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«La migración cambió mi vida, mi historia, mi trabajo»

«La migración cambió mi vida, mi historia, mi trabajo»

Hoy, escribo y siento en la vida más que en las palabras lo que significa ser migrante. Soy colombiana y, en la actualidad, vivo en Holanda, de tradición eclesial Menonita y realizo mi trabajo con la Iglesia católica. Si lo expreso en pocas palabras, soy una mujer que vive en lejanas tierras, al otro lado del mundo de mi tierra natal, habito en una tierra hermosa, llena de planicie, agua, molinos, bellísimos tulipanes y exquisitos quesos.
 
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La migración marca la historia de vida de las personas, así como marcó la historia del pueblo de Israel, el cual en sus orígenes fue seminómada, luego tuvo la experiencia de salir de Egipto, para conformarse como pueblo y continuó su caminar hasta la primera deportación a Asiria, su posterior exilio en Babilonia, para finalmente retornar a Jerusalén. La inmigración del pueblo de Israel, asimismo, determinó la convivencia fuera de Palestina entre los cristianos procedentes del judaísmo y los del paganismo, situación que los obligó a anunciar el Evangelio de un modo distinto” (Lorenzo de Santo Martín, doctor en Sagrada Escritura. Curso Pastoral de Migraciones y Moviliad Humana, Tema 6: Fundamentación bíblica de la teología de las migraciones).
En ese sentido, la migración cambió mi vida, mi historia, mi trabajo, e incluso algunos de mis intereses se han visto transformados, porque uno hace un nuevo camino al andar. Holanda es un país multicultural. Al ir caminando por las calles de las distintas ciudades se puede observar cómo las diferentes lenguas y culturas se entretejen. Es muy lindo ver cómo se concilian y complementan las diferentes formas de pensar, las prácticas religiosas, sociales, culturales y es acá donde el ser migrante tiene su propio significado.

En mi país de origen, debido a mi trabajo tuve la oportunidad de conocer la historia de muchas personas en situación de desplazamiento, las cuales anhelaban la paz. Ahora desde la experiencia de trabajo en Holanda, mis intereses no son iguales, las necesidades son otras y todo gira en torno a temáticas relacionadas con el mar para evitar sufrir inundaciones, sobre migración, conciliación y la lucha por una cultura de paz. Todo cobra un nuevo matiz, la vida tiene nuevos colores.
 
HOLANDA
En Holanda no vivimos el tipo de violencia que se vive en Colombia, pero sí hay otro tipo de violencia. Yo estoy trabajando en la Casa Migrante en Ámsterdam. Es un proyecto de la Iglesia Católica y nuestro trabajo consiste en dar orientación y asesoría a personas latinas legales e ilegales que llegan a Holanda y se enfrentan a una realidad diferente a la planeada. Son generalmente personas que se ven excluidas por no manejar bien el idioma, no tener los documentos ni saber cómo es el sistema holandés; no saben acerca de sus derechos y por ende no pueden reclamarlos. El trabajo es denso, muchas veces estresante y triste. Obviamente, no se vive el desplazamiento masivo por la violencia política de Colombia, sino otro tipo de desplazamiento, pero el sentimiento es el mismo. A diario muchas personas hispanohablantes llegan desde España u otros lugares de Europa con el fin de encontrar trabajo, habitación, alimento. Algunos de ellosllegan sin familia y sin dinero, ya que debido a la crisis han quedado sin trabajo y piensan que en Holanda lo obtendrán, pero se enfrentan a la gran barrera del idioma, la falta de trabajo; a esto se suma la carencia de documentos y se convierten en personas ilegales dentro del sistema. He visto y participado en sus marchas por los derechos, he puesto mis dones al servicio del que lo necesita, pero eso no es todo, siempre habrá que hacer más.
 
EL CURSO
Dentro de mis búsquedas internas y el deseo de trabajar mucho más por los inmigrantes me encontré con el curso “Pastoral de Migraciones y Movilidad Humana”. En este he encontrado nuevas herramientas para mi trabajo, me ha ayudado a entender y conocer otras formas de pensar, de actuar, de vivir, de aterrizar mis creencias, mis dones. Durante el curso pude palpar y conocer el trabajo de mis compañeros y los docentes. Fue enriquecedor descubrir cómo se llevan diferentes acciones de personas tejiendo senderos de esperanza en los diversos lugares de procedencia, y ver tanta entrega por el menos favorecido. Es reconfortante ver cómo la lucha por construir caminos de paz se vivencian en los aportes de los y las participantes. Evidentemente, es un signo de paz el solo hecho de que casi en el mismo momento, sin importar los océanos, montañas y planicies que puedan separarnos, nos unimos en un mismo sentir, entregando nuestros corazones al trabajo de Jesús en la tierra.
 
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Y la palabra dada hace tanto tiempo, cobra vida una y otra vez, renovándose y renovándonos:
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
«Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
«Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia.
«Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
«Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
«Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”.
 
DIFERENCIAS ENRIQUECEDORAS
Durante mi participación en el curso de “Pastoral de Migraciones y Movilidad Humana”, pude crecer y tener una visión más amplia de lo que implica ser cristiana; comprendí que se puede seguir construyendo comunidad, a pesar de vivir en lejanas tierras, de poseer diferencias culturales, sociales y religiosas. Las diferencias no nos pueden dividir, al contrario, son un elemento para crecer, porque se puede aprender del otro, conocer nuevos talentos, diversas maneras de pensar y de actuar. En las diferencias nos enriquecemos y podemos poner en práctica la conciliación, es posible verse en el rostro del otro, reconocernos mutuamente. De esta manera, nos fortalecemos y crecemos mutuamente; por tanto la diferencia nunca debe ser un obstáculo para seguir poniendo nuestros talentos al servicio del prójimo.
En medio del dolor, la discordia, el odio y la crueldad que las personas experimentan en distintos países, es hermoso encontrar voces de consuelo; alienta saber que hay un espacio en que las voces se levantan para aclamar al Dios de la vida por la paz. Una paz que añoramos desde lo más profundo de nuestros corazones y nos hace sentir invitados a seguir los pasos de Jesús, trabajando por el menos favorecido, siendo una luz en medio de la oscuridad y constructores de la Paz.
Y es precisamente esta opción por los que lloran, los indefensos, los excluidos, los perseguidos, los más débiles, la razón por la cual el curso es una buena herramienta para seguir construyendo caminos que conduzcan a la dignidad en medio de la desigualdad, para seguir siendo garantes de lo humano de la humanidad:
“Vosotros sois la sal de la tierra…,
Vosotros sois la luz del mundo”.
 
OTRAS MIRADAS
El curso ha constituido un aporte metodológico, conceptual y experiencial importante, pero sería más enriquecedor aún que este trajese otras miradas desde la fe acerca del tema de la inmigración y no únicamente la mirada de un sector de la fe cristiana. Eso constituyó una dificultad para mí, porque al no ser católica debí esforzarme en comprender aspectos eclesiales que son particulares y no universales, como los sacramentos y dogmas que uno desconoce o conoce parcialmente. En este sentido, los contenidos del curso deberían ser menos eclesiásticos y sí más apegado a los propios evangelios. Es decir, transcender la eclesialidad católica para dar lugar a otras maneras de ser Iglesia desde la cristiandad, para responder al trabajo de la migración de una manera más universalista, puesto que los migrantes no necesariamente responden a la fe católica. Por lo general, en mi experiencia no es posible hacer un trabajo con migrantes sin comprender otras opciones de fe, la gente trae consigo además de su cultura, su fe y esa fe muchas veces no es ni siquiera cristiana.

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