Ventana Europea nº 121
VENTANA EUROPEA 33 Julio 2020 de Migraciones y Movilidad humana, que incluye la atención a los emigran- tes de habla española en el exterior tiene un nuevo director del Secreta- riado, –en este caso directora– nom- brada por la Comisión Permanente en la persona de María Francisca Sán- chez Vara, intensa colaboradora de la revista V entana Europea , quien tras varias funciones y servicios (Me- nores en riesgo, Victimas de trata, Migraciones) desde el año 2014, esta- ba llevando últimamente la dirección del Departamento de Trata. Ella es quien releva a José Luis Pinilla Mar- tin quien tras doce años de su trabajo en la Conferencia Episcopal tendrá a un nuevo destino con nuevas misio- nes relacionadas con las migraciones, la pastoral y la espiritualidad ignacia- na en la Compañía de Jesús. La parcela de las migraciones y la movilidad humana tiene muchos ma- tices: emigración, inmigración, refu- giados, trata de personas –mujeres y menores–, pastoral con los gitanos, pastoral de ferias y circos, pastoral de la carretera y apostolado del mar. Y pa- ra todos ellos el reto de la hospitalidad. un gran reto pastoral Este es un gran reto pastoral de la Iglesia y de los creyentes en nuestro país y en todo el mundo. El Papa nos recuerda que cuando se habla de refu- giados y migrantes, solo se menciona el número que ha intentado llegar a Eu- ropa. Pero él lo dice bien: no son núme- ros, son personas. «En la huida a Egip- to, el niño Jesús experimentó, junto con sus padres, la trágica condición de des- plazado y refugiado, marcada por el miedo, la incertidumbre, las incomodi- dades», recuerda Francisco. Muchos son los desafíos plantea- dos en este área porque en la actuali- dad los flujos migratorios y sus efec- tos están reconfigurando Europa. Y es que la migración debe ser enten- dida como el ejercicio del derecho de todo ser humano a buscar mejores condiciones de vida en un país dife- rente al suyo. Hay un amplio consen- so respecto al hecho de encontrarnos en un nuevo ciclo migratorio. Ahora es el momento del asentamiento, de la integración, de trabajar en el logro de la convivencia, sobre todo con las nuevas generaciones. Estas líneas anteriores recogidas de lo que los obispos escribieron en otra asamblea (24 de abril de 2015) fueron complementadas con estas otras: “Ha llegado la hora de reconocer la aporta- ción que han hecho los inmigrantes a nuestra sociedad. Hemos de valorar la riqueza de los otros, cultivando la ac- titud de acogida y el intercambio en- riquecedor, a fin de crear una convi- vencia más fraternal y solidaria. En un futuro próximo nuestra sociedad será, en mayor medida, multiétnica inter- cultural y plurireligiosa”. Un gran reto para estos tiempos de pandemia y sobre todo de pos- pandemia. Porque como tambien es- cribieron entonces “Los inmigrantes son los pobres entre los pobres. Por- que son los que sufren más que na- die la crisis que ellos no han provo- cado. En estos últimos tiempos, (ya se decía en la crisis de hace cinco años) debido a la preocupación del momento económico que vivimos, se han recortado sus derechos. Los más pobres entre nosotros son los extranjeros sin papeles, a los que se facilita servicios sociales básicos, recordando así aquellas palabras de san Juan Pablo II: “La pertenencia a la familia humana otorga a cada persona una especie de ciudadanía mundial, haciéndola titular de dere- chos y deberes, dado que los hom- bres están unidos por un origen y su- premo destino comunes”.
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