
De la acogida a la comunión

Cuáles son hoy los principales desafíos de la Iglesia en el campo de las migraciones es esta etapa de Nueva evangelizacion? A esta pregunta intentaron responder los cerca de 80 participantes en las Jornadas de Migraciones para delegados y agentes de pastoral celebradas en Alcalá de Henares (Madrid) del 6 al 8 de junio de 2013.
La respuesta a la pregunta vino desde muchos ángulos. De Ciriaco Benavente, presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones; de Fernando Sebastián, obispo emérito de Tudela, de Fabio Baggio, de Roma; de Jose Luis Pinilla, director de la Comisión Episcopal de Migraciones; de los Emilio Ciriano, colaborador de Ventana Europea; de Abudaly Guaye, miembro de Cáritas San Sebastián; de Cristina Casanova, enfermera perteneciente al Movimiento Cultural Cristiano; de Daniel Izuzquiza, director del centro Pueblos Unidos…
Así mismo, resultaron muy interesantes las exposiciones de experiencias particulares, como las de las diócesis de Ciudad Real, Cádiz, San Sebastián y Huelva.
Al final del encuentro se resumieron unas constataciones más que conclusiones que resumió Daniel Izusquiza en estos términos: trabajamos en las migraciones en una Iglesia que combina estos cuatro rasgos:
• Una Iglesia samaritana, compasiva, que está cerca de quienes sufren, como son las personas internadas en los CIE, recortes sanitarios, etc. o emigrantes victimas de la crisis (no causantes) y sus familiares. Esto supone compartir el dolor, la impotencia, el desgarro, la incomprensión,…
• Una Iglesia profética, que es desvelar y alzar la voz y denunciar las injusticias. Como dice el profeta Isaías no se trata solo de anunciar a los presos la libertad, sino también de abrir las prisiones injustas. Visibilizar la realidad de los agujeros negros en España y Europa y sensibilizar a la sociedad y por emplear todos los canales posibles
• Una Iglesia mística, que está convencida de la verdad de Mateo 25: fui forastero y me acogisteis, es decir, afinar la mirada para poder captar en el rostro de la persona emigrante el mismo rostro de Cristo. Es, pues, cuestión de mirada, de talante contemplativo: reconocer en el rostro sagrado del hermano y, en él, la misma presencia divina.
• Una Iglesia sabia. Se trata de un talante que permite emplear lenguajes comunes a todos, trabajar en silencio, huir de protagonismos personales o institucionales, buscar la interlocución con todos para construir el bien común.