Ventana Europea nº 121
VENTANA EUROPEA 23 Julio 2020 desde hace tiempo. Así aho- ra estoy aterrizando en dos equipos. Por un lado, en el de pastoral penitenciaria, y por otra en el Departamento de migraciones que queda vinculado en la Subcomi- sión para las migraciones y movilidad humana que pre- side monseñor Juan Carlos Elizalde. V. E: ¿Qué previsiones de trabajo tiene en el De- partamento de Migracio- nes? J. C.: El trabajo en el Departamento será el ayu- dar a lo que el equipo ya tiene establecido; la ta- rea primordial será poten- ciar en todas las diócesis el dinamismo de la pasto- ral de y con los migrantes, al tiempo que seguir ha- ciendo presente su voz por medio de la voz de la Igle- sia. Especialmente en es- ta etapa donde después de la pandemia los migrantes son los vulnerables entre los vulnerables. Tampoco podemos ol- vidar la tarea de tender la mano a todos los que han salido de nuestro país pa- ra que sientan el apoyo y acompañamiento de la Iglesia que va a donde ellos van y es capaz de conectar comunidades cristianas de origen y de llegada. En el equipo hay voca- ción. Veo que está lleno de asesores y asesoras, técni- cos y delegados que viven en primera línea la diversi- dad del mundo de las mi- graciones. Impulsados por la voz del santo Padre creo que ahora se abre un tiempo nuevo de reflexión para ayudar a no volver al punto previo de la pandemia. Ahora estamos en una situación muy especial. Los retos serán nuevos pues después de esta crisis que ha afectado a la huma- nidad, aunque el virus ha atacado a todos por igual, sus efectos han sido muy desiguales según los países y situación de vulnerabili- dad de las personas. Es por eso que me atrevo a lanzar preocupaciones que traigo en mi mochila al equipo: La primera es visibili- zar la situación del migran- te allí donde esté, en un mundo que tiende al des- carte y a invisibilizar reali- dades vulnerables. Se trata de poner encima de la me- sa la necesidad de generar ejes de reflexión y líneas para conocer la situación legal y de vulnerabilidad que tiene el migrante en nuestro entorno hoy. Además, acoger a los que siguen llegando y a los que salen. No nos ol- vidamos que aún en medio de estas situaciones difíci- les hay algunos que se ven obligados a huir de sus si- tuaciones locales. Creo que los mecanis- mos de acogida y de hospi- talidad han de estar abier- tos y ser implementados en estos momentos. Tendre- mos la tentación de conver- tir la migración en un tema marginal o secundario pa- ra la salida de la pandemia, pero no podemos llevar al margen un tema que forma parte de la solución y la de elaboración de un plan de futuro. La salida de la pan- demia exige acoger el fe- nómeno de la migración o de lo contrario será una sa- lida en falso. En tercer lugar, acompa- ñar y sostener a los más vul- nerables. La actual pande- mia ha desplazado al abismo a un montón de familias y migrantes que ya estaban en situaciones de precariedad. Sabemos que la actual si- tuación acrecentará la frag- mentación social. No somos “solucionalo-todo”, pero en nuestras pobrezas podremos acompañar, estar cerca y ser instrumento del consuelo de cristo. En cuarto lugar, sensi- bilizar a la comunidad cris- tiana. La actual situación exige que sea la propia co- munidad cristiana la que se implique en todo el plan de acogida, más allá del resol- ver problemas económicos o laborales. Y, en quinto lugar, res- ponsabilizar y reconocer. Es poner en valor el pro- tagonismo del migrante en el nuevo escenario al que nos encaminamos. Se trata de centrar nuestra atención en que el propio migrante sea sujeto de su camino en nuestra sociedad y en nues- tras comunidades. V. E: Tiene usted expe- riencia sobre la situación de los migrantes de habla española, sacerdotes y se- glares, fuera de España... J. C.: Sobre los mi- grantes de habla española que me dices, es una rea- lidad que desde el semina- rio he vivido cerca a través de los testigos y sacerdotes que han estado en ese servi- cio. Tradicionalmente des- de Madrid hemos manteni- do cercanía con ellos con los testimonios de sacerdo- tes que servían de “puente” entre los diversos grupos de migrantes que atendían. Aún recuerdo los testimo- nios y experiencias que Antonio Martínez nos con- taba con intensidad. Eso hacía que viviéramos, aquí en nuestras parroquias, la situación y vida de las co- munidades de los que ha- bían tenido que salir lejos. En ellos he visto que la mi- gración es un fenómeno co- mún en la historia y cómo la Iglesia ha estado siempre acompañando, defendiendo y sosteniendo a las perso- nas que han tenido que salir de su tierra, sus derechos y sus horizontes.
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