Ventana Europea nº 125
8 VENTANA EUROPEA Marzo 2023 > REP O RTAJE por ahí, ese pobre oficial sin nombre pasó a ser «el po- bre amigo de Jorge», prime- ro. Luego ya fue «Emilio». Después «Emilio, el jardi- nero», porque le encontra- mos un trabajo. Y finalmen- te «Emilio, el portero», por- que terminó en una portería. Se jubiló hace unos años. Se fue a Cádiz, donde localizó a su hija. De no tener nom- bre a tener lo más importan- te, ¿verdad?… En el Evan- gelio, los milagros son un proceso”. Y desde ahí ya empezó a tener contacto con los in- migrantes africanos, aun- que seguía con el mundo de la droga con la parro- quia de San Blas, donde había estado de seminaris- ta. De la parroquia de San Jorge vuelve a la de San Blas, donde estuvo dos años. Como la experiencia de que los seminaristas vi- vieran en pisos se acabó y mandaran a todos a vivir al edificio del seminario, el piso que se tenía para los seminaristas se quedó va- cío y empezó a acoger a chicos africanos. Hace ya 26 años que consiguió que el Canal de Isabel II le dejara una ca- sa, en la carretera de Col- menar, para casa de acogi- da a toxícómanos. Crean la asociación San Francis- co de Asís y en la casa vi- ven unos cuantos. Le man- dan de párroco a Manza- nares el Real y El Boalo, pero siguió viviendo en la casa de de la carretera de Colmenar, con drogadictos e inmigrantes. Un día, uno de los chicos de la droga echó gasolina y les quemó la casa. Era un chico arme- nio, consumidor de droga y con problemas de salud mental. En las parroquias de Manzanares y El Boa- lo hicieron un festival, co- lectas y otras actividades y le entregaron veinticua- tro mil euros para rehacer la casa. Mientras rehicie- ron la casa, Cáritas les de- jó una en Santa Hortensia y empezó a conocer a la asociación Publos Unidos, donde comienza a conocer LA HISTORIA DE BARRY La historia de Barry es una una histo- ria de superación desde niño. Viene de Gui- nea Conakry, de una familia muy pobre. Allí, cuando acompañaba a su padre a llevar a su abuela al hospital, esta muere en el cami- no. Para ayudar a su familia está de sirviente en una casa unos doce años, donde le pa- gaban muy poco y decide venirse a Europa. Junta el dinero vendiendo caramelos en un puestecito de chucherías y ahorrando todo lo que podía. Comienza el viaje y lo hace en avión hasta Marruecos. Se cree, él y otros in- migrantes, lo que le dicen: “que nada más bajar de ese avión les recogen en otro avión y llegan a Madrid y que el presidente y el rey van a recibirles, porque son personas y aquí les quieren mucho”. Llega a Marruecos y se encuentra solo; la organización a la que había pagado pa- ra que le trajeran a España les llevan a una casa y les tienen allí dos meses sin salir pa- ra que no les descubra la policía. Después les llevan a otro sitio, donde está dos me- ses, sin salir de allí. Intentan llegar a la playa y les persigue la policía, vuelcan los dos co- ches en los que iban hasta arriba y alguno se rompe un brazo, otro las piernas, alguno, incluso, la cabeza, pero él sale ileso. Les lle- varon a la frontera con Argelia y le dejan allí. Algunos se quedaron allí y ya no intentaron más, pero él, con otros, decide seguir an- danco, colándose en trenes,... en un pue- blo de Marruecos, las mujeres sobre todo, recordando a sus hijos, que también ha- bían salido, les ayudaban. Le cogen y, du- rante un timpo, le meten en la cárcel, don- de tenían que dormir en el suelo de lado, sale lleno de chinches... Después de un año en Marruecos consiguen que les den tablas, clavos y pintura para hacer una barca para cruzar hasta Canarias; hicieron tres y la su- ya llegó, de milagro, porque uno se empe- ñó y sacando agua con un vaso, hasta que apareció el helicóptero y les recogieron. De Canarias les llevan a Valencia en avión y allí les llevan a la comisaría a un grupo, donde les cogen las huellas y les ponen en fila en la calle. Un policía delante y otro detrás, van andando y, de pronto, el policía que va de- lante se pone detrás de ellos, siguen andan- do y los policias desaparacen, con lo que les dejan solos en medio de la ciudad, sin saber qué hacer, si volver a la comisaría o qué porque les habían abandonado. Estuvo durmiendo un tiempo debajo de un puente en el cauce antiguo del rio Turia, se va a Barcelona y luego llega a Madrid, se va al albergue de la Cruz Roja y allí le ponen contacto con Pueblos Unidos, todo eso con veintiuno o veintidós años, y le llevan a una casa, donde conoció a Jorge y, al poco tiempo, se va a vivir a la casa de Jorque de la asociación San Francisco de Asís. Hicieron los papeles, encontró trabajo, se fue a ver a su familia, la segunda vez que fue a ver a su familia, se casó allí y la tercera vez que fue ya se quedó la mujer embarazada y cuan- do cumplió la niña dos años, ya se la pudo traer. Estuvo trabajando de interno en la ca- sa del doctor Palacio Carvajal, un excelente traumatólogo, donde le trataron muy bien y le permitieron empadronarse en su domi- cilio para poder traer a su mujer y a su hija. Después, Cáritas le dejó una casa y tu- vo otra hija y ahora ha tenido la tercera. Es- tá trabajando en una empresa de limpieza y sigue manteniendo la relación, excelente relación, con los inmigrantes que viven en la carretera de Colmenar y también con la parroquia de Jorge. Una relación de amis- tad. La historia de Barry es la historia de mu- chos que han pasado por la casa. Ha escri- to, incluso, un libro, contando su experien- cia: De África a Europa . [ Hace ya 26 años que consiguió que el Canal de Isabel II le dejara una casa, en la carretera de Colmenar, para casa de acogida a toxícómanos. ]
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