«Lo ideal es que no se tenga que emigrar»
Un franco, 14 pesetas fue el debut en la dirección del popular actor de cine, teatro y Tv, Carlos Iglesias, la cual le valió una nominación al Goya a Mejor Director Novel. La película rápidamente se convirtió en uno de los fenómenos cinematográficos de la temporada, reuniendo a más de 300.000 espectadores en las salas españolas. En su andadura televisiva, Un franco, 14 pesetas fue vista por más de 15.000.000 de espectadores en sus diez emisiones en TVE, La 2, La Sexta… Ahora, siete años después, los mismos que han pasado por las vidas de sus protagonistas, llega 2 francos, 40 pesetas, la continuación de aquella película que tan bien abordó el tema de la emigración española en Europa.
Han pasado siete años desde que Martín y su familia dejaron Suiza y volvieron a Madrid. Ahora, en 1974, con motivo del bautizo del segundo hijo de Marcos, los antiguos amigos se reencontrarán y se producirá una nueva invasión de españoles que revolucionará Uzwil. Esta es la sipnosis de 2 francos, 40 pesetas, dirigida por Carlos Iglesias, emirante, junto con sus padres a Suiza, en los años sesenta.
Ventana Europea: ¿Desde cuándo supiste que Un franco, 14 pesetas iba a tener una secuela?
Carlos Iglesias: Fue una sugerencia que me hizo mucha gente en distintos momentos, la decisión la tomé hace cuatro años.
V. E.: 2 francos, 40 pesetas tiene más de comedia coral, de sainete, que de crónica de una época. En eso, creo que se diferencia de la anterior…
C. I.: No, yo no lo creo, el que retrate la parte lúdica de la emigración, no entorpece el mensaje en absoluto, es un retrato de personajes y actitudes de una época, que además, de paso, hace una crítica social marcando las diferencias claves entre los dos países… pero sin aburrir, ni pretender ser “pedagógica”.
V. E.: ¿Qué parte de tu experiencia autobiográfica hay en esta película?
C. I.: Posiblemente más de un 80%: el cura cantaor de flamenco, las abuelas enemigas, el evasor de dinero, el médico negro, la comuna y los canutos, la nostalgia de Pablo, la renuncia a emigrar de Martín…, todo eso y mucho más esta inspirado en personajes y situaciones reales.
V. E.: En tu película se habla de las corrientes anti-migratorias que existían entonces en algunos países de Europa, como Suiza. Parece que ahora estamos asistiendo a un rebrote de estas políticas proteccionistas, y en algunos casos xenófobas…
C. I.: La historia se repite también en esto, la derecha suiza intentó poner freno a la emigración en ese año y no lo consiguió por muy poco, ahora, después de cuatro intentos, lo ha conseguido, por muy poco.
V. E.: ¿Cuál crees que debería ser la política migratoria de la Unión Europea?
C. I.: Yo no tengo soluciones, sobre esto siempre hay mucha retórica… Lo ideal es que no se tenga que emigrar, el problema no es lo que hagan los países de acogida, el problema es que existan países que, como el nuestro, te empujen a emigrar cada cierto tiempo.
V. E.: ¿Qué le recomendarías a la gente joven de este país que ve cómo pasa el tiempo, y el trabajo y la recuperación económica no llega?
C. I.: Si tienen posibilidades, que vuelen. Antes de estar haciendo un trabajo ingrato por un sueldo miserable, es preferible trabajar fuera en algo para lo que estés preparado. Al final, cuando regresen, esa formación repercutirá en nuestro país.
V. E.: El tono de 2 francos, 40 pesetas es más amable y paisajístico que Un franco, 14 pesetas…
C. I.: No es que sea más amable, es que esto es una comedia, lo cual son cosas distintas. Pero también 2 francos, 40 pesetas es ácida y crítica con Suiza, por los comportamientos racistas de algunos, su condición de paraíso fiscal, la rigidez de sus costumbres. Claro que lo es también con los españoles, o con esos vicios y actitudes que denotan la soberbia, la envidia, el atraso. Lo del paisaje, es algo vital e innegable, hay que estar ciego para no verlo, y es algo que a mi como director y guionista me ha marcado para toda la vida: no me puedo resistir a esa belleza y armonía, ni quiero tampoco.
A la hora de dirigir, en realidad las dos películas no son tan diferentes: época, personajes, y circunstancias son similares, esta es más alegre, todos esperábamos con ilusión, la muerte de Franco, y la llegada de la democracia.
V. E.: No entendí muy bien la razón por la que Martín decide no aceptar la oferta de trabajo que se le presenta en un momento de la película…
C. I.: La visión del grupo de italianos, que violentan a la suiza y son increpados por el anciano, provoca en Martín desasosiego. Para él, ya pasó su tiempo para emigrar, ya no quiere ser “el italiano”, el moreno en un país de rubios.
V. E.: ¿Crees que en las relaciones laborales ya no prevalecen sentimientos como la fraternidad y el respeto al diferente?
C. I.: ¿Acaso han existido alguna vez?
V. E.: Tus personajes siempre terminan “encontrándose” con la familia. Parece la única esperanza y el último refugio que nos queda en la sociedad actual…
C. I.: Sí, probablemente es de las pocas cosas que “casi nunca” te decepciona en esta vida.
V. E.: ¿Crees que merece la pena el haber consagrado tu carrera cinematográfica como director de cine al tema de la emigración?
C. I.: Lo ignoro, no me lo planteo así, escribo de lo que me interesa, aportando perspectivas que creo no se habían dado con respecto a la emigración. Es muy, muy complicado el levantar un proyecto hoy en día, casi imposible, y si encima no te interesa el tema.
Recuadro
“Desde el exitoso estreno de Un franco, 14 pesetas, película que narra la emigración de mi familia a Suiza en los años sesenta, espectadores de distintos países me han estado pidiendo una segunda parte que contara la evolución de esas vidas tras su desencuentro con su propio país.
Para mi tercer largometraje, después de la tragicomedia de Un franco y el drama de Ispansi, tenía claro que quería hincarle el diente a la comedia pura y dura, pero no gruesa ni grosera, sino más bien dentro de ese estilo que, durante mucho tiempo, más y mejor nos ha representado, algo que tuviera la gracia, la frescura, el casticismo de nuestro mejor neorrealismo o las comedias de Azcona, observador detallista de ese mundo tan característico y tan nuestro.
Quería también hacer una comparación en clave de humor de dos mundos, dos mentalidades, dos culturas absolutamente distintas como fueron y siguen siendo la suiza y la española. El conocimiento profundo de las dos y el cariño sincero que por las dos siento, me sitúa en una posición privilegiada para contar con nostalgia, admiración y análisis crítico cómo fuimos nosotros, cómo eran ellos, y de qué manera al cabo del tiempo hemos llegado a entender que nos complementábamos, casi perfectamente.
Hay que decir, aunque esta afirmación sorprenda a muchos, que gran parte de lo que en ella se cuenta, fue verdad, le ocurrió a gente que todavía vive y por los que siento un especial cariño. Mi deseo es que los espectadores disfruten viéndola, tanto como yo escribiéndola”.