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Infancia y juventud migrantes: un compromiso de la ciudadanía

Infancia y juventud migrantes: un compromiso de la ciudadanía

ec95-1-225x300-5898922El 15 de septiembre del año pasado llegó a las costas españolas, en concreto a Tarifa (Cádiz), la primera patera infantil, tripulada solo por menores. En ella viajaban seis niños, todos varones y de origen magrebí. La embarcación era una balsa hinchable de juguete. Al parecer, cada vez vienen más menores porque saben que en España no se les devuelve a sus países de origen.

Se estima que en todo el mundo hay más de 214 millones de migrantes (según la Organización Internacional para las Migraciones), incluyendo trabajadores/as migrantes, personas refugiadas, demandantes de asilo e inmigrantes permanentes.
En cada familia, rostros de niñas, niños y jóvenes que, bien quedan en sus hogares de origen mientras sus familiares emigran, bien emprenden con ellos un proceso migratorio, o bien comienzan la aventura sin ser acompañados/as hacia un futuro incierto. Sea cual sea su situación, está claro que el proceso migratorio va de la mano de un aumento de la vulnerabilidad a la que se exponen. Conflictos con la autoridad, asunción de responsabilidades que se escapan a su edad, periodos de separación y desintegración de la familia, alteración de los roles, tensiones intergeneracionales, búsqueda de nuevos referentes…, son algunos de los elementos a los que se han de enfrentar niños/as y adolescentes al vivir una experiencia migratoria.
Las causas asociadas a la emigración en la niñez y la adolescencia, según UNICEF son principalmente:

    – Mejorar las condiciones económicas.
    – Conseguir un empleo.
    – La reunificación familiar.
    – Huir de la violencia.

Una vez generado el detonante, se pone en marcha el mecanismo migratorio de los más pequeños, exponiéndoles a una serie de peligros, que van desde el desamparo y la discriminación, hasta convertirles en víctimas de la trata y el tráfico de personas antes, durante y después del viaje.
Ante tal realidad, las consecuencias más significativas son:

    – Absentismo escolar
    – Conflictos emocionales
    – Inestabilidad
    – Incremento de la frustración
    – Disminución de la autoestima
    – Sentimiento de abandono
    – Alteración de los cuidados sanitarios y alimenticios
    – Desarrollo de conductas violentas y otros mecanismos de defensa y enajenación, como el consumo de sustancias tóxicas.

A las que hay que sumar en el caso de las niñas:

    – Embarazos no deseados y abortos
    – Incremento del riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual
    – Aumento de la probabilidad de sufrir abusos y vejaciones sexuales

Y en medio de esta situación… ¿dónde quedan los derechos de estas víctimas? Cabe recordar que en la Declaración de los Derechos del Niño se recogen, entre otros, los derechos a:

    – La libertad de expresión (Art.13)
    – La asistencia médica y atención sanitaria (Art. 24)
    – Un nivel de vida adecuado para el desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social del niño (Art. 27)
    – La educación (Art. 28), que deberá estar encaminada a preparar al niño para asumir una vida responsable en una sociedad libre (Art. 29)
    – El descanso y el juego (Art. 31).

EXPULSIÓN A LOS 18 AÑOS
Sin embargo, ¿es posible el desarrollo físico, mental, moral, espiritual y social de una manera saludable cuando el entorno no permite desarrollarse? ¿cuando la familia está desestructurada? ¿cuando la crianza ha quedado relegada a las páginas de los libros? ¿cuando los núcleos familiares son inexistentes?
Los jóvenes son obligados a abandonar la institución que les acoge al cumplir la mayoría de edad en situación irregular. Son detenidos por la policía y expulsados del país. Por ejemplo, el 85 por ciento de los jóvenes inmigrantes en Melilla son deportados una vez cumplidos los 18 años. El elemento xenófobo y la prevención de conflictos burocráticos entre los centros y las CC AA podrían ser los principales móviles de la indiferencia institucional. Las consecuencias de esta actitud política multiplica los problemas sociales. Los inmigrantes se escapan de los centros antes de cumplir los 18 años para evitar ser expulsados. Y los jóvenes deportados son carne de bajos de camión. Las ONG denuncian la doble moral de las instituciones. “El Gobierno invierte dinero y recursos humanos en la manutención y formación de estos jóvenes para después abandonarlos a su suerte”. El colectivo catalán Drari considera que el Estado debería de proteger a estas personas una vez cumplida la mayoría de edad aunque fuese “desde el punto de vista egoísta de la productividad”.
Es por eso que se necesita fortalecer las redes de migrantes en los países de destino, con el fin de favorecer la integración social y educativa de estos niños. Tampoco podemos olvidarnos de las ONG, otras instituciones del Tercer Sector y la sociedad civil en general, comprometidas con quienes constituirán la sociedad del futuro.
LA ASOCIACIÓN MURIALDO
Un ejemplo de actuación desde la base es la Asociación Murialdo, entidad sin ánimo de lucro que desde 1991 lo hace en la Comunidad de Madrid con niñas, niños, jóvenes y sus familias. (Según el IMFM solo en la Comunidad de Madrid, durante el año 2012, llegaron a registrarse 268 menores extranjeros no acompañados).
La educación, en la asociación, se inspira en la tradición pedagógica murialdina:

    – Centralidad en la infancia y adolescencia.
    – Educación a través de la experiencia y globalidad.
    – Gradualidad, dando la posibilidad de que experimenten responsabilidad.
    – Presencia cercana y actitud acogedora e integradora de las personas adultas.
    – Estilo de vida familiar, valorando, por medio de la convivencia, los lugares y momentos de la vida cotidiana.

Entre las actividades realizadas, cabe destacar los cursos de alfabetización para mujeres inmigrantes, Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) y Grado Medio; se facilita orientación laboral para personas en riesgo de exclusión; se atienden más de 100 niños y niñas al año, entre el programa INDIS (Infancia en Dificultad Social) y los dos centros de día; se trabaja con menores infractores desde el Centro de día Arcadia; existe un programa de apoyo familiar y se trabaja directamente en centros educativos de primaria a través de los programas PROA y Compensatoria.
Con todo ello, se apuesta por un modelo diferente, menos institucionalizado y más familiar, que permite el contacto directo con las personas, el crecimiento mutuo, el trabajo desde el respeto a la diferencia y a la pluralidad, en el que el equipo educativo cree en la responsabilidad, el equilibrio emocional, el ambiente familiar y el cariño como ingredientes básicos para una crianza adecuada.
SECCIÓN DE MENORES DE LA CEM
Otra apuesta por los más jóvenes es la recién creada Sección de Menores de la Comisión Episcopal de Migraciones. Nace en enero de 2013 y desde entonces está conociendo las realidades de los más jóvenes en las distintas delegaciones, de manera especial las de quienes viven en situaciones de alta vulnerabilidad, con la finalidad de respaldar el trabajo de los delegados diocesanos, congregaciones, asociaciones …
De esta manera, abarcando el conocimiento de la realidad, la sensibilización, la formación, el acompañamiento, la atención pastoral, el diálogo interreligioso y la colaboración con los organismos e instituciones pertinentes, se pretende dar sustento al desarrollo integral de las niñas y niños, derecho formalmente recogido en las leyes, y que no siempre constituye un derecho real de éstos.
No podemos apartar la mirada del rostro de los/as más vulnerables. La infancia y juventud de hoy serán la sociedad adulta del mañana y nuestra responsabilidad es velar por ofrecerles un mundo más digno en el que vivir.

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