Ventana Europea nº 121
EURONOTICIAS BÉLGICA 18 VENTANA EUROPEA Julio 2020 > E l inmigrante es valiente, decidi- do, sabe lo que le espera. Muchos confían que podrán ser ayudados por los que les precedieron, sean familia o conocidos, y que ya lograron establecer- se y vivir mejor. Todo inmigrante sabe que practicará aquí el sa- crificio, la estrechez, la in- seguridad y probablemente el hambre hasta que se in- tegre en una sociedad que habrá dejado de ser extraña para él. Cualquier persona que pide protección en Bélgica debe acudir al OE (Office Des Étrangers). El segun- do paso será acudir al or- ganismo del gobierno belga que se ocupa de los servi- cios a personas necesitadas (FEDASIL). Y por último tendrá que presentarse en la “Comisaría General pa- ra refugiados y apátridas” (CGRA) que analiza cada demanda de asilo, indaga la verdad de cada caso, inte- rroga al demandante y ana- liza con detalle las razones de su petición. Si la investigación del CGRA es favorable se le concede quedarse en Bélgi- ca como “refugiado legal” por cinco años, o en otros casos, solo se le posibilita una “protección subsidia- ria” por un año. Durante es- te tiempo deberá encontrar domicilio y trabajo para po- der vivir. Si no se le ha concedido, recibe la orden de abando- nar el país. De no regularizar su si- tuación, al menos en el OE, todo recién llegado pasa a ser un hombre indocumen- tado, “sans papiers”, y por consiguiente sin derechos y sin posibilidad de aspirar a un puesto de trabajo. Con frecuencia, el inmi- grante se desanima ante es- te funcionamiento tan rígi- do y complicado y desiste, sobre todo si no sabe fran- cés y no tiene alguien que le aconseje. Pero sin papeles pasará a ser un ignorado, que de- berá evitar la policía y ca- recerá de reconocimiento y de derechos civiles. El sentimiento genera- lizado es que la inmigra- ción económica ahora no es bien acogida porque mu- chos demandantes de asilo son considerados como in- migrantes económicos, que pueden abusar del sistema. Por eso también muchos inmigrantes son desconfia- dos y prefieren arreglárse- las por su cuenta. Algunos consiguen trabajar en negro y son explotados, obligados a aceptar unas condiciones injustas pero que les permi- te sobrevivir en un país na- da barato, donde un alquiler mínimo en Bruselas puede alcanzar hasta 700 euros. Así malviven muchos y tienen que recurrir a lo que pueden, como Julián que toca su flauta latina en la Gare Centrale o sencilla- mente se ven condenados a la mendicidad en la ca- lle, en el metro y hasta en el tranvía. Después de la pandemia en Bruselas el futuro será muy duro para los inmigrantes que viven al margen de la sociedad Estamos en Bélgica, país pequeño, deseado por los inmigrantes por creerlo más acogedor, menos represivo, más auxiliador para los recién llegados y con deseos de abrirse caminos nuevos, aunque carezcan de recursos. Jorge Puig. Bruselas
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