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Un número muy francés

Queridos lectores y amigos: este número de Ventana que tienes en las manos nos ha salido muy fráncés. Y es que la ocasión merece la pena. Cien años de la Misión Católica de Lengua Española en París es una ocasión excelente para conocer un poco de la historia de esa misión (está a punto de salir un libro con la historia pormenorizada de la misión, escrito por el padre Alba, claretiano), así como para recordar el trabajo que desde todas las misiones europeas se sigue haciendo, a pesar de que «los obreros son pocos» y mayores. Una inyección de clero joven en las misiones católicas, ahora que la emigración española está reverdeciendo, no vendría nada mal.
 
Un abrazo y mis más afectuosa felicitación a los Misioneros Claretianos que, con tanto cariño y dedicación, han mantenido viva la Misión en París.

José Antonio Arzoz.
Director de Ventana Europea (Alemania)

 
No a una economía de la exclusión
 

No a una economía de la exclusión


“53. Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».
54. En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un meroespectáculo que de ninguna manera nos altera»
 
Papa Francisco.
Evangelii gaudium, nn. 53 y 54.
 

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