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Comunidad y misión: sinodalidad de la Iglesia
Jornadas de Formación y visita a Santiago de Compostela

<span style='color:#27509b;font-size:18px;font-weight:500;'>Comunidad y misión: sinodalidad de la Iglesia</span><br> Jornadas de Formación y visita a Santiago de Compostela

Del 22 al 26 de noviembre del 2021 tuvieron lugar en Tui-Vigo (Galicia-España) las Jornadas de Formación para sacerdotes, catequistas y agentes de pastoral de las Comunidades Católicas de Lengua Española.

Joaquín Simó Fontelles. Alemania

Los 25 participantes pertenecían a 12 de las 29 Misiones que hay en Alemania, a la asociación “Católicos hispanohablantes en Alemania e.V.”, a la Delegación Nacional y a su Departamento de Formación. Estas dos últimas organizaciones fueron las encargadas de coordinar y planificar las Jornadas.

Estas se desarrollaron en el emblemático seminario menor de Tui-Vigo contando con la excelente acogida de su administrador, el rector, del personal de servicio y de nuestra colaboradora para la pastoral juvenil y psicóloga del seminario, la misionera de MISEVI Mónica Villar.

La semana transcurrió en un ambiente familiar donde, además del tiempo para la formación y el trabajo por grupos, hubo tiempo para la oración y la celebración diaria de la eucaristía, el compartir fraterno y el disfrute de un entorno privilegiado y soleado a las orillas del río Miño, la eurociudad Tui–Valença. Un enclave fronterizo entre España y Portugal por el que transcurre el Camino de Santiago y que los participantes en las Jornadas pudieron explorar y conocer.

No levantar muros

La excursión a Santiago de Compostela entusiasmó al grupo. Siendo un día muy especial en el que se pudieron recorrer las calles de Santiago, visitar y orar en la catedral y disfrutar de una suculenta y copiosa comida donde primaron los productos frescos del mar, entre ellos el famoso pulpo a la gallega.

Las Jornadas contaron con la visita y testimonio de cuatro personas muy especiales: el obispo de Tui-Vigo, miembro de la Subcomisión Episcopal Migraciones y Movilidad Humana de la CEE, Luis Quinteiro Fiuza; el cantautor Rubén de Lis junto con su esposa Dilmaría y el exadministrador del seminario menor Alberto Montes. Todos nos compartieron sus experiencias de migración, conversión personal y encuentro con el Señor. También asistió el delegado nacional de las Misiones de Lengua Española en Alemania, Ferran Jarabo Carbonel, que ha sido elegido para el periodo 2021-2026. También nos acompañó el anterior delegado Raúl Herrera.

Sinodalidad de la Iglesia

La temática que se abordó en la Jornadas de Formación llevaba por título «Comunidad y misión: sinodalidad de la Iglesia».
En esta ocasión motivó la reflexión de las mismas, el profesor de eclesiología Daniel Palau, sacerdote diocesano de Sant Feliu de Llobregat y profesor en la Facultad de Teología de Cataluña.

Un resumen del contenido de las Jornadas es el siguiente y lo exponemos a continuación.

Las jornadas empezaron presentando la figura del papa Francisco que es quien ha invitado a la Iglesia ha progresar en la dimensión sinodal, procurando contextualizar tal propuesta en el marco histórico actual, lleno de retos, oportunidades y complejidades.

La trayectoria biográfica del mismo J. M. Bergoglio, desde su etapa formativa en Argentina, con referentes teológicos y históricos muy precisos (Miguel Ángel Fiorito, Lucio Gera, Rafael Tello, Juan Carlos Scannone), nos permite situar algunas inquietudes bergoglianas, como prioritarias para la espiritualidad y la actividad pastoral de nuestro presente. Esta manera de entender el itinerario de Bergoglio no descuida de ninguna manera la importancia de la teología. Entre estas cuestiones figuran, a saber, un claro deseo de ser pueblo, vivir y descubrir la fe a través de la sabiduría popular, especialmente con los más pobres, los más periféricos; un no desunir nunca la reflexión teológica de la actividad pastoral, esto es, no separar la vida de la fe, y así no caer en la tentación de plasmar en la propia historia aquellas fugas espiritualistas, que se refieren a una fe sin conexión con el evangelio; y un vivir plenamente la convicción a favor de la práctica del discernimiento, personal y eclesial, como medida sincera y honesta de una vida entendida como respuesta a Dios.

En salida

Todo este legado biográfico aterriza en Roma y de ahí llega a nuestro momento presente, dando vida a unas aportaciones específicas para la vida de la Iglesia, la más repetida es la necesidad de un cristianismo «en salida», comprometido con los hombres y mujeres de las periferias; la más sugerente es la apreciación de un cristianismo que escucha para tener cuidado de la casa común, de la humanidad herida y, de tantos y tantos cristianos que viven la fe con profundidad, santamente, en «la puerta de al lado»; la más eclesiológica es la invitación a la sinodalidad, esto es, a descubrir que nuestra pertenencia eclesial debe ser una presencia que incremente el deseo por la misión, la participación y la comunión.

La sinodalidad, algo esencial

La sinodalidad, afirma el papa Francisco, es lo que espera Dios de la Iglesia para el tercer milenio. Este ejercicio de ponerse en camino afecta a todos los cristianos, y no se plantea como algo pasajero o puntual en la vida de la Iglesia, sino que se trata de algo esencial, constituyente. Somos sinodales, y debemos serlo, obviamente. La Iglesia desea fortalecer la comunión entre todos los fieles, entre todas las Iglesias locales y entre todos los obispos, que por su ordenación reciben la misión de guiar al pueblo santo de Dios por caminos de esperanza y unidad, sin reducir el pueblo al uniformismo. Hablamos de una sinodalidad interna y también externa. Esto es, interna porque este ejercicio de conversión, «¿Señor que nos pides en este momento de la historia?», afecta a todas nuestra parroquias, comunidades, grupos y realidades eclesiales, para escucharnos con atención, y huir cuanto antes, de nuestros prejuicios. La sinodalidad a nivel interno debe llegar a una práctica del discernimiento habitual, frecuente, cotidiano. Nadie debe quedar excluido. Todas nuestras realidades están llamadas a una profunda conversión. Hablamos también de una sinodalidad externa, haciendo mención a esa comprensión de acercarnos a los más alejados, a los más heridos, a los que viven lejos de la fe y del evangelio, para escucharles, para integrarlos, para entender que Dios quiere que toda la humanidad conozca y ame a Jesucristo, «este es mi Hijo, escuchadlo».

El ejercicio de la sinodalidad no debe reducirse a un ejercicio de parlentarismo acomodado a los intereses propios, o de un grupo determinado. Percibimos que el ejercicio del discernimiento es urgente y necesario para no reducir la Iglesia, ni nuestras expresiones eclesiales, a un tipo de democracia mal entendida y mal planteada. Desde otra perspectiva, acorde con este peligro de reducción del misterio eclesial, la sinodalidad debe a su vez, no caer en la autocracia, ya que la conversión forma parte siempre de la propuesta que nace del Evangelio. Y finalmente, la sinodalidad no es algo pasajero, fruto de una moda, como si se tratara de algo accidental u ocasional; al contrario, el ejercicio de diálogo, de escucha, de confrontación nos debe acercar más, y mejor, a la percepción de la complementariedad entre los fieles, esto es, entre los laicos y los sacerdotes, entre los sacerdotes y los obispos, y entre los obispos respecto al obispo de Roma.

Es aquí donde observamos la importancia de alcanzar un verdadero consenso. En este objetivo puede verse no solo la dificultad de la sinodalidad, sino también el reto, y la oportunidad de ser, aún más, la Iglesia que Dios quiere que seamos. Es oportuno distinguir entre el proceso que nos conduce a la decisión, y la toma de decisión, propiamente dicha. Según el papa Francisco, la sinodalidad no debe ser vivida con prisas, sino valorando positivamente cada pequeño paso, y observando la importancia del proceso, este es más importante que el resultado final. Esta concepción procesual de nuestra vida eclesial nos sitúa claramente ante la importancia de ser una Iglesia influida por el Espíritu Santo, sin descuidar nunca que es el Espíritu el verdadero protagonista de nuestro presente.

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