«Le dije al Papa: la universidad está al servicio de los emigrantes»
Julio Luis Martínez, jesuita, es desde abril de 2012 rector de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE, la universidad de los jesuitas en Madrid. Además de gallego (nació en Vigo en 1964), es doctor en Teología y licenciado en Filosofía por Comillas, y licenciado en Ética Teológica por la Weston School of Theology, de Cambridge (Estados Unidos). En la universidad de Comillas, antes de ser nombrado rector, ha sido director del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones, entre otras responsabilidades.
El área principal de estudio e investigación de Julio L. Martínez gira desde hace décadas en torno a la cuestión de la religión en la vida pública y de las relaciones entre liberalismo y catolicismo, así como la ciudadanía y la integración de las sociedades pluriculturales y plurirreligiosas en las que la migraciones son un fenómeno de capital importancia.
Ventana Europea: ¿Qué supuso para usted el tiempo que estuvo en la dirección del Instituto de Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas?
Julio Luis Martínez: Fueron tres años apasionantes en los que aprendí mucho sobre las migraciones y también sobre cómo dirigir y gestionar a un grupo humano rico y complejo compuesto por unas quince personas. El Instituto, que ahora va a cumplir veinte años de existencia, fue un centro pionero en España en la investigación sobre el fenómeno migratorio, anticipó las tendencias que luego se hicieron arrolladoras y que, aunque ahora están como entre paréntesis por la situación económica que vive España, volverán a ser muy importantes.
A mí me enseñó mucho y me permitió poner en diálogo, por un lado, a la teología moral y la filosofía política –las especialidades que yo práctico— con distintas ciencias sociales, jurídicas y económicas que practican otros miembros del Instituto. Yo entiendo ese diálogo no como un adorno opcional sino como constitutivo de la comprensión y comunicación teológica del misterio cristiano. A través de ese diálogo se pone en juego el encuentro entre la fe y la razón. Se trata de la razón humana abierta a la trascendencia, puesto que la verdad, incluso cuando atañe a la realidad limitada del mundo y del ser humano, remite siempre a algo que está por encima del objeto inmediato de lo que vemos y analizamos.
V. E.: ¿Qué ofrece actualmente la universidad al mundo de las migraciones?
J.L.M.: Además de varias potentes líneas de investigación, con muchos proyectos a lo largo de los años, ofrecemos un máster oficial y on line sobre el fenómeno de las migraciones contemporáneas, con mucha solera, que este curso queremos reformar para actualizarlo y darle un nuevo impulso. Queremos que se pueda cursar tanto en español como en inglés y que sea interesante para alumnos de cualquier lugar del planeta. Son retos que el Instituto está en condiciones de afrontar por los veinte años de experiencia que atesora. También tenemos un doctorado muy vivo en Migraciones dentro de la Escuela Internacional de Doctorado Comillas. En los últimos años se han defendido un buen número de tesis doctorales de alta calidad científica. La crisis ha afecto, pero el Instituto sigue adelante y es un centro de gran importancia para nuestra Universidad.
V. E.: Usted ha colaborado con la Comision Episcopal de Migraciones de la CEE. ¿Podría decirnos algunas pinceladas de lo que considera el papel de la Iglesia al respecto?
J.L.M.: Creo que hay una función importantísima en la pastoral de acogida hacia los hermanos y hermanas en la fe que vienen a nuestro país y darles entrada para que en nuestras parroquias, comunidades cristianas y centros sociales sean sujetos activos en todos los sentidos posibles. Aquí siempre hay una experiencia de mutuo don y enriquecimiento evangélico. Asimismo hay toda una reflexión de doctrina social de la Iglesia que hacer, recibiendo lo que ya tenemos e implicándose en que siga dando frutos. Creo que la propuesta moral que se nutre en la fe en Jesús vivida por los creyentes y las comunidades es muy valiosa no solo para nutrir ad intra a la Iglesia sino para el conjunto de la sociedad. Hemos de buscar modos de hacer llegar a la gente ajena a la Iglesia la vida y la reflexión que generamos en torno a las migraciones y creo que en esa tarea es imprescindible la sinergia y la relación efectiva que podemos crear entre los centros universitarios de investigación y docencia como nuestro Instituto de Comillas y los centros pastorales y sociales de la Iglesia. Hay que hacerlo con humildad pero con la certeza de que tenemos algo bueno que contar y que es para el bien de las personas y de la sociedad. La justicia que brota de la fe en Jesucristo, con su opción preferencial (que no excluyente) por los pobres, es una gran noticia que debemos comunicar con palabras pero sobre todo con obras. “Predicar y dar trigo”, tal como está haciendo el papa Francisco.
V. E.: ¿Las manifestaciones del papa Francisco sobre las migraciones son un nuevo aliento al trabajo con estas personas…
J.L.M.: Desde luego el papa Francisco ha dicho ya cosas muy directas sobre los migrantes y refugiados, en especial sobre aquellos que viven situaciones más duras y de mayor vulnerabilidad. Se le nota una preocupación enorme en relación a la peripecia humana de tanta gente que busca una vida mejor y que no pocas veces termina en tragedia. Se ha movido y conmovido ante alguna de las tragedias de los últimos meses y ha conseguido agitar las conciencias dentro y fuera de la Iglesia. El papa Francisco visitó Lampedusa y expresó su indignación y dolor por el sufrimiento desesperado de los inmigrantes; con él muchos nos hemos sentido en solidaridad y el deseo de “dejar llorar el corazón”. Con su modo de proceder estamos entendiendo cuánto puede hacer la Iglesia de los pobres no solo en la base de la gente que trabaja a pie de obra, sino en la altura del servicio que presta el sucesor de Pedro en Roma. Cuando el 25 de mayo pude saludar al papa Francisco en el Vaticano le di de todo corazón las gracias por lo que está haciendo y cómo lo está haciendo, y puse a la Universidad Pontificia Comillas a su disposición. Al decirle eso pensaba también en sus palabras y obras concretas a favor de los migrantes y refugiados.V.E.: El libro Ciudadanía, migraciones y religión (2007), del que usted es autor ha obtenido el Premio Internacional Economía y Sociedad, de la Fundación Centesimus Annus – Pro Pontifice, en su primera edición, cuyo objetivo es promover el conocimiento del pensamiento social cristiano. ¿Podría hacer una valoración del mismo?
J.L.M.: El premio ha sido para mi libro ex aequo con el de Stefano Zamagni “L´economia del bene comune”. Ha sido para mí un honor recibir el reconocimiento que da el galardón, y además recibirlo conjuntamente con el eminente profesor de la Universidad de Bolonia, uno de los más destacados asesores del Vaticano para temas de economía.
En este libro afronto el estudio del fenómeno migratorio, una de las realidades más acuciantes de la actualidad, revisando los modelos de ciudadanía de la filosofía existentes y confrontándolos con la Doctrina Social de la Iglesia. Mi objetivo es el de contribuir a pensar nuevas formas de organizar las relaciones entre los seres humanos; eso requiere también estudiar las conexiones entre cultura, religión y ética, plantear las posibilidades del diálogo intercultural y revisar el papel de las religiones en la vida pública.