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Las puertas y fronteras, cada vez más estrechas

Las puertas y fronteras, cada vez más estrechas

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r97-1-200x300-8430181Lo que se temía en la mayoría de los países de la Unión Europea, y casi en la mitad de los ciudadanos helvéticos, sucedió: el 50,4 de los participantes en el referendum sobre la controvertida consulta “Contra la migración en masa” ha decidido limitar la entrada de ciudadanos de la Unión Europea, y del resto de países, para trabajar en Suiza. Para ello se aplicarán cuotas anuales que deberán aplicarse de aq
uí a tres años. En definitiva, los inimgrantes lo van a tener bastante más dificil para encontrar empleo en la nación trasalpina. Pero hay que preguntarse: ¿los suizos van de ricos o es que está aumentando la xenofobia? ¿Pero aumenta solo en Suiza? ¿Los “cierres” de fronteras a los inmigrantes no intentan conseguir los mismo?

Los suizos tienen miedo. Tienen la sensación de que en su país no hay sitio para todos y que ha llegado el momento de cerrar un poco más la puerta. Es lo que se escucha por la calle. ¿No ocurre lo mismo en España y en otros países de la UE donde se dice con la más supina de las ignorancias que los extranjeros vienen a quitarnos el trabajo?
Pero allí, un partido de ultraderecha, la Unión Democrática de Centro (UDC) se puso manos a la obra y consiguió que se convocara el referendum “Contra la migración en masa”. El argumento de los ultraconservadores era que la inmigración no solo había aportado mano de obra a Suiza, sino también un aumento de desempleados que sacan provecho del sistema social y terminan viviendo de las subvenciones públicas.
Y lo curioso es que en los últimos quince años, cada vez que se ha hecho un refrendum para ampliar la política migratoria, los suizos han estado dispuestos a la apertura de l

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as fronteras. Es lo que ocurrió en el año 2000 (dijeron que sí sobre la libre circulación de personas con la Unión Europea), en el 2005 (se amplió el derecho a los nuevos países miembros); y en el 2009 (cuando se mplio el derecho a rumanos y búlgaros). Pero veamos, antes de nada, los hechos y sus consecuencias para poder sacar conclusiones.
LOS HECHOS
En el último número de Ventana Europea deciamos que “esa prosperidad [la de Suiza] no es bien interpretada por todos, ya que todo ello ha acarreado un mayor coste de las casas, las carreteras están saturadas de vehículos… y eso es lo que ha provocado descontento en una parte de la población. Así las cosas, la UDC ha lanzado esta campaña contra la inmigración masiva y, como consecuencia, renegociar con la Unión Europea la libre circulación de personas y que, en caso de contratos de trabajo se dé siempre prioridad a los suizos”.
Y los suizos aprobaron el pasado 9 de febrero por un estrecho margen la reinstauración de las cuotas de inmigración, que también se aplicarán a los ciudadanos procedentes de la Unión Europea. La propuesta ha sido aprobada con un 50,3% (1.463.954 votos), frente al 49,7% que la ha rechazado (1.444.438 votos), con una participación del 56,5%, según datos oficiales. Una diferencia de 19.516 votos.
La propuesta ha logrado además el apoyo en una mayoría de los cantones que conforman la confederación suiza, otra de las condiciones necesarias para su aprobación. El sí a la imposición de restricciones a la inmigración ha contado con el apoyo mayoritario de la población en las regiones germano e italoparlantes, mientras que el no ha ganado en las zonas francófonas del oeste del país.
Así pues, la UDC busca reintroducir las cuotas de entrada de extranjeros en el país y renegociar con la Unión Europea los términos del acuerdo sobre la libre circulación de personas, conocido como Acuerdo de Schengen, lo que afectaría a los hasta 80.000 trabajadores extranjeros –tres cuartas partes de ellos procedentes de países de la Unión Europea– que llegan cada año a Suiza desde la introducción hace 15 años del acuerdo de libre circulación con la UE.
De acuerdo con el texto de la iniciativa, Suiza y la Unión Europea tendrían un plazo límite de tres años para renegociar el acuerdo de libre circulación.
PRIMERA MEDIDA Y RESPUESTA DE LA UE
El colegio de comisarios europeos está examinando las “implicaciones políticas y jurídicas” del resultado del referéndum. “La libre circulación de personas forma parte de los acuerdos que tenemos con Suiza, acuerdos que dan entre otras cosas un acceso a nuestro mercado interior. Ahí no podemos aceptar restricciones como las que se han votado ayer (por el domingo) sin que esto tenga consecuencias sobre el resto de los acuerdos que tenemos con Suiza”, ha dicho la portavoz del Ejecutivo comunitario, Pia Ahrenkilde, quien ha tratado no obstante de desvincular el referéndum suizo de iniciativas de varios Estados miembros, liderados por Reino Unido, que también han propuesto introducir cuotas a la entrada de ciudadanos europeos.
El presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, ha admitido que está “decepcionado” por la aprobación del referéndum y ha advertido de su posible impacto para el comercio bilateral dado que es “difícil” limitar la libre circulación de europeos sin restringir también el comercio de bienes y servicios.
La primera medida ha sido que Suiza ha renunciado a abrir las puertas a Croacia (incorporada a la UE en julio pasado), pese a tener un pacto previo con Bruselas para comenzar a aplicar la libre circulación a los nuevos ciudadanos comunitarios.
Como consecuencia, la Comisión Europea ha paralizado las negociaciones que mantenía con Suiza para determinar su participación en los grandes programas de investigación y en el proyecto Erasmus. El Ejecutivo comunitario ha decidido congelar los contactos.
La participación suiza en los programas educativos y de investigación es de gran interés para ambas partes. La confederación helvética contribuye al presupuesto comunitario en esos dos apartados pero a la vez se beneficia ampliamente de ellos. El alto nivel de desarrollo e innovación de la economía suiza la convierten en receptora de una parte significativa de los fondos de investigación.
Además, Bruselas ya había paralizado unas negociaciones sobre mercado eléctrico previstas también para estos días. Y de forma preventiva se habían cancelado reuniones técnicas de los programas de investigación, antes de adoptar en firme la decisión de paralizarlas.
LA UE Y SU PARADOJA
Pero ¿es que los suizos son tan egoistas?, ¿es que les importan muy poco los que no son nacidos allí? Pues, ciertamente, no lo es más que el resto de los países de la UE. Suiza ha expresado en las urnas lo que otros países europeos llevan meses sugiriendo: que en tiempos de crisis, vale más cerrar la puerta al extranjero y concentrarse en proteger al nacional. Ese discurso, que sigue sin tener en cuenta la multitud de estudios y estadísticas que lo desacreditan, ha calado hondo en algunos de los grandes socios de la Unión Europea.
Los recelos al inmigrante, incluso al que exhibe pasaporte europeo, se consideraron primero una excentricidad más de Reino Unido. Poco a poco los importantes de Europa como Alemania, Holanda y Austria —todos ellos países ricos— se sumaron a esa corriente. Ahora la votación suiza enfrenta a los europeos con sus propias contradicciones. Porque buena parte de los ciudadanos que viven y trabajan en Suiza son italianos, alemanes y franceses, lejos del estereotipo del comunitario sureño.
Las propuestas suizas son, en realidad, muy similares a las que ha lanzado Reino Unido, con el doble agravante de que en el caso británico ha sido el Ejecutivo el impulsor de la iniciativa y que esta no se dirigía solo contra inmigrantes en general, sino contra algunos miembros del club al que Londres pertenece: la Unión Europea. Y es que, según dicen las encuestas, el partido ultranacionalista UKIP está subiendo en la intención de voto y se le pronostica hasta un 25 por ciento en la elecciones euroepas de mayo. Ante ese temor, el gobierno de David Cameron ha hecho suyas las propuestas de medidas en contra de los inmigrantes más pobres.
Con este caldo de cultivo, Londres intentó una rebelión interna contra la Comisión Europea para evitar que decayeran en enero de este año las últimas restricciones laborales que nueve países mantenían frente a rumanos y búlgaros, que se incorporaron al proyecto comunitario en 2007. Ante la negativa de Bruselas, Cameron desistió, pero fue solamente una maniobra para tomar impulso: la popular ministra de Interior, Theresa May, acudió a Bruselas con una propuesta aún más radical: imponer cupos de entrada a los propios ciudadanos de la UE —justo lo que ha aprobado Suiza—, una medida que dinamitaría la libre movilidad de ciudadanos, seña de identidad europea.
Pese a todo, Cameron ha logrado cambiar la legislación para restringir el acceso que tienen los extranjeros —europeos incluidos— al sistema de protección social. Bruselas observa constantemente los movimientos británicos para ver si contravienen la normativa comunitaria.
Tras haber mostrado en varias ocasiones su comprensión hacia las inquietudes británicas, Alemania emitió la señal más peligrosa cuando los democristianos bávaros de la CSU, el partido hermano de la CDU de Angela Merkel, abogaron por restringir las prestaciones sociales a rumanos y búlgaros. El partido socialdemocráta, ya integrado en la gran coalición de Gobierno, salió inmediatamente a desacreditar esas intenciones, aunque Alemania está lejos de haber escapado a la corriente populista.
El verano pasado, Alemania, Reino Unido, Holanda y Austria remitieron una carta a la Comisión Europea pidiendo que actuara contra los supuestos abusos en el Estado de bienestar que les ocasionaba la libre circulación de personas. Bruselas respondió con un estudio que desmontaba casi todos los mitos asociados a este derecho.
Lejos de ser multitud, el número de ciudadanos comunitarios mayores de edad inactivos que residen en otro país miembro apenas alcanza el 1% de toda la población de la UE: unos cinco millones de personas. Y el 13% de ellos son estudiantes, según ese estudio. Unos datos que en buena parte de los países ricos quedan sepultados por los tópicos antiinmigración
“INMIGRACIÓN DE LA POBREZA”
Cuando estamos cerrando la edición de este número de Ventana Europea salta la noticia de que en Alemania se proponen conceder un plazo de entre tres y seis meses para que los inmigrantes de otros países de la Unión Europea puedan encontrar un trabajo en Alemania. Si al cabo de ese tiempo no han encontrado un empleo deberán regresar a sus respectivos países.
Lo que se busca es implementar una serie de medidas destinadas a impedir que la llamada “inmigración de la pobreza”, que protagonizan los trabajadores rumanos y búlgaros –sobre todo los gitanos que viven en esos dos países–, utilice la libertad de circulación que garantiza la Unión Europea y se aproveche del sistema social alemán.
La medida, además de frenar la inmigración de trabajadores búlgaros y rumanos, también afectará al resto de los inmigrantes europeos, incluidos ciudadanos españoles, que llegan a Alemania a buscar trabajo.
Los primeros en reaccionar fueron Los Verdes: “Esta medida no es compatible con el derecho de la Unión. Los ciudadanos de la UE no necesitan un permiso de residencia alemana, ya que solo necesitan registrarse en las oficinas correspondientes. En una Europa libre y democrática no se puede limitar el derecho de residencia de los ciudadanos de la UE para la búsqueda de empleo”.
La norma europea reconoce a los europeos el derecho a entrar y residir libremente en cualquier Estado miembro durante tres meses. A partir de ahí, los Estados pueden decidir otorgar este derecho únicamente a quienes tengan un trabajo, quienes dispongan de medios suficientes par vivir (y un seguro de salud) o a estudiantes que acrediten también recursos suficientes para mantenerse. En el caso de trabajadores que hayan quedado en paro, se les debe dar un mínimo de seis meses para encontrar otro empleo. Fuera de estos casos, las autoridades pueden expulsar al trabajador, una posibilidad apenas utilizada hasta que llegaron los recortes presupuestarios para los asuntos sociales.
El informe de 133 páginas elaborado por un panel de expertos de varios ministerios, que lleva por título “Cuestiones jurídicas y desafíos en el uso de los sistemas de seguridad social por parte de los nacionales de los Estados miembros de la UE” también pone énfasis en la lucha contra el fraude social que llevan a cabo en Alemania los inmigrantes que llegan desde Europa del Sur y del Este.
Todo viene de la idea de endurecer el control de la llegada al país de los inmigrantes pobres, como deciamos anteriormente. A comienzos de año en Baviera, el Estado federado más rico de Alemania, decidió (igual que ha hecho la CDU en Suiza) volver a publicitar esas ideas de la derecha para impedir que miles de rumanos y búlgaros puedan viajar a Alemania para buscar trabajo y disfrutar del sistema social que ofrece al país a sus trabajadores.
Y la que no podía responder de otra manera ha sido Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional Francés. En una entrevista al diario El Mundo ha declarado que “mientras que Europa mantenga una política atractiva para los inmigrantes, nadie les parará. Hay que poner en marcha una política disuasoria, lanzar una señal muy clara que diga que ya no tenemos nada que ofrecerles. No escolarizaremos a sus hijos, no les daremos ayudas sociales, ni alojamiento… Lo de Melilla se soluciona quitando la Sanidad a los inmigrantes. Si no lo hacemos así, seguirán viniendo por miles a probar suerte en el Estrecho”.
Hace ya bastantes años a un amigo (tendría unos seis años) de mis hijas le pidieron en el colegio, con motivo del Día del Domund, que hiciera un “trabajo” de fotos sobre los niños pobres. Él, ni corto ni perezoso, pegó en su cuaderno una foto de Michael Jordan, famoso baloncestista norteamericano, y negro, en aquellla época. No sabía el amiguito que negro y pobreza no es lo mismo. En estos momentos, a Jordan se le hubiera puesto alfombra dorada y plateada para que viniera a Euorpa, y no por ser negro sino por ser rico. En el fondo, cuestión de dinero. A los “emigrantes” ricos nadie les echa, las leyes no les afectan, el cierre de fronteras solo afecta a los pobres.

Población extranjera en Suiza

A fines de 2013, residían en Suiza 1.886.630 ciudadanos extranjeros, un 3,4% más que el 2012. Casi el 70% son ciudadanos de un país miembro de la Unión Europea o de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA).
Los italianos son los más numerosos, con más de 300.000 personas (16%), delante de los alemanes (293.156), portugueses (253.769) y franceses (110.190). Los españoles, con 75.387, ocupan el séptimo lugar.
El balance migratorio para el año 2013 es positivo, con 81.000 nuevas llegadas, un 10,6% más que el año precedente.
Los grupos de ciudadanos de la UE/EFTA que más aumentaron en 2013 son: portugueses: 15.703, alemanes: 7.777, italianos: 6.895, y franceses: 6.261.

Actualmente ¿quién puede trabajar en Suiza?

En Suiza, cada año, el Gobierno establece un cupo máximo de permisos de trabajo para los ciudadanos de terceros países (extracomunitarios).
Para el periodo de junio de 2013 a mayo de 2014 están previstos 5.000 permisos L (corta duración) y 3.500 permisos B. (Ver cuadro de permisos de trabajao en la página siguiente).
La inmigración de la UE está parcialmente sometida a contingentes. El acuerdo de  libre circulación de personas concede a Suiza durante diez años el derecho a frenar la llegada de trabajadores comunitarios. El gobierno helvético no podrá invocar la denominada cláusula de salvaguarda después del 31 de mayo de 2014.
Entre junio de 2012 y mayo de 2013, el número de permisos B para los ciudadanos de la UE (17 países) fue de 53.712 y de 2.180 para el resto de los ciudadanos comunitarios (Europa del Este).

Cuatro tipos de permisos de trabajo en Suiza

Obtener un permiso de trabajo en Suiza depende de varios factores, como el país de origen o el tipo de trabajo del solicitante. Además, depende de si se es ciudadano de la Unión Europea (UE) y/o de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) (a quienes generalmente se les permite entrar y buscar trabajo en Suiza durante tres meses, ampliable hasta los seis), o ciudadano del resto de los países (los denominados Terceros Estados). Estos deben poseer un contrato de empleo garantizado por el empleador y el correspondiente visado de trabajo antes de entrar en el país (una oferta de empleo no es suficiente para obtener el permiso).
Si eres ciudadano de la UE/EFTA
Los ciudadanos de la UE y de la EFTA se benefician de la libre circulación de personas vigente desde 2002 y actualizada en distintas ocasiones. En términos generales, los acuerdos les conceden el derecho de entrar, residir, buscar empleo o establecerse con un trabajo propio. El acceso de los nacionales búlgaros y rumanos al mercado laboral está regulado por normas provisionales hasta abril de 2016.
Permiso corto: Se le conoce también como “Permiso L”. Está pensando para estancias no superiores a un año aunque cabe la posibilidad de renovarlo por una vez más. Este tipo de permiso está condicionado por una empresa y un contrato de trabajo determinado, es decir, si una vez allí cambias de trabajo seguramente no te concederán otro permiso.
Permiso de residencia: También conocido como “Permiso B”. Para un año, con opción a renovación. Tiene validez de cinco años y es automáticamente prolongado por otros cinco si se mantiene la relación laboral. Las personas que quieren trabajar por cuenta propia pueden obtener un permiso B de cinco años si demuestran que tal actividad autónoma es rentable. Este permiso es para los profesionales y especialistas no europeos.
Permiso fronterizo o “Permiso G”. Para aquellas personas que trabajan en Suiza pero que viven en un país vecino. Las personas que viven en países vecinos junto a la frontera de Suiza pueden ir a trabajar a Suiza y volver a su casa ya que la cercanía lo permite. Con este permiso no se puede ni vivir en Suiza y no es posible convertirlo en un permiso de residencia.
Permiso de residencia permanente: El “Permiso C”. Permite vivir en Suiza y renovarlo de forma indefinida. Generalmente se otorga a las personas que contraen matrimonio con ciudadanos suizos o que llevan viviendo en Suiza más de 10 años entre otros casos concretos. Con este permiso se puede vivir y trabajar sin ningún tipo de restricción en Suiza.
Si no eres ciudadano de la UE ni de la EFTA
Los trabajadores de los denominados terceros estados, es decir, que no son de países pertenecientes a la UE ni a la EFTA, deben poseer un contrato de trabajo. Las normas para conseguir uno son mucho más estrictas que para la mayoría de los europeos y suelen estar vinculadas con el empleo. Conseguir una oferta de trabajo es solo uno de los muchos pasos que hay que dar para obtener un permiso.
El ciudadano de un tercer estado puede ocupar un puesto de trabajo en Suiza solo si no es posible cubrir esa vacante con una persona del mercado laboral suizo o de alguno de los países de la UE y de la EFTA.
Quienes tienen mejores oportunidades para acceder a este tipo de permiso son los directivos, especialistas y personal de cualificación superior; es decir, con títulos universitarios y experiencia profesional.

Con la subvención de:
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