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Unión Europea: Alemania marca el paso

Alemania ha sido el país que más ha aportado a las finanzas de la Unión Europea. Durante medio siglo, ha sido el motor del europeismo no solo para tener más cota de mercado sino también porque necesitaba una Europa fuerte para contrarrestar a la vecina y todopoderosa URSS. Con la caída del Muro de Berlín (1989) la presión soviética desapareció y los gobiernos alemanes empezaron a mirar hacia el Este, primero con la reunificación de las dos “Alemanias” (que haría al país más grande tanto demográficamente como económica y políticamente) y segundo por los nuevos mercados que se le abrían. Alemania tomó el mando de la Unión Europea, si es que no lo tenía, pero la Unión dejó de ser una cuestión de vida o muerte para Alemania y fue el momento en que los ciudadanos alemanes y algunos partidos políticos empezaron a cuestionar las grandes aportaciones económicas que el país venía haciendo a la Unión con el consiguiente incremento de sus impuestos. La crisis económica que llevó a la bancarrota a algunos países de la Eurozona y a “rescate” (público o camuflado) puso en pie de guerra a los ciudadanos alemanes porque dicen que mientras ellos se aprietan el cinturón en los países del sur se derrochaba el dinero y luego les piden ayuda. Las cosas y percepciones de los ciudadanos europeos han cambiado con respecto a la Unión. “El cambio producido en Alemania es tan notable que algunos hablan del fin de la cuarta Alemania (1945-1990), la Alemania europeísta de Adenauer y Schmidt y el comienzo de una quinta (la de Merkel) mas orientada al Centro y al Este de Europa y más próxima al hegemonismo de la época bismarkiana. Si esto fuera cierto, el proyecto europeo tal y como lo hemos conocido y como lo soñaron los fundadores habría llegado a su fin” (Europa en la encrucijada de A. Calderón y Luís Sols). Esperemos que esto no suceda y los que manejan el timón nos lleven a buen puerto.

La crisis económica ha puesto patas arriba el Estado del Bienestar. El neoliberalismo ha encontrado en esta crisis el caldo de cultivo para el desmantelamiento del Estado del Bienestar con el pretexto de que de que no se puede sostener. Y en esas están los gobiernos actuales haciendo “reformas estructurales” que conllevan cifras alarmantes de parados, precariedad en los trabajos, máximas facilidades para el despido de trabajadores, apuesta por lo privado frente a lo público… El resultado es una Unión Europea más pobre, más convulsa y menos solidaria como revelan los resultados de las recientes elecciones al Parlamento Europeo que han puesto en evidencia el malestar y el descontento de los ciudadanos con la dirección que están tomando la Unión Europea y sus líderes.

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