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De alfombras, cortinas y plantas trepadoras

Pasó lo peor y ahora, tras una cirugía necesaria, el enfermo se ha recuperado y vuelve a mejorar: en unos meses estará estupendo”.
No. No es un parte médico aunque lo parece. Es un parte económico, concretamente de economía liberal. Los estados enfermos de Europa, esos estados periféricos que no sabían gestionar bien sus cuentas y despilfarraban dinero público a manos llenas, han entrado, ¡por fin!, «en vereda” y, gracias a unos gobiernos firmes y a otros que ha habido que “afirmar”, están haciendo sus deberes.
Esto, ya se sabía, implicaba sacrificios. Era la consecuencia de haberse acostumbrado a vivir por encima de las posibilidades de uno. Pero era el mal necesario que había que asumir. Es sobradamente conocido que en todo cuerpo siempre hay unos miembros más vitales que otros. En cualquier caso, volver recurrentemente sobre los que han sufrido la crisis no ayuda a superarla, resulta de mal gusto y encima es de resentidos que tienen la extraña virtud de no estar nunca de acuerdo con nada y se pasan el día protestando en la calle porque les han quitado su “sopa boba”. Los tiempos han cambiado y el que lo merezca volverá a tener su parte del pastel. Eso sí, esta vez desde la abnegación y el esfuerzo.
“Toca” ahora volver a engalanar la casa. Con alfombras suntuosas y bien gruesas, para que no se note lo que hay debajo. Con cortinas espectaculares de seda, fieltro y pedrería lo más opacas posible, no sea que se vea lo que pasa fuera y se nos “agüe” la fiesta. Con paredes insonorizadas para que no se escuchen los siempre desagradables gritos del exterior. El banquete está servido y el acceso es por rigurosa invitación. Se ruega vestir de etiqueta. En la lista están los “de toda la vida”, quizá alguno menos, pero a los que están se les ve estupendos. A la hora del brindis los invitados alzan sus copas: “Por los derechos humanos” dice una voz engolada, mientras los demás estallan en una sonora carcajada.
Fuera hace frío, pero no tanto como para encender la calefacción. Al fin y al cabo estamos a punto de inaugurar la primavera, la meteorológica, que a la de los “brotes verdes” no se la ve por ningún lado. Al final de la calle se adivinan colas de personas delante de los bancos de alimentos y roperos. En la televisión se proyectan imágenes de antidisturbios cargando contra peligrosos “antisistema” mientras dos ancianos rememoran los tiempos previos a la guerra. En el jardín próximo que hace tiempo que dejó de estar cuidado, la cizaña y las plantas trepadoras se disputan el terreno. Mientras, en el patio del colegio cercano, unos niños juegan al rescate.

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