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Temerosos ante lo que tenemos encima y expectantes ante lo que está por venir

La “nueva época” de la Humanidad que se está gestando tendrá un parto doloroso por la complicada y convulsa situación actual del mundo: migraciones masivas, guerras por doquier, crisis económicas globales, pandemias, desigualdad entre hombres y mujeres… Lo viejo y caduco permanece y “lo nuevo” todavía no ha llegado y la perspectiva no es muy halagüeña que digamos, pero la esperanza es lo último que se pierde.

La emigración a gran escala sigue dejando, un día sí y otro también, muertos y más muertos en el Mar Mediterráneo y en las fronteras de muchos países sin que sin que se vislumbren soluciones, “humanitarias, justas y solidarias”, a este grave problema que hunde sus raíces en la injusticia y la violencia institucionalizadas y en el hambre cronificado a escala global. Esto hace que miles de personas abandonen sus países y arriesguen sus vidas para poder comer y vivir en paz. El 26 de febrero se hundió en el mar, cerca de la costa italiana, una barcaza que transportaba a 177 emigrantes, la mayoría de Afganistán y Siria, en la que murieron más de 80 personas, entre ellas un anciano y una niña. Y esto es el pan nuestro de cada día. El problema es complejo y multidireccional, empezando en los países de salida, que por una causa o por otra, obligan a sus ciudadanos a emigrar y terminando en los países de llegada que se niegan o ponen muchas trabas para acoger a los emigrantes, incluso en situaciones de emergencia humanitaria. La magnitud del problema migratorio supera a los países directamente afectados para implicar a toda la comunidad internacional y desde esta perspectiva planetaria se debería abordar el problema y la búsqueda de soluciones, cosa que no se está haciendo al menos con la urgencia e intensidad que el problema requiere. No bastan las palabras y las buenas intenciones cuando lo que está en juego es la vida de millones de personas.

En el tema de la “desigualdad” entre hombres y mujeres se van acortando distancias en algunos países, aunque en otros muchos la situación sigue tan “desigual” como siempre. En ambos casos queda mucho camino por recorrer. Algunos han definido al siglo XXI como “siglo de la mujer” y ojalá sea verdad y lo hagamos posible entre todos, mujeres y hombres. El papa Francisco denuncia que “la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad y derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje” (FT 23).

Y si en este final de época sobraba o faltaba algo, tenemos la guerra en la puerta de casa, con Ucrania asolada y la Unión Europea expectante para ver cuándo y cómo acaba por el bien de todos. Después de un año largo de guerra, los muertos por uno y otro bando son incontables y la economía mundial se ha convertido en “economía de guerra”. La vida se ha encarecido sobremanera y el hambre ha aumentado en todo el mundo. La crisis económica, que se ha llevado por delante a dos bancos norteamericanos, a un suizo y parte de un alemán, es un aviso para navegantes. Curiosamente, la volatilidad del dinero hace que siempre caiga en manos de los mismos mientras los demás ven como se vacían sus cuentas bancarias y sus bolsillos.
Esperamos y deseamos que el alumbramiento de la “nueva época” dé a nuestro mundo muchas alegrías.

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