Ventana Europea nº 121
6 VENTANA EUROPEA Julio 2020 > REP O RTAJE siguiera el jabón o el agua llegaba a sus casas. Que se lo pregunten si acaso a los temporeros de los campos agrícolas de Lérida, Huelva o Almeria, que tuve la oca- sión de visitar (y de llorar a cántaros) al ver en algún caso, solo chabolas de plás- tico y un grifo de agua para 3.000 personas. Estos días me han ense- ñado que las personas más coherentes son la que huían de la triste orilla del yo, y marchaban como volunta- rios –por ejemplo de Cári- tas–: misioneros, monjas, enfermeras, bomberos, mi- litares de la UME, limpia- doras y taxistas gratuitos, barrenderos y limpiadoras, etc. Nuestro vivir se justifi- ca en los de mirada agrade- cida de los que, deshechos por el virus, mueren lejos de los suyos pero abraza- dos por los que viven en el nosotros. Y en ese vivirse desechados por la maldita pandemia ha habido mu- cho emigrante. Que una vez más, en ejemplo de resis- tencia heroica, ha soporta- do, sufrido y muchas veces superado las dificultades (mayores que las de otros muchos) por su condición de vulnerabilidad migra- toria (pisos hacinados, pa- peles sin resolver, patrias y familias lejanas, incerti- dumbre acusada de futuro si son ilegales, previsión de mayores puertas y fronteras cerradas…). trabajos agrícolas Y un sentido de descon- cierto cuando les solicitan, por ejemplo, para trabajos agrícolas de temporeros cuando los del país no quie- ren hacerlo. Un sentimiento de no verles como personas sinos como mano de obra –y a veces muy barata–. Identidades y dignidades robadas convirtiéndose solo en un número medido por su trabajo y que son usados solo en función de su dimensión laboral. Y no en cuanto personas. “De día necesitamos a todos los emigrantes. De noche nos sobran” decía el alcal- de de El Egido hace años. Ahora se repite la escena: en la pandemia –como si fuera el día para muchos– os seguimos necesitando (cuidadores, acompañantes, servicio de hogar, construc- ción, invernaderos...). Pero de noche –cuando la pande- mia termine y la crisis asole el país–, lo mejor es que os vayáis todos. ¡Qué error! ¡Qué inmenso error! ¡Con la cantidad de reconocimiento que les debemos y la riqueza que pueden aportar! Reconocer no solo la fuerza productiva del emi- grante. Esto es incuestio- nable. Pero mucho más mirarlo y atenderlo, como persona sobre todo. Y re- conocer de una vez por to- das que los migrantes nos importan no solo porque se dispare más nuestra sensibi- lidad y acción sociocaritati- va, sino porque el emigran- te es imprescindible para la construcción de las nuevas sociedades. Y las que van a salir tras el coronavirus van a ser nuevas. Hemos de valorar la riqueza de los otros, cultivando la actitud de acogida y el intercambio enriquecedor, a fin de crear una convivencia más frater- nal y solidaria. En un futuro próximo nuestra sociedad será, en mayor medida, multiétnica, intercultural y plurirreligiosa. esperanza Pensar en la postpande- mia y en clave de esperanza me ha llevado a prepararme para ese momento futuro en la postpandemia que se ave- cina tras el Covid-19 y ante la que nos está advirtiendo con tanta fuerza y mirada larga el ejemplar papa Fran- cisco (a quien Dios guarde muchos años). Lo dicho. Yo prefiero, a pesar de todo, agarrarme a la esperanza (porque tengo la vitamina de la fe rega- lada) sobrevolando loca- lismos, estigmatizaciones, chivos expiatorios y demás zarandajas. Prefiero no mi- rarme el ombligo, creer que el instinto cainita va a ser domesticado y pedirle al Señor que me haga levantar la cabeza ampliando hori- zontes Con otros muchos. Contigo, por ejemplo. Los signos que veo ahora y los que pueden orientar en el futuro. Porque en la movi- lidad humana hemos sido Foto: Plataformas sociales salesianas < “De día necesitamos a todos los emigrantes. De noche nos sobran” decía el alcalde de El Egido hace años. Ahora se repite la escena: en la pandemia –como si fuera el día para muchos– os seguimos necesitando (cuidadores, acompañantes, servicio de hogar, construcción, invernaderos...). Pero de noche –cuando la pandemia termine y la crisis asole el país–, lo mejor es que os vayáis todos. ¡Qué error! ¡Qué inmenso error! >
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