No puedo ser pesimista
Queridos lectores y amigos: por mi manera de ser, no soy pesimista, pero los nubarrones siguen siendo oscuros. Cada día, los ricos tienen más y los pobres menos (aunque quizá esto sea un tópico). El caso es que hasta en la topoderosa Alemania, concretamente en Berlín y Brandenburgo, hay 4.000 niñas y niños que van a la escuela sin haber desayunado. De los países del sur y del este de Europa, mejor no hablar. ¿Que hacer? Desde luego no desanimarse y, posiblemente, cambiar nuestra forma de entender muchas cosas de la vida, sabiendo que la solidaridad y el afecto son los puntales en los que tenemos que construir la nueva sociedad, ese otro mundo mejor que es posible. Por eso, porque creo que muchas personas en la sociedad y en la Iglesia ya están viviendo así, no puedo ser en absoluto pesimista.
Y, además, os deseo, a quien los tenga, unos agradables días de descanso. La familia y los amigos nos agradecerán que les dediquemos más tiempo en las vacaciones. Con un abrazo