Ventana Europea nº 119

VENTANA EUROPEA 31 Diciembre 2019 Ante situaciones de incomunica- ción y de impotencia por no saber el idioma, decidí apuntarme a clases de francés “nivel cero”. Rodeada de gente de muy diversos países y culturas, mi asistencia a clase se convirtió en algo más que el aprendizaje de una lengua. Empezar de cero a aprender una len- gua cuando ya tienes una cierta edad, en compañía de gente mucho más jo- ven, te exige altas dosis de humildad. La sensación de no entender nada, de no poderte expresar, es muy limitante y desagradable. Pero enseguida pensaba en mis compañeros chinos, vietnamitas o árabes, y en el esfuerzo adicional que les suponía, con un alfabeto diferente; u otros procedentes de países con una raíz no románica. La dificultad aumen- taba exponencialmente. LA DIVERSIDAD ESCONDIDA EN EL AULA Al principio, sumergida en el ago- bio de no entender nada, me limitaba a atender con todos mis sentidos en cla- se, y mis relaciones se centraron en un grupo de españoles que siempre encon- trabas en esos cursos. Pero el azar y las distintas dinámicas de clase te iban im- poniendo parejas diversas con las que poco a poco fui quitándome prejuicios. Tuve la ocasión de compartir aula con Hania, mujer siria tapada con velo se- gún las costumbres árabes. Al principio me pareció seca, arisca y competitiva. Pero el tiempo me mostró una persona diferente. Había huido de la guerra de Siria con su marido y sus tres hijos pe- queños, que todavía después de varios años cuando oían el ruido de los avio- nes pasar por encima en Bruselas, te- nían miedo pensando que eran bombar- deos. Su marido era médico y, con mu- cho esfuerzo, consiguió ejercer la me- dicina en Bruselas. Tenía a su madre en Turquía. Un día llegó especialmen- te contenta porque se iban a encontrar después de casi tres años sin verse. En clase trabajaba a tope. Todo su afán era aprender francés para poder ayudar a sus hijos a hacer sus deberes y no que- darse atrás. También conocí a una chica joven africana. Jeanne tenía 26 años y era es- tudiante de medicina. Contaba que es- tuvo mucho tiempo con una fuerte de- presión por encontrarse sola en un país tan diferente al suyo. Le costaba la fal- ta de luz, el frío, la comida, la cultura y la forma de vida. El suyo era un perfil bastante habitual en las aulas: gente so- la, muy sola. Muchas y muy diversas nacionalidades. En estos años han pasado por delan- te de mi muchas vidas, muy diferentes y mucho más difíciles que la mía. LOS INVISIBLES DEL SIGLO XXI Tuve la oportunidad de encontrar ayuda unas pocas horas a la semana para la casa: Laurinda, una mujer por- tuguesa que había llegado sola con 23 años a Bruselas, sin saber una palabra de francés. De ahí han pasado ya más de treinta años. Nos comunicábamos perfectamente en una mezcla de fran- cés, portugués y español, que hacía di- vertidas nuestras conversaciones. Pero lo conseguíamos. Era la persona que conocía mejor el edificio y sus singularidades, a los ve- cinos y el entorno. Trabajaba a destajo como conserje de nuestro edificio, tam- bién limpiando casas y oficinas, como sustento para toda su familia compues- ta por cuatro personas. Su marido, in- válido por un ictus. Ella lo hacía todo fuera y dentro de la casa. Lo hacía tam- bién para los dueños del edificio; había cuidado, trabajado para tres de sus ge- neraciones. El resultado y el trato ha- cia ella no eran acordes a lo que ella les ha dado, sino todo lo contrario. Duran- te estos años, no solo les ha dado su tra- bajo a cualquier hora del día, cualquier día de la semana, sino que les ha dado su vida por encima de la suya, ponien- do el corazón y, a cambio, “desprecio”, sentirse invisible, y que no cuenta para ellos; que sus problemas, sus dificulta- des y su complicada vida, simplemente no les importaba. Pero ella seguía fiel, trabajando incesantemente, “poniendo la otra mejilla” una y otra vez. Yo me sentía cuidada y ayudada por ella y, sobre todo, agradecida. Alguien de quien aprender y recordar en mi vi- da. Se merece este pequeño reconoci- miento a su labor anónima, silenciosa y oculta a los ojos de una sociedad que ve lo que quiere ver y no ve lo que no es cómodo ver. BALANCE DE LA EXPERIENCIA Resulta difícil resumir estos tres años de “salida”, y un cuarto de cierre laboral de mi marido. Siendo cinco en la familia, también es difícil que haya sido positivo para cada uno individual- mente y para la familia como tal. Nos ha unido mucho, hemos tenido mu- chos ratos familiares que recordaremos siempre, experiencias y vivencias jun- tos lejos de nuestras familias de origen, de los amigos “de toda la vida”. Puedo decir que nos ha costado ir- nos, y cuando eso ocurre es porque lo que hemos vivido, conocido y construi- do ha merecido la pena. Dejamos amigos de verdad, una pe- queña comunidad y recuerdos imborra- bles; volvemos enriquecidos y agrade- cidos, con la mirada más abierta a lo di- ferente, a lo desconocido, al mundo y a su gente. 

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