La emigración, testimonio de fe
La inmnigración también estuvo presente en la visita de Benedicto XVI a España. Varias fueron las presencias de los jóvenes emigrantes en la JMJ. Destacamos dos de ellas: Festival Jóvenes Migrantes y el Via Crucis en la Castellana.
Organizado por las Misiones Catolicas de Emigrantes en Europa, por la Familia Scalabriniana y apoyados por la Comisión Episcopal de Migraciones, más de 600 jóvenes –españoles y extranjeros– relacionados con las Migraciones se reunieron en un Festival en la Ciudad Universitaria. Se trataba de hacer un canto a la esperanza desde sus propias experiencias migratorias. Se celebró el día 17 de agosto, con varios stands de bienvenida (España, Ecuador, Perú, Colombia, Scalabrinianos, etc.) y con el apoyo musical de Scalamusic, coro de jóvenes de Madrid, grupo de cantores de Bolivia, Perú, grupo de inmigrantes de La Mancha, Asociación de Ecuatorianos Ruminahui, etc., intercalando distintas actuaciones, danzas propias, así como reportajes en audio y video y, por supuesto, testimonios de jóvenes inmigrantes. También diez de ellos fueron invitados por la Organización de la JMJ a contemplar el desarrollo del Via Crucis en uno de los lugares propios de alguna estación del Viacrucis. Para ellos iban dirigidas estas palabras:
Están llegando. «La vida cristiana es un viaje. Por eso no esperes una gran fuerza antes de partir, pues la inmovilidad te debilitaría más. No esperes ver muy claro antes de empezar; uno tiene que caminar hacia la luz».
Hay muchos inmigrantes, por ejemplo los que ahora provienen del Norte de África, que estarán en los momentos previos al comienzo de sus largos viajes (a pie, en patera, o en buques destartalados, escondidos, o abiertamente protegidos por las mafias de turno…). Con miedo, pero decididos porque “quieren caminar hacia la luz”. Quizás hacia la luz de “plástico” del Norte que desean, o quizás huyendo de los estallidos “luminosos” de las mil bombas actuales (las de la miseria y las otras) que les impiden ver la luna en sus hogares de origen; pero lo más seguro es que lo que buscan es la luz de la dignidad humana.
Y así se cruzan los deseos de los dos tipos de caminantes: ellos, inmigrantes; y vosotros, jóvenes de la JMJ. Ambos queréis hospitalidad y comunion. Con una profunda convicción común: a través del rostro del prójimo –extranjero o no– y de las situaciones de sus vidas, el Señor sale en el camino a nuestro encuentro y nos habla.
Gracias por vuestra respuesta generosa a la invitación que el Papa os ha hecho en medio del Pueblo de Dios en Marcha, un pueblo peregrino y caminante, que es la Iglesia. Que estos días os lleven a seguir acercándoos a cualquier desplazado de los caminos de la tierra. Que confiéis vuestros mejores sueños por construir un mundo fraterno, solidario y libre a María, Estrella de los Mares. Y, para que esta Jornada no se flor de un día, os pedimos que cultivéis su eco al volver a vuestras comunidades en donde siempre habrá un extranjero (o ¡muchos¡) a quien ofrecer hospitalidad y comunion.
Aquí, en Madrid, ciudad multicultural y alegre, os esperan entre otros muchos, los que llegaron hace tiempo: Saúl, sudamericano voluntario que entra de vez en cuando en los CIES (Centros de Internamiento para Extranjeros) y se quedó impresionado el primer día al ver las huellas recientes y húmedas de los dedos y los labios que alguien dejó impresas en el cristal de la ventanilla que separa la comunicación entre el interno y su familia Quizás no pudo en su momento tocar ni besar a la amada que al día siguiente pudo ser retornada porque no la volvió a ver. Benjamín, que llegó en patera hace años desde el Camerún, que descubrió la fe y la acogida en la Iglesia y que ha querido bautizarse aquí, aunque esto no le libre de detenciones arbitrarias y de procesos prolijos de regularización. Louis, del Congo, que se dedicó en cuerpo y alma a formarse en España como agente diocesano de pastoral migratoria mientras trabaja un dia sí y mil no. Tonila, albanesa, defensora de los migrantes italianos en Europa y estos días entre nosotros porque quiere contemplar el Via crucis con otros jóvenes de su tierra,…Y tantos otros que como ella podrían llevar la cruz del Via Crucis porque saben de verdad lo que es un juicio injusto, desprecios, rechazos, caídas, despojo de su dignidad… y muerte en los bajos de un avión, o en las aguas del Estrecho teniendo solo como testigos a las estrellas.
Desde tantos cristianos de esta Iglesia de acogida y desde los hombres y mujeres de buena voluntad os decimos: A vosotros que queréis construir la vida “enraizados y afirmados en Cristo y firmes en la fe” os pedimos lo que la fe hace posible: ¡Que el corazón vea a un hermano allí donde muchos ojos, quizás demasiados, han visto “solo” a un emigrante!