Ventana Europea nº 119

ENTRE C ULTURAS 30 VENTANA EUROPEA Diciembre 2019 HIST O RIAS DE LA HISTORIA > E sta es mi historia, una his- toria de una vida “corrien- te” a priori, como puede ha- ber muchas. Mi estancia en Bruselas no se trató de un exilio, de una huida for- zada hacia un país extraño, en otro con- tinente, cultura, etc. Pero sí es la histo- ria de una salida de mi lugar de confort, de mis seguridades, el comienzo en un lugar diferente y desconocido, que lle- gó a mi vida en un momento inespera- do, cuando ya parecía que lo tenía todo definido, organizado y sin una necesidad por mi parte de hacerlo, porque estaba bien donde estaba. Pero un deseo busca- do durante muchos años por mi marido, vivir en el extranjero, me llevaba ron- dando ya varios años, con dos intentos fallidos. Ilusa de mi, pensé que ya había cerrado esa puerta, pero debí dejar una pequeña grieta que se hizo grande y dio paso a que mi interior se removiera, y se convirtió en un sí y en un traslado bas- tante rápido de toda la familia. Una familia formada por cinco per- sonas, nosotros dos y tres hijas adoles- centes. Un mar de dudas de si la deci- sión sería buena para todos y cada uno, me llenaba los pensamientos con cierta frecuencia. Y más cuando se lo comu- nicamos a ellas. empezar de “cero” Y llegan las primeras “complicacio- nes”: búsqueda de casa, colegios en un tiempo record y en verano con la ciu- dad bastante parada y vacía por vaca- ciones. Aunque por el significado de la pa- labra se nos podría denominar inmi- grantes en Bruselas, creo que tal y co- mo tenemos metido en la cabeza el concepto, nuestras condiciones de sa- lida, distaban mucho de las habituales para estos grupos tan numerosos entre nosotros. Enseguida pensé en lo fácil que lo teníamos nosotros: movernos por la ciudad, con un teléfono; llegábamos al banco a solucionar los temas económi- cos para poder alquilar una vivienda y no te ponían ningún problema sino todo lo contrario; una nómina “oficial” nos amparaba para cualquier gestión que tuviéramos que hacer. Y descubrimos que más gente de la imaginada hablaba nuestra lengua o por lo menos la cha- purreaba suficiente para comunicarse. Y aun así resultaba incómodo, uno se siente desorientado, sin conocer las zo- nas de la ciudad, sin saber dónde iba a estar el colegio, y yo sin hablar ni una palabra de francés, (aunque la alterna- tiva del inglés siempre estaba presen- te) y la sensación de que cualquier ges- tión fácil, se convierte en difícil. Esta percepción me ha pesado todo el tiem- po: lo que es sencillo en tu ciudad/país, fuera se hace cuesta arriba: ir al médi- co, la solicitud de internet y el teléfono, la comuna, la forma de conducir por la ciudad, tus productos de la compra dia- ria, etc. Y la gente es diferente, distinta. Cristina: “Volvemos enriquecidos y agradecidos” una “emigrante” no muy corriente Cristina nacíó en Madrid hace 48 años. Está casada desde hace 21 y es madre de tres hijas. Ingeniera de caminos y profesora en la uni- versidad, siempre he vivido en Madrid, menos los años de Bruselas y dos en Valencia (de estudiante). En Bruselas conoció a Jorge Puig y a la pequeña comunidad de su parroquia Nuestra Sra. Inmaculada de la plaza de la Jeu de Balle. Fue para toda la familia, un oasis en el desierto y una suerte. Cristina López García de Leániz. Bruselas (Bélgica)

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