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¡Bienvenido, Francisco!

¡Bienvenido, Francisco!

cartas93-215x300-8281352Queridos lectores y amigos: el cardenal jesuíta de Buenos Aires, hijo de emigrantes italianos, Jorge Mario Bergoglio, es el nuevo obispo de Roma y Papa de la Iglesia católica con el nombre de Francisco. En dos días de reunión, los cardenales, en su quinta votación, han elegido al primer Papa no europeo que, además, viene del SUR.
A todos sorprendió el nombre del nuevo Papa que, vestido de blanco, salió al balcón del Vaticano con pose seria, pero no inseguro, y saludó a los presentes en la plaza de San Pedro:
«Hermanas y hermanos, buenas noches. Los hermanos cardenales han ido al fin del mundo para elegir al nuevo obispo de Roma». Agradeció a su antecesor Benedicto XVI el trabajo realizado en sus ocho años de pontificado y rezó por él, acompañado de los fieles, un Padrenuestro. Comenzamos el camino de la fraternidad y antes de dar su bendición, la pidió para él a todos los fieles congregados en la plaza, inclinándose hacia ellos. Este gesto inesperado e inolvidable de reconocimiento y humildad, de sencillez y cercanía, indica el talante del que quiere ser siervo de los siervos de Dios.
Francisco es el 266° sucesor de San Pedro y asume el cargo de obispo de Roma y Papa de la Iglesia en tiempos difíciles.
Escándalos, intrigas, ambiciones… perpetrados por los pastores de la Iglesia dan un gran anti-testimonio evangélico. La Iglesia necesita reforma y conversión: hay que reformar la curia vaticana y la estructura de la Iglesia para que sus dirigentes sean servidores de todos y no señores.
El banco vaticano debe mostrar transparencia y erradicar los rumores de ser un nido de blanqueo de dinero.
Hay que desmundanizar a la Iglesia contaminada por el poder, los honores y los privilegios. Hay que continuar con el Vaticano II haciendo realidad el ecumenismo y el diálogo inter-religioso. Hay que dar cauces para que la mujer pueda participar en la toma de decisiones de la Iglesia. Así mismo hay que ver vías nuevas de acceso al sacerdocio.
La Iglesia no puede perder de vista a Dios. Si no anuncia la Buena Noticia de Jesús y del Evangélio se convertirá en una penosa ONG.
Francisco, harto de la pobreza en Buenos Aires, animó a los obispos y curas de Argentina, a donar para los pobres lo que hubieran gastado en su viaje a Roma para asistir a su entronización.
Solo una Iglesia servidora de los pobres puede ser esperanza para el mundo.

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