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Las vallas del escándalo y la verguenza en Ceuta y Melilla

Las vallas del escándalo y la verguenza en Ceuta y Melilla

tc97-300x183-2991622No es este un artículo para dar datos y más datos. Cuando esta revista esté impresa habrán saltado la valla o muerto no sé cuantos inmigrantes más. Nos quedamos en la mayoría de las ocasiones en unos datos que no solucionan el problema. Hasta que no se acabe la pobreza y se solucionen las injusticias en los países subsaharianos, el problema seguirá existiendo.

Todos confiaban en una decisión por parte de Marruecos que tranquilizara el debate y la tensión generada en torno a las vallas. Si para ello hacía falta el dinero de la Unión Europea, ¡solución fácil y todos contentos! Si había que apremiar al personal diciendo que eran riadas de miles y miles de africanos los que se acercaban a las fronteras, pues ahí van los titulares de las portadas anunciando que eran 30.000 y, a los pocos días, 40.000, para más tarde decir que unos 80.000. Y todo adobado con la estrategia de una ¿misteriosa y poderosa mafia? que manejaba a los africanos como si de un disciplinado ejército se tratase. Hasta ha habido voces que hablaban de una planificada invasión musulmana. ¡Qué de hipocresía y de mentira en todo este debate mediático y político!
Parece ser que Marruecos con la ayuda de las batidas de la gendarmería y de alguna compañía del Ejército intenta desactivar la tensión migratoria en las fronteras de Ceuta y Melilla y dispersar a los africanos subsaharianos hacia otras ciudades del interior. Antes eran arrojados al desierto arenoso y ahora se les abandona en el “desierto de cemento” de las grandes ciudades para no molestar a Europa. Según las últimas noticias, muchos se concentran en las puertas de las Cáritas de la Iglesia católica y de las ONGs, solicitando ayuda para sobrevivir, mientras estas instituciones y entidades se ven incapaces para atender y dar una respuesta en condiciones.
Después de tanto tiempo pasado, tras las supuestas investigaciones y comisiones informativas, cuando las aguas ya se han calmado, aún seguimos sin enterarnos de qué pasó el famoso 6 de febrero en la frontera de Ceuta. Y no se es capaz de hacer un análisis veraz y una autocrítica sincera de lo mal que se gestionó ese día y tantos otros días, meses y años, el paso fronterizo. Aquí los únicos culpables de todo siempre son los inmigrantes.
Los que vivimos por el Sur llevamos mucho tiempo –una eternidad– asistiendo a una deficiente gestión del control migratorio en el Paso del Estrecho por parte de todos los que tienen algo que ver en este asunto: Reino de Marruecos, España y Unión Europea. Y contemplando las vergüenzas y desvergüenzas a un lado y otro de las vallas.
LOS CADÁVERES, PARTE DEL PAISAJE
Año tras otro, desde la impotencia y la rebeldía interior, se nos sigue helando el corazón con cada rescate o desaparición de un inmigrante fallecido, ya sea un joven africano, varón o mujer, o sea un bebé. Sucede todos los años. Unas veces en esta orilla y otras en la de enfrente. Los cadáveres ya forman parte de este paisaje. A veces, nos toca enterrar a los muertos con la mayor dignidad posible. Otras veces, el mar se los tragó y solo el cielo y las estrellas acompañan el llanto del Dios misericordioso por todos esos hijos muertos. Y todos los que tienen algo que ver en este asunto, miran para otro lado, porque la culpa de los fallecidos en las dos orillas del Estrecho, siempre la tienen los muertos.
Hay un hálito de esperanza en medio de las aguas del Estrecho, que siempre viene de la mano amiga de los profesionales de Salvamento Marítimo o de la Guardia Civil, que son como ángeles de la guarda que velan los sueños que van de una a otra orilla.
Pero, continuando con los sucesos de las vallas, ¡cuántos atropellos a la dignidad y a los derechos de las personas en cada lado! Por una parte, ¡cuántas “expulsiones o devoluciones en caliente”! ¡cuántos disparos de balas de goma por doquier, sin que nadie se escandalice cuando un inmigrante pierde un ojo! ¡cuántas cuchillas cortantes en las alambradas y cuántas manos y brazos desgarrados! Y por la otra, ¡cuántas heridas por las palizas y golpes en las manos y en las cabezas! ¡cuántos desgarros en la piel por la utilización de perros para dar batidas! ¡cuántos heridos con fracturas y diversos traumatismos! ¡cuántos abandonados y, a veces, desfallecidos y muertos en el desierto! Pero todos los que tienen algo que ver en este asunto, lo justifican porque los inmigrantes son los culpables y, si no, siempre están a mano “las mafias”.
Y de tanto repetirlo, ya nos acostumbramos a creernos que los “inmigrantes africanos” han tenido la mala suerte en la vida de ser “los pobres inmigrantes” de la otra orilla que no tienen nada que ver con la nuestra.
¿QUÉ HAS HECHO DE TU HERMANO?
Porque el mundo, aquí en el Sur, se divide en dos orillas. Y hay unas vallas altas con “cuchillas” entre buenos y malos, entre culpables e inocentes, o más bien, entre ricos y pobres.
En medio todo esto me vuelve a resonar en los oídos el grito interpelante del papa Francisco: ¿Dónde está tu hermano? ¿Qué has hecho de tu hermano?
Parece como si estuviéramos ciegos y fuéramos incapaces de ver lo que ocurre entre estas dos orillas y de descubrir, más allá de las alambradas, los mecanismos estructurales y las causas profundas que han ido convirtiendo grandes regiones del inmenso y hermoso continente africano en una especie de polvorín a punto de explotar debido a los saqueos y expolios, a las desigualdades e injusticias, a las guerras y conflictos violentos, a las enfermedades y pobrezas, a la corrupción y a los regímenes dictatoriales. ¿Qué tendrá que ver la historia de nuestra orilla con todo lo que ocurre en esa otra orilla? ¿Son las concertinas cortantes, las pelotas de goma, las batidas de la gendarmería y del Ejército la respuesta y la solución? Creo que tampoco las migraciones son la respuesta a los grandes problemas de la población africana.
En estos días de la Cuaresma hemos escuchado el Evangelio de Juan, que nos relata cómo Jesús le devuelve la vista al ciego de nacimiento y proclama: «Yo soy la luz del mundo. El que me siga no caminará a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida».
Le pido al Señor de la Historia que nos cure de nuestra ceguera e indiferencia y nos ayude a “ver”, para poder “discernir” y “actuar”. Tal vez, las famosas vallas de Ceuta y Melilla pudieran estar cuestionando todo nuestro sistema de vida y de funcionamiento.
Ojalá, algún día, seamos capaces de construir un puente que vaya de orilla a orilla.

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