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Emigración y salud

Emigración y salud

93r-215x300-8091120No cabe duda que la vida de los emigrantes es dura. El lenguaje, la cultura, las diferentes costumbres, la comida, el clima, la luz… hay tantas cosas diferentes y estamos tan absorbidos por el trabajo que no tenemos tiempos para preocuparnos de nosotros, de nuestra salud. Ciertamente, los emigrantes suelen ser personas jóvenes y sanas sin problemas de salud. Y sin embargo, una de las cosas que más nos asusta a los emigrantes es, perder la salud, enfermar.

Enfermar no es solo un problema porque nos incapacita para trabajar, para cumplir ese sueño que todos tenemos en la cabeza (y el corazón) de mejorar nuestras posibilidades económicas para nosotros y nuestros hijos. Enfermar significa que no somos “aptos” para el trabajo en un país ajeno. Es un fracaso para nosotros, para nuestro proyecto de vida y además una vergüenza, porque la etiqueta del emigrante “vago” siempre está (o al menos así lo creemos nosotros) en la mente de nuestros jefes y de los ciudadanos del país que nos acoge.
Y eso que, al llegar, siempre se nos hace una “revisión médica” por si traemos alguna enfermedad contagiosa. Yo, no hace tantos años que fui a trabajar a Reino Unido. Soy médico, sé lo que es una vacuna y estoy vacunada. Sé lo que es la tuberculosis y que en España, en el año 2000, los casos de tuberculosis no eran demasiado numerosos. Aun así, cuando llegué, lo primero que querían hacerme era… ¡vacunarme de todo!, ¡incluso de la tuberculosis!… venía de España y para los británicos, el sistema sanitario español “no era de fiar”. A ver si estos extranjeros nos van a traer aquí esas enfermedades de los países pobres que nosotros, ya casi, hemos conseguido erradicar.
Enfermar significa tener que acercarse al sistema sanitario del país en el que nos encontramos. Significa que tenemos que saber si tenemos derecho o no tenemos ningún derecho a que nos vea un profesional sanitario. Significa que tenemos que saber pedir una cita, en un idioma que a veces no conocemos bien o ni siquiera conocemos. Significa saber si tenemos que llevar dinero en el bolsillo para pagar al médico o es gratuito como en España. Significa ser capaces de decir lo que nos pasa en un idioma que no hablamos. Significa tener que entender a un médico. ¡Entender a un médico de un país extranjero! Si ni siquiera entendíamos a los médicos cuando estábamos en España…
CONSTIPADOS
Seguro que todos hemos pasado por la vergüenza de decirle al médico que estábamos “constipados”. Sí, para nosotros españoles, significa tener un catarro, algo muy frecuente en los meses fríos del invierno. Y digo que hemos pasado vergüenza porque, seguramente, el médico nos habrá dado un laxante… porque “estar constipado” en el Reino Unido, en Bélgica, en Suecia… no es tener tos, mocos y fiebre… sino… ¡estar estreñidos! Ahora nos puede hacer mucha gracia, pero aquella primera vez, no nos haría tanta… Seguro que el médico nos tenía manía.
Lo que no nos podíamos ni imaginar es que el médico se extrañaba tanto como nosotros. Y no entendía por qué los españoles preferían una inyección a una pastilla para aliviar el dolor con el dolor que producen las inyecciones. O que no les importara pasar una semana en el hospital cuando para el problema médico solo era necesario un día (hasta que recibían la factura). O en el caso de trabajar como médico español en Suecia, yo me preguntaba por qué los suecos iban a urgencias al centro de salud en lugar de ir al hospital, hasta que me enteré que una consulta de urgencias cuesta el doble que una consulta en un centro de salud. Tampoco entendía que en Reino Unido a los niños no se les podía poner una inyección para que dejaran de vomitar y había que darles un jarabe… si están vomitando, un jarabe no tiene mucho sentido, ¿no? Pero pinchar a un niño es provocarle un dolor no necesario… Distintos puntos de vista y distintas sensibilidades a las que hay que acostumbrarse poco a poco. Pero para ello hay que tener una mente abierta, ser capaces de escuchar, de ver y de no juzgar a la persona por su origen sino de tratarla como a una persona en su totalidad.
OTRAS MANERAS
En el nuevo país, poco a poco, nos vamos acostumbrando a otras maneras de tratar y entender las enfermedades. Aprendemos a conocer cómo funciona el nuevo sistema y, aunque al principio puede no gustarnos mucho, porque nos hacen pagar, cuando hablamos con la familia que ha quedado en España, nos damos cuenta de la ventaja que significa pagar… Pagar significa que puedes elegir el médico que quieres, el hospital que quieres, la hora que te viene bien (si trabajas) y sobre todo, que no tienes que esperar meses, meses, y meses para que te vea un especialista (el especialista que te han asignado) como sucede en España. Que puedes ir al hospital que tiene mejor fama y no al que está en tu comunidad autónoma. Que no tienes que dejar tu trabajo para ir al médico… y eso es muy importante cuando eres emigrante porque no le tienes que pedir permiso a tu jefe… Y eso hace que, cuando vienes a España de vacaciones o cuando te jubilas, en tu teléfono móvil siempre está el número de tu médico, al que llamas si te pasa algo, para que te dé su opinión, porque te fías más de él que de los médicos españoles. Porque ya has olvidado cómo se utiliza este sistema sanitario que ya ha dejado de ser el tuyo.
Además, ahora que llevamos ya mucho tiempo fuera de España y ya somos “veteranos” en esto de la emigración, no es difícil encontrar, médicos y enfermeras hijos de nuestros compañeros de camino que han acabado los estudios y ahora trabajan como profesionales sanitarios. Ellos saben cómo funciona el sistema, y saben muy bien… como funcionamos nosotros. Conocen nuestra lengua materna y conocen el idioma del país. Para ellos, nuestro “constipado” es eso, un catarro y nos van a dar el paracetamol y los consejos necesarios para que nos curemos cuanto antes. Y además, nos van a explicar lo que significa “estar constipado” y muchas cosas más que nosotros no entendíamos… Cuánta alegría da que el médico “sea de los nuestros”… en un país que no lo es. Pero, ¿qué piensan los colegas de los médicos extranjeros o “medio extranjeros”?
MÉDICOS LATINOS
Carlos (nombre ficticio) es un médico procedente de Latinoamérica. Vino a España en el año 2005 porque se necesitaban médicos. El quería mejorar su formación y lo consideró una oportunidad. Conocer el idioma era una ventaja, aunque hablando español, a veces “no nos entendemos”. Para él, venir a España ha sido una experiencia muy positiva, aunque en algunos casos, también ha sido una experiencia triste. La formación teórica que está recibiendo la encuentra muy buena pero observa cómo sus compañeros españoles, con los que trabaja en urgencias, tienen una formación práctica muy pequeña o casi inexistente. Tiene que escuchar como se dice de él a veces que, “trabaja a ritmo de salsa” aunque los demás lleguen más tarde que él al trabajo. Y ahora, ve cómo en los periódicos y en los corrillos del hospital, los compañeros que le daban la bienvenida hace unos años, le miran de reojo cuando pasa, esperando, preguntándose, deseando, que vuelva a su país porque ya no hay trabajo para todos… En algunos centros sanitarios ha encontrado profesionales que se han acercado a él para que “les enseñara” o les diera una clave para tratar a sus compatriotas de Latinoamérica. Pero la mayoría de las veces, se ha encontrado con paternalismos que no entiende porque ha visto que su formación práctica como médico es muy superior a la impartida en las facultades de medicina españolas…
¡Ah! Y nosotros que creíamos que los médicos de Bélgica, Alemania, Reino Unido… nos tenían manía porque éramos extranjeros y les fastidiábamos. Vaya, el problema era que no nos entendíamos, que hablábamos un lenguaje distinto, no solo por el idioma, sino porque ellos no entendían las enfermedades como las entendíamos o las entendemos nosotros. Aunque, en ocasiones, los médicos tienen ideas preformadas relacionadas con los inmigrantes y es difícil cambiarlas. Entre otras cosas, porque están demasiado convencidos que su verdad es la única que existen y no escuchan, ni miran a las personas que están a su alrededor.

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gasto sanitario extranjeros y no extranjeros


EL CASO DE AGUSTINA
Agustina es una inmigrante procedente de Camerún, lleva en España más de 20 años, habla español perfectamente y está casada con un español. Además, en su pasaporte dice que su nacionalidad es española. Hace un par de años, viajó de vacaciones a su país, Camerún. Cuando regresó, empezó con fiebres muy altas y su marido la llevó al hospital. Se había olvidado tomar los medicamentos para prevenir el paludismo y enfermó de paludismo. Los médicos españoles que la atendieron en el hospital, no se dirigieron a ella en ningún momento. Solamente hablaron con su marido. Además, no se conformaron con ponerle tratamiento para el paludismo. Le hicieron las pruebas del sida (por si acaso), ya que era africana y los africanos son muy promiscuos… Y todo ello, sin haberse molestado en hablar con la paciente, sin haber respetado el derecho a su intimidad. Simplemente, habían asumido que era africana, que por ser africana no hablaría español y que por haber estado en África, probablemente tendría sida… Sí, en España, también nos portamos mal con los inmigrantes.
Hasta el año pasado, en España, todos los inmigrantes empadronados, tenían los mismos derechos de asistencia sanitaria que cualquier ciudadano español… o eso decían nuestros políticos.
DE CASABLANCA
Alicia (el nombre no es real) es una inmigrante procedente de Casablanca. Habla español, francés y árabe. Tiene una licenciatura superior en Filosofía, trabaja como cuidadora de ancianos y tiene dos hijos. Llegó a España hace más de 10 años. Entonces no tenía papeles. Por aquel entonces, los políticos españoles se sentían muy orgullosos de ellos mismos. España era el único país de la UE que atendía a los inmigrantes ilegales. Bastaba con que tuvieran un certificado de empadronamiento. A Alicia le dieron una tarjeta sanitaria para que pudiera acudir al médico. Era asmática y necesitaba tratamiento con cierta frecuencia. Su tarjeta sanitaria era amarilla en lugar de azul… las tarjetas de “los sinpapeles” eran diferente a la de los españoles. Los inmigrantes solo podían acudir a urgencias y tenían que pagarse su medicación… Cuando Alicia consiguió los papeles, respiró con alivio. Ahora ya podía asistir al médico de atención primaria y comprar la medicación a un precio reducido (la medicación para el asma es bastante cara). Ahora acompaña al médico a personas de su país que por ser más mayores o tener un nivel cultural más bajo, no pueden entenderse con los profesionales sanitarios españoles… En España todavía queda mucho por hacer… aunque los profesionales, algunos de ellos de una forma altruista, dedican una porción de tiempo extra a estos pacientes que quedan “desamparados” en un sistema que les facilita el derecho de acceso pero no les facilita los mecanismos para utilizar este acceso.
El 20 de abril del año pasado, la nueva legislación, concretamente el Real Decreto Ley de 20 de abril de sostenibilidad del Sistema Sanitario, modifica este derecho de atención sanitaria. Los inmigrantes sin trabajo ya no tienen derecho a la asistencia sanitaria salvo en caso de urgencias. Los menores de 18 años y las embarazadas sí. ¿Por qué se han endurecido las leyes? Según nuestros políticos, (y una buena parte de la sociedad española) porque los inmigrantes “abusan” de nuestro sistema sanitario y eso significa que no hay dinero para que los españoles sean atendidos de una manera adecuada…
TENEMOS DE TODO
Mirella es una inmigrante paragüaya que lleva ya más de 10 años en España. Tuvo que venir a España cuando su marido murió. Dejó en Paragüay 2 hijos y su madre. Ha trabajado de ayudante en una farmacia. Ha visto cómo los ancianos se llevan “bolsas enteras” de medicinas (a veces dos bolsas) sin pagar ni un solo euro. Ha recogido envases enteros, sin estrenar, de la caja de reciclaje de medicamentos que hay en la farmacia. “Los españoles no saben lo que tienen” suele decir. En mi país, las medicinas son tan caras…Un familiar suyo está enfermo, y ella está ahorrando para que la puedan operar en su país. El billete de avión para traer a ese familiar a España para operarle y “abusar del sistema sanitario español” es más caro que lo que cuesta la operación en un hospital privado en Paragüay.
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uso de los servicios sanitarios


EL “ABUSO” DE LOS INMIGRANTES
Los políticos y las distintas ONGs esperaban una ocupación masiva de los servicios de urgencias de los hospitales y de los centros de salud pero este colapso… no se ha producido. ¿Será verdad lo del abuso?, ¿no será que estamos apuntando a los pacientes equivocados?
¿Abusábamos los españoles que trabajamos fuera de España, de los sistemas sanitarios de los países que nos acogían? Los ciudadanos extranjeros en España, han trabajado, como trabajamos nosotros cuando nos fuimos al extranjero. Eso les ha dado unos derechos, entre ellos el derecho a la asistencia sanitaria en igualdad de condiciones que a un ciudadano español. Con la diferencia que ellos no utilizan los servicios sanitarios como los utilizan los españoles. Hay datos que nos indican que los ciudadanos extranjeros utilizan los servicios sanitarios, tanto hospitalarios como de atención primaria, menos veces al año que los españoles. Los extranjeros no pueden ir al médico tan fácilmente como los españoles. Los horarios de trabajo, en algunos casos, rozando la esclavitud, no les permiten abandonar sus puestos de trabajo para “perder una mañana” esperando en la consulta del médico. Las duras condiciones de trabajo en las que viven, hacen que tengan que utilizar los servicios de urgencias por motivos “realmente urgentes” como puede ser una caída de un andamio, un accidente laboral,… no porque se les rompen las uñas en una noche de fiesta o porque les conviene por razón de horario (como hacen muchos españoles). Y además, el gasto sanitario de los ciudadanos extranjeros está muy por debajo del gasto que realizan los españoles.
La campaña de desprestigio que se ha lanzado contra los inmigrantes no tiene precedentes. Y mucho más cuando los datos son falsos, cuando los que usan y abusan del sistema sanitario español son los propios españoles y los extranjeros procedentes de la “Europa rica del Norte”. Y las estadísticas están ahí.

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