Cierre de fronteras con permiso de la autoridad
Cuando creíamos que las puertas de las fronteras se iban agrandando nos encontramos con que cada día son más estrechas. Se levantan muros, vigilados por cámaras y policías, para que nadie los pueda saltar; se incrementa el número de policías para impedir y repeler las entradas por tierra, mar y aire de inmigrantes que vienen huyendo del hambre y de la guerra; se violan derechos humanos y hasta territoriales con permiso o sin permiso de los Gobiernos. Las fronteras se estrechan para las personas pero no para los capitales. El obispo de Tánger, el español Santiago Agrelo, ha denunciado públicamente la hipocresía con la que se está actuando en el caso de la inmigración: “es inaceptable que haya fronteras impermeables para los pacíficos de la tierra y se hagan permeables para el dinero de la corrupción, para el turismo sexual, para la trata de personas y para el comercio de armas; sorprende las mercancías y capitales tengan más derechos que los pobres para entrar en un país”.
Suiza ha dado un nuevo golpe a la inmigración de la mano del partido de ultraderecha Unión Democrática de Centro (UDC). El pasado nueve de febrero los suizos aprobaron en referéndum, aunque por un estrecho margen (50,3 por ciento frente al 49,7 por ciento), la reinstauración de cuotas de inmigración aplicables también a los ciudadanos de la Unión Europea. Varios Estados miembros, empezando por el Reino Unido, se han mostrado partidarios de aplicar este mismo principio a los ciudadanos europeos, cerrando, a cal y canto, las puertas a los inmigrantes de fuera de la UE. El verano pasado Alemania, Reino Unido, Holanda y Austria dieron un aviso a navegantes enviando una carta a la Comisión Europea pidiéndole que actuara contra los supuestos abusos que debido a la libre circulación de personas se daban en el estado de bienestar de sus respectivos países. Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional de Francia, ha rematado la faena pidiendo “que no escolaricemos a los hijos de los inmigrantes, no les demos ayudas sociales, ni alojamiento; lo de Ceuta y Melilla (España) se soluciona quitando la sanidad a los inmigrantes”. Y la señora Le Pen añade: “tenemos que poner en marcha una política disuasoria, lanzar una señal muy clara de que ya no tenemos nada que ofrecerles a los que africanos”. Lamentablemente, el discurso racista y xenófobo de la presidenta del FN está ganado adeptos no solo en Francia sino también en muchos países de la UE. Todos estos se olvidan de que para muchas personas la emigración es cuestión de vida y muerte y hoy por hoy en Europa nadie se muere de hambre. Culpar a los inmigrantes de la quiebra del “bienestar social” en los países de la UE es la gran trampa que nos están tendiendo y no podemos caer en ella.