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Emigración: tender puentes, en vez de construir muros

La historia de todas las naciones –y los países europeos no son la excepción– está marcada por los movimientos migratorios de entrada y de salida. Nada nuevo bajo el sol. El problema actual radica en que se quiere poner puertas al hambre y fronteras a la inmigración. Como las restrictivas leyes para controlar los flujos migratorios no solucionan el problema, los gobiernos acuden a métodos más expeditivos algunos de los cuales violan claramente los derechos humanos. España ha optado por la reinstalación de la “concertina” (alambre con cuchillas) que pone en peligro la integridad y la vida de las personas.
El arzobispo católico de Tánger, Santiago Agrelo, ha escrito una carta al ministro del Interior de España, Jorge Fernández Díaz, denunciando en nombre de toda la comunidad eclesial el uso de la “concertina”. En su carta, el arzobispo dice que “por sentido de responsabilidad, por amor a la justicia y por respeto a nuestros hermanos emigrantes pedimos a quienes tienen autoridad para hacerlo que dispongan la retirada inmediata de las “concertinas” instaladas en las vallas de Ceuta y Melilla porque causan dolor y muerte”. Por su parte, el ministro español ha declarado que “si alguien me convence de que hay medios disuasorios y pasivos que sean igualmente eficaces como las concertinas estoy dispuesto a rectificar”. Resulta difícil imaginar que solo se piense en levantar muros en vez de construir puentes. No estamos por la inmigración incontrolada pero ¿cómo explicar que tres millones de sirios estén huyendo de la guerra y la muerte y en algunos países se les deniegue el asilo?
El arzobispo de Tánger dice ser “testigo asombrado y apenado de que, en las fronteras del sur de Europa son vulnerados no pocos de los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de que nadie puede considerar respetuoso con la dignidad de las personas el hecho de que en 20 años, en estas fronteras, hayan muerto más de 20.000 jóvenes”.
Los obispos españoles de la Comisión Episcopal de Migraciones, en su mensaje con motivos del Día Mundial del Emigrante y Refugiado, dicen que “en un mundo rico que se defiende impidiendo la entrada a los pobres se necesitan más que “vallas”, solidaridad, acogida, fraternidad y comprensión. Y recomiendan pasar de la “cultura del rechazo” a la “cultura” del encuentro” la única capaz de construir un mundo más justo y más fraterno”.

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