que hay excepciones al respe to que se debe a la digni dad de las personas; y así, lo que debiera haber sido considerado siempre como inviolable, inalienable, más sagrado incluso que el mis mo Dios, ha sido dejado a la voluntad del más fuerte, quien, en nombre de la pro pia conveniencia o necesi dad, se atribuye el derecho a violar lo inviolable, ex propiar lo inalienable, pro fanar lo sagrado. Toda for ma de legalización de la violencia sobre los que no pueden defenderse indu ce en la conciencia colecti va la certeza de que nada es intocable, nada hay por en cima de nuestros intereses. Las consecuencias nefastas de esa conciencia social de formada las sufren los emi grantes, la mujer, los dife rentes, los pobres. Por otra parte, los dere chos humanos –la ley natu ral– han desaparecido de la perspectiva del mundo po lítico. Reconocidos en su día por todos los países, por todos son hoy sistemática mente violados, ignorados, despreciados. Y lo que es más grave, las sociedades han perdido la sensibilidad necesaria para detectar y de nunciar la legalización obs cena de ese atropello con tinuado de derechos que padecen los pobres. Pero la deformación más escandalosa la ha sufrido el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, Evangelio del que se han arrancado páginas y páginas hasta hacerlo perfec tamente compatible con toda forma de aporofobia, de ex plotación, de abuso. V. E.: La Iglesia se ha destacado con Francisco en denunciar y poner en primer plano a estos her- manos... ¿Cómo hacer ate- rrizar su mensaje en los que nos decimos cristianos de a pie? S. A.: Denunciar es nece sario. Lo es, asimismo, hacer visibles a los pobres. Pero, a los cristianos, el Espíritu del Señor nos pide ir más allá: Él nos ha ungido para llevar a los pobres la buena noticia que necesitan. Lo cual signi fica que no tenemos más ca minos que los caminos de los pobres –ya sé que nuestro ca mino es Cristo, pero sé tam bién que ese camino se cruzó obstinadamente con los ca minos de los pobres–. A los cristianos se nos ha de en contrar entre los pobres, pues la gracia de Dios, haciéndo nos de Cristo, nos ha hecho de los pobres. V. E.: Dígame tres nombres grabados en su corazón. S. A.: Un nombre pro pio: África. Un nombre co mún: emigrante. Un nombre entrañable y evocador de su frimientos indecibles: mujer emigrante. V.E.: En una «carta desde el corazón» para presentar el informe CIE 2018 del SJM decía: S. A.: Quiero dejar el eco de un grito, el de miles y miles de hombres, mujeres y niños a los que a un tiempo hemos expoliado de todo recurso y hemos arrojado fuera de nuestra compasión, con la esperanza secreta de que la muerte se los lleve y los aparte para siempre de nuestra vista y, de paso, también de nuestra conciencia. Aquí os dejaré solo eso: el eco de un grito. Más acá –entiéndase ese “más acá” como un “mucho antes”– de cualquier forma de “discriminación de origen” ejercida por los responsables del sistema de internamien- to de extranjeros, está el desprecio indiscriminado y la violación continuada del derecho de los pobres a emigrar –derecho más sagrado que el de los ricos a hacer turismo–; está la violación del derecho de los pobres a no sufrir vio- lencia en sus desplazamientos –no menos sagrado que el mío o el vuestro a viajar con seguridad–; está la violación del derecho de los pobres a soñar un futuro mejor y poder trabajar para lograrlo. Más acá de cualquier forma de “discriminación de ori- gen” en el trato que las autoridades den a los emigrantes que llegan a España por caminos de clandestinidad, está la expoliación que los europeos y otros depredadores de recursos hemos hecho en las naciones africanas, coloniza- das ayer como si fuesen parte de Europa y colonizadas hoy de otra manera, pero siempre colonizadas. Los emigran- tes, antes de ser los que buscan futuro en nuestras fron- teras, son hombres, mujeres y niños que han perdido ese futuro porque se lo hemos arrebatado en sus países de ori- gen: mucho antes de ser emigrantes a nuestra puerta, han sido nuestras víctimas en sus casas. Más acá de cualquier forma de “discriminación de ori- gen” están las fobias que cultivamos desde el espejismo de nuestra supremacía cultural, política, religiosa, puede que racial. El islam, el negro, el gitano, el extranjero, el diferente... si no conseguimos mantenerlos fuera de nues- tras fronteras, han de quedar al menos fuera de nuestra vista.
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