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Ser críticos ante aquellas estructuras que producen exclusión social
La acción liberadora de la universidad

<span style='color:#27509b;font-size:18px;font-weight:500;'>Ser críticos ante aquellas estructuras que producen exclusión social</span><br> La acción liberadora de la universidad

El escenario actual de la movilidad humana, y por defecto, de las migraciones, será el punto de partida desde el que ofrecer algunas líneas de reflexión en torno a la acción y función liberadora de la Universidad teniendo siempre como trasfondo el pensamiento del jesuita, asesinado en El Salvador en 1989, Ignacio Ellacuría.

Jennifer Gómez Torres. España

Los aportes epistemológicos del jesuita vasco-salvadoreño, impulsan a observar y analizar la realidad para poder interpretarla, reflexionar sobre ella y transformarla en clave de liberación. De ahí que sea importante, echar un vistazo a la realidad que tenemos, y en materia de movilidad humana, en algunos casos, interesa revisar cifras. Así pues, según datos del INE, en España la población aumentó en 182.141 personas durante la primera mitad del año situándose en un total de 47.615.034 habitantes. Este crecimiento se debió a un saldo migratorio positivo de 258.547 personas, compensando así el saldo vegetativo negativo de 75.409 personas. Estos datos permiten observar que un 16,7% de la población española es de origen inmigrante.

Más emigrantes

De otro lado, el Ministerio del Interior informa que en 2022 las entradas irregulares por tierra y mar sumaron 31.219 entradas en contraposición a las del año 2021 en un total de 41.945. Si comparamos estas cifras con las entradas regulares veremos que las primeras representan solo un 5%. Cierto es que estos datos no son lo más importante, pero si ayudan a leer con más claridad la realidad que somos y la que seremos, porque según las indicaciones del Informe España 2050 se necesitará la llegada de al menos 255.000 inmigrantes anualmente para hacer frente al envejecimiento de la población española, fortalecer los servicios públicos, darle viabilidad al estado de bienestar y vigorizar la economía.

Migraciones irregulares

Además de esta realidad relatada muy escuetamente y en cifras, en el ámbito de la movilidad humana muchos son los factores y dimensiones que entran en juego, de ahí que, a lo largo de estas últimas semanas en España, se haya encendido nuevamente el debate sobre las migraciones irregulares; la vinculación del terrorismo con los movimientos de personas musulmanas a Europa y, cómo no, la peligrosa narrativa que no cesa en el intento de enfrentar cristianismo e islam, todo ello en el marco de los lamentables acontecimientos en Algeciras. Situaciones como estas demandan, entre muchas otras, cuidado por las personas, rigor en los debates y conocimiento de la realidad. Considero que la universidad tiene aquí un rol fundamental, no exclusivo de esta situación, pero sí en tanto que puede y debe ofrecer una mirada amplia, real y concreta sobre la realidad, en nuestro caso, de la movilidad humana.

Recuerdo que los primeros contactos que tuve con situaciones de exclusión y pobreza, fueron gracias a la universidad y a la Compañía de Jesús. Toda la carrera estuve muy vinculada al centro de pastoral de la Universidad Javeriana, a los ejercicios espirituales de san Ignacio y a diferentes programas que invitaban a los jóvenes “javerianos” a acercarse a barrios populares y viajar a zonas lejanas del país acompañando procesos de fortalecimiento comunitario, educación, empleo, formación en liderazgo y hasta celebraciones religiosas. Fueron tiempos ilusionantes… rápidamente toqué tierra, conocí una realidad que pensé no existía, aquello marcó mi vida para siempre. Y aquello que marca la vida, deja huella y como gusta no puedes más que seguir y seguir, imposible mirar hacia otro lado.

Modelo de universidad de Ellacuría

Me gusta pensar que de eso también se trata la universidad, además por supuesto de la formación académica de futuros profesionales, y me atrevería a asegurar que, en parte, de eso va el modelo de universidad que pensaba Ellacuría. Bien sabemos que el pensamiento de cualquier autor/a está de una manera u otra relacionado y condicionado por el contexto histórico que vive; de esto dan cuenta varios filósofos y teólogos como Heidegger, Gadamer, Ricoeur, Bultmann, Metz y el mismo Ellacuría. Ese contexto histórico que vivió en el Salvador condicionó su pensamiento, su obra, su vida, y le llevó a repensar la función social de la universidad (la UCA); estaba convencido de que la universidad debía entrar con decisión en los procesos históricos de transformación aportando elementos para entender la realidad y para transformarla “universitariamente”. Por eso, la universidad debe asegurar siempre la rigurosidad del método científico en sus investigaciones y el impacto que tiene en la sociedad.

Universalidad de la universidad

En varias ocasiones defendía que esa función de la universidad desbordaba lo local, ampliando su compromiso histórico en términos de universalidad. Por eso, encontramos en sus textos elementos que nos ayudan a dilucidar esa función social que se juega en al ámbito local pero también universal y que, en nuestro caso, son aportes importantes para la compresión y el tratamiento de la movilidad humana así como la obligada tarea que tiene la universidad en el tratamiento de estos temas. Por ejemplo, y como bien expone Sols en un artículo dedicado a la función social de la universidad, para Ellacuría la palabra es el método por excelencia de la universidad, una palabra eficaz que pueda convertirse en fuerza ante la realidad histórica. Gracias a la palabra los estudiantes analizan la realidad, comunican resultados de investigación, juzgan éticamente la realidad y exponen medios para transformarla. Al tiempo, se refería con mucha frecuencia a la beligerancia como cualidad universitaria; esto significa que cuando “universitariamente” se analiza e investiga la realidad no queda más camino que el ser crítico ante aquellas formas del sistema que estructuralmente producen exclusión social. En este orden de ideas, otro elemento constitutivo de su pensamiento sobre la universidad tiene que ver con el cambio estructural. Verdad es que la misión de la universidad carga sobre lo teórico, pero Ellacuría insistía en que su misión es eminentemente práctica porque su objetivo es la transformación de las estructuras y de las personas que forman parte de ella. Finalmente, aludía el jesuita vasco que la fe cristiana es fuente de inspiración (en el contexto de universidades jesuitas, como la UCA de la que fue rector): “Una universidad de inspiración cristiana lo será tanto más cuanto más contribuya a que se vaya haciendo realidad esa utopía anunciada y prometida por Jesús, que es el Reino de Dios”, esto es, la universidad al servicio de la transformación de la sociedad, una universidad que cree, apuesta y camina hacia otro modelo de sociedad, donde las personas vean respetados sus derechos, vengan de donde vengan.

La universidad que vive inmersa en exámenes, investigaciones, acreditaciones, y en un mundo cada vez más exigente y competitivo, puede tomarse este discurso como algo “ingenuo o romántico”, pero Ellacuría no tenía nada de ingenuo. Prueba de ello es el gran trabajo que realizó como profesor, investigador y rector de la UCA, sabía que la tarea era difícil, pero ganaba la conciencia crítico-liberadora y la posibilidad de realización utópica.

La función liberadora y social de la universidad es urgente, y en el ámbito de la movilidad humana con mayor razón. Cuando volvemos la mirada a la realidad de tantas personas que huyen de situaciones complejas, que ponen en riesgo sus vidas, que buscan nuevos caminos y espacios para vivir en libertad y dignamente, la universidad debe estudiar con rigor, analizar con conciencia, denunciar a tiempo y destiempo e incidir con responsabilidad y altura ética.

Ojalá pudiéramos continuar profundizando en este tema tan interesante, nos lo impide la extensión del artículo, aún así cierro esta reflexión compartiendo parte del discurso que dio Ellacuría en la UCA en 1971: “La forma específica con que la universidad debe ponerse al servicio inmediato de todos es dirigiendo su atención, sus esfuerzos y su funcionamiento al estudio de aquellas estructuras que, por ser estructuras, condicionan para bien o para mal la vida de todos los ciudadanos. Debe analizarla críticamente, debe contribuir universitariamente a la denuncia y destrucción de las injusticias, debe crear modelos nuevos para que la sociedad (…) pueda ponerlas en marcha”.

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