Emociones en mi primer año de voluntariado
Tras tres años residiendo en París y asistiendo a misa en la Misión Católica Española de la rue de la Pompe, conocí al padre Carlos, quien confió en mi para que colaborase en el Servicio Social de esta parroquia. Y desde mi formación de carácter jurídico, para que pudiese contribuir con Gabriela a tirar adelante el proyecto de ayuda que ofrecen a los más necesitados que allí acuden.
Siendo una ciudadana de a pie, era totalmente ciega a una realidad paralela impensable de personas que buscan cualquier ayuda que se les pueda brindar, en un París, del Distrito XVI y en pleno siglo XXI.
Durante este año he visto a personas necesitadas (en el sentido más amplio de la palabra), unas desde agradecernos con lágrimas de emoción el mero hecho de haberles dedicado unos pocos minutos de cariño hacia sus hijos, hasta otras visitándonos de nuevo con lágrimas de felicidad por haberles ayudado a cambiar el rumbo de sus vidas.
He sentido el dolor del esposo que viene con lágrimas de desesperación por no poder alimentar a su familia. Y he oído historias dramáticas contadas por quien abandona su hogar soñando en tener una vida mejor.
He conocido a personas, a las que ya considero familia, de gran corazón y enorme generosidad que hacen posible que el Servicio Social funcione gracias a su dedicación y cariño totalmente desinteresado.
He padecido el desborde por la ingente tarea y me ha servido para darme cuenta de que esta es una labor que debemos hacer todos, y si no todos, aquellos que su sensibilidad les permite ver las injusticias y percatarse de que ellos son los grandes afortunados en este París, del Distrito XVI y en pleno siglo XXI.
Vivimos para amar. Vivimos para ayudar… y ayudar llena.
Elena Costa Sort
Abogada, madre de familia y voluntaria en el servicio social de la Misión Española en París.
