Ventana Europea nº 121
VENTANA EUROPEA 5 Julio 2020 > U n compa- ñero que vive con emigran- tes narraba en primera per- sona su testimonio sobre la vivencia de la enfermedad del coronavirus. A medio camino entre considerase víctima o testigo de la pan- démica enfermedad. O más bien en los dos caminos Arranco precisamen- te con su testimonio este reportaje desde su expe- riencia en casa y luego en el hospital. Y su camino primero como afectado y luego como espectador que refrenda un acontecimien- to desde su propia expe- riencia vital. La primera sensación era impotencia ante los pri- meros síntomas que apenas podía calmar: “Nada me aliviaba ni el paracetamol, ibuprofeno, o nolotil, y tan- tos otros calmantes”, decía. “¡Qué desesperación llegué a sentir con esa maldita fie- bre que no se me iba!”. A sus dolencias añadía la desinformación a la que estaba sometido: “Nunca me cogían los números ofi- ciales de teléfono a los que llamaba, o que los médicos me lo negaban todo en los pasos previos al ingreso. ¡Quédate en casa!, me de- cían, será una gripe, será un cuadro viral, bueno, te vamos a hacer unas prue- bas y te vuelves a casa… Cuando por otro lado, los medios me inundaban de información con los sín- tomas, y día a día en mi domicilio comprobaba que eran los que yo tenía. ¡Lle- gué a no entender nada!”. Esquizofrénico en estado puro. Era como se veía. Y estigmatizado: “Es- toy contagiado y condena- do a estar solo, apartado. Todavía resuena en mi ca- beza el grito de una enfer- mera diciéndole a otra que se disponía a entrar en mi habitación: `¡En la 325 no entres por nada del mun- do!´ Cuántas habitaciones y domicilios tienen esa marca y se les habla y mete la co- mida desde la puerta, o se les llama por teléfono una miserable vez al día desde los centros médicos, para poco a poco dejarles morir, como a Pepi, la sacristana de nuestra parroquia”. Su experiencia primera fue dando paso a la siguien- te. La del testigo que con los ojos abiertos como un niño capta que esos momentos tan duros al principio y los días eternos fueron abriéndose hueco e “ir dejando paso a otra expericnia, la de testigo, y esta, al menos en mi caso, fue la vivencia más profun- da y más fecunda, en lo que puedo alcanzar a ver”. aplausos Aquí empiezo a incor- porar una de las ideas cen- trales de este reportaje: los aplausos y la solidaridad espontanea. Lo hago tras los todavía interminables días de pandemia donde en tantos lugares el aplauso se ha convertido en gesto de solidaridad casi imprescin- dible para que la fuerza del apoyo del pueblo a los sa- mitarios que luchan contra el Covid-19, quiero hablar de los aplausos. Aplaudir a quienes se desviven por dar vida a otros, nuestro vivir, se con- vierte en verbo transitivo. Mis pulsos dejan de ser solo míos, bombeando vida a quien la está exponiendo para salvar a alguien. Nues- tro aplauso anónimo y plu- ral, más a lo hondo, es un aplauso a todos nosotros cuando nos atrevemos a vi- vir en plural. Cuando hace- mos verdad el verso de “o todos o ninguno, uno solo no puede salvarse”. O todos en su diversidad enriquece- dora o ninguno. Las tenta- ciones xenófobas y racistas pueden hacer más daño del imaginado. Y las devolu- ciones sumarias o expul- siones sibilinas, recortes, ertes y demás zarandajas construirán una nueva (o antigua) normalidad donde los descartados pagarán el pato. Como siempre. Y ha- rán que muchos empobreci- dos (emigrantes por ejem- plo) no tengan ni el mínimo vital para sobrevivir a pesar de los intentos del Papa y de tantas entidades ecle- siales. Recojamos las pro- puestas de Cáritas desde ya para los emigrantes. Y que la postpandemia nos coja “confesados” y con las tareas preparadas para tanto emigrante y refugiado y para otros muchos de la variada movilidad humana. Pues muchos ni han podi- do quedase en casa (ni la de aquí ni la de su país), ni han podido cumplir con las normas de distanciamien- to o higiénicas cuando ni < Y las devoluciones sumarias o expulsiones sibilinas, recortes, ertes y demás zarandajas construirán una nueva (o antigua) normalidad donde los descartados pagarán el pato. Como siempre. >
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