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Cada mes de este 2022 traerá sus alegrías y sus esfuerzos
Cuentos de Navidad en Bruselas

<span style='color:#27509b;font-size:18px;font-weight:500;'>Cada mes de este 2022 traerá sus alegrías y sus esfuerzos</span><br> Cuentos de Navidad en Bruselas

Bruselas con su lluvia fría. Navidad o Fiestas de invierno. Hay que poner cuidado si saludas a alguien porque lo más seguro será felicitarle “las fiestas”. Navidad con abundantes luces en las calles dibujando campanas, no creo que de Belén, y otras muchas estrellas volantes.

Jorge Puig. Bruselas

La catedral alberga 25 belenes de distintas comunidades de origen extranjero: coreanas, japonesas, filipinas, polacas, españolas y latinas.
Es la tradición. Toda la nave y el crucero con proyectos originales representando el Misterio.

El nuestro es más clásico. Un terreno llano con muchas figuras: pastores con sus ovejas, el herrero y el fuego de su fragua, los tenderos y comerciantes, el hortelano en su huerto de patatas, y mujeres con su cesto llegando a su casa. Y en el fondo y en el centro un humilde nacimiento. El niño duerme o lo hace ver.

En las casas de los emigrantes españoles, –que quedan ya pocos porque los de los años terribles de 1960 y 70 han ido desapareciendo y sus hijos tiran más a ser belgas y es que se lo pide su trabajo, sus estudios, sus amigos–, aún mantienen un belén humilde porque a la abuela le gusta, pero no podrá faltar el árbol de Navidad con luces brillantes multiplicadas. Y en las de los latinos lo mismo, fieles a la tradición de su país, con figuras traídas de allá, porque Navidad sigue siendo la fiesta principal de familia en el año. Lo es. Nos llamamos, nos felicitamos, no precisamente porque nos haya nacido el Salvador, pero es algo que nos pide el cuerpo y tal vez el alma. En esos días, ningún país está lejos, sea Honduras o Perú o Chile.

Aquí la fiesta de Reyes no existe. Hasta es día laborable y la liturgia no los menciona. Los celebró el domingo. Nuestra fiesta aquí es desapercibida. No hay cabalgata ni niños curiosos e inquietos esperando a los reyes en la noche. Todos fueron compensados días antes, por Navidad.

Y llega enero, con su lluvia y su trajín ordinario. Las rebajas ya fueron. Queda la obligación diaria y el año por delante con su Covid–19, su inflación, sus parados y sus mendigos que no faltan.

Y cada mes de este 2022 traerá sus alegrías y sus esfuerzos.

Los niños irán hacia arriba. Y los adultos se moverán sin poder leer un rato, sin pensar con calma, sin hacer planes que se frustarán si la pandemia lo sabe, y también con poca vida de espíritu. Es el signo de nuestro año nuevo.

Como siempre, si estás vivo, trabajarás, y si no trabajas te morirás de asco en las aceras.

Bruselas no es una ciudad muy grande aunque sí está muy extendida, agraciada con parques y lagos.

Es una ciudad premiada con su título de Capital de Europa. Bruselas es Europa por su cultura, su refinamiento, sus finanzas, sus restaurantes y teatros a los que acudirás si llevas encima tu pasaporte anticovid.

Y a la vez, con sus emigrantes perdidos, recién llegados, que aún no saben qué hacer. Y también con necesitados y silenciosos que sobreviven día a día por su esfuerzo y su voluntad.

Ahora las luces se apagan, se retiran los árboles navideños y los escaparates vuelven a ser lo de siempre. Y la “grande place” seguirá hermosa aunque sin su árbol muy alto delante del ayuntamiento y también sin su nacimiento gigante con una Virgen y un José de alta talla que adoran al Niño y que son protegidos durante la noche para que no les asalten aunque sean pobres y tengan muy poco.

Y pronto Bruselas volverá a ser lo que era. Ciudad laboriosa, libre, con voluntad, moviéndose a su manera en este año nuevo, gobernada por sus políticos elegidos y amenazada con ese Covid que aparece y cierra todo lo que alcanza, aleja el turismo y acobarda a su gente.

Bruselas sigue hermosa a pesar de su lluvia y de sus aceras endemoniadas, y sus parques serán lo que siempre han sido, descanso, naturaleza, aire puro.

Y los almacenes serán frecuentados porque hay mucho que comprar y las iglesias seguirán vacías porque ya no hay que rezar a ná.

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