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Fabiola Morales Meneses ha trabajado en Casa Migrante los últimos 22 años
Cada migrante es distinto, pero complementario

<span style='color:#27509b;font-size:18px;font-weight:500;'>Fabiola Morales Meneses ha trabajado en Casa Migrante los últimos 22 años</span><br> Cada migrante es distinto, pero complementario

Fabiola es una mujer chilena, madre, psicóloga, hija de Mario Morales (primera generación de psicólogos en la historia de la psicología en Chile) y Teresa Meneses (gran mujer, profesora, orientadora en educación y trabajadora en el ámbito social con grupos vulnerados). Fue criada en plena dictadura militar, en donde los derechos humanos fueron violados sistemáticamente durante muchísimos años.
—Nancy Yael Bernal G. Amsterdam

El modelaje de sus padres, la comunicación con ellos, la hizo comprender desde pequeña que había privilegios y que eso no estaba bien. El amor por la libertad y el trabajar por ella fue algo que la acompaña hasta el día de hoy a sus 52 años.

La idea de salir a estudiar al extranjero siempre la acompañó. Tal vez por haber pasado casi tres años, de niña, viviendo en Bélgica, debido a que su padre estaba cursando un doctorado en psicología. Recuerda que en las fiestas de cumpleaños, los tíos y amigos de sus padres siempre compartían la experiencia de haber sido becados en Europa y de las aventuras que tenían.
Llega a Holanda debido a que, en uno de sus viajes a Brasil, conoce del que es el amor a primera vista y se enamora de un brasilero, el cual, para su sorpresa, llevaba viviendo 5 años en Ámsterdam. Después de casi 7 meses de intercambio de cartas y telefónico, decidió visitar Ámsterdam por durante meses y ver cómo le iba con este amor–. nunca más volvió a vivir en su país. De esto ya hace casi 23 años.

Su primera experiencia con migrantes fue Casa Migrante. Ella asistía a las clases de holandés que daba el padre Theo. Se entera de la labor psicosocial de Casa Migrante y decide ofrecer sus servicios. Después de haber revalidado su título, comienza además a dar atención psicológica en Casa Migrante.

También trabaja durante casi 10 años en la organización Hispano Hablantes de Amsterdam ofreciendo cursos para el adulto mayor, mujeres, etc. Desarrolla e implementa durante tres años un curso de 6 meses dirigido a mujeres profesionales migrantes. Esto fue motivado por su propia experiencia de llegar de ser una mujer independiente, trabajando en su profesión a pasar a depender en el comienzo de su pareja y no poder acceder a trabajos acordes con sus estudios y profesión.

El trabajo que Fabiola realiza la llena de satisfacción. Sin embargo, no está exenta de ciertas frustraciones, debido a la condición de desigualdad dentro de los perfiles del migrante. Siente que no se puede hablar del “migrante” como una entidad única. Hay muchos perfiles de migrante. Es diferente vivir como migrante cuando no se tiene permiso de estancía o sí.

inflexibilidad

La experiencia con la integración de los migrantes en los Países Bajos en el trabajo que Fabiola realiza, muchas veces es un espejo de su propia experiencia como migrante. Esto la hace muchas veces poder empatizar y entender aún más en el proceso en el que se encuentran las personas que buscan ayuda en ella. A lo largo de su trayectoria ha visto que una de las dificultades mayores en el proceso de integración a esta nueva cultura es la inflexibilidad de aceptar que hay otras maneras de hacer las cosas, de criar los hijos, de relacionarse en el trabajo, etc. Pensar que la que uno conoce es la única que existe, generalmente se vuelve un factor en contra en el momento de integrarse.

La incapacidad de ponerse en el lugar del otro, en entender la cultura y los orígenes de esta, muchas veces produce un choque por parte de estas dos culturas que se encuentran.
Las políticas de integración también pecan de tener una visión del migrante que pierde de vista que dentro de la población migrante hay diversas necesidades por lo cual mucho de lo que se ofrece sobre todo en capacitaciones o búsqueda de trabajo, quedan limitadas a la idea de un solo perfil de migrante.

A lo largo de su trabajo, Fabiola, percibe un cambio y reconoce que a un nivel hay más representación y voz por parte de los migrantes en la sociedad holandesa. La oferta de organizaciones que presten atención, servicios a la comunidad migrante se ha incrementado en estos últimos 20 años. Aparecen más colectivos, grupos de migrantes que se han organizado por alguna causa en común.

Una de las maneras de enriquecer, de potenciar la integración de los migrantes a la sociedad holandesa es reconociendo sus propias potencialidades, sus aportes a esta cultura, la posibilidad de poder “sacar la voz”, “visibilizarse” como distintos, pero complementarios.

casa migrante

Para Fabiola, la labor de Casa Migrante es de suma importancia para la comunidad hispanoparlantes en Holanda. Es un referente, un punto de partida para muchos y un hogar para otros. Al mismo tiempo es un referente para diversas instancias holandesas que también trabajan con migrantes. Piensa que una de las cosas que fortalecería aún más el trabajo de Casa Migrante es la profesionalización y más capacitación.

La constante rotación (aunque menos últimamente) de voluntarios puede ser un factor en el momento de dar información al público o de dar a conocer cuál es el funcionamiento en la organización.

El espíritu de Migrante, la apertura, la flexibilidad, el vivirse el momento son características que hacen muy funcional a Casa Migrante trabajando con una población bastante fluctuante, móvil.
El espíritu festivo, cultural, ha sido muy importante en la trayectoria de Migrante y una de las cosas más hermosas es el profundo amor por el prójimo que ha sido pilar en la organización.
Uno de los desafíos de la organización es mantenerse muy “atentos”, “despiertos” en no caer en el paternalismo y crear relaciones de dependencia desde los usuarios. Muchas veces Casa Migrante se transforma en una “zona de confort” y eso puede hacer que las personas no busquen “salir” de ahí y buscar otras y más posibilidades de desarrollo personal.

Para Fabiola, a nivel de crecimiento personal y espiritual, una de las mejores experiencias fue el trabajo con su ego. Viniendo de una familia de profesionales, universitarios y de un país en donde si uno no va a la universidad, no tiene las mismas oportunidades por lo cual el ser universitario se transforma en una meta familiar, social, personal, Fabiola se da de cara que a los tres meses de estar viviendo en Holanda, tenía que aportar para el alquiler por lo cual comenzó a trabajar en cosas que jamás se hubiera imaginado. Hizo el camino de cualquier migrante: cuidando niños, limpiando casas, limpiando hoteles, trabajando de modelo para pintores y escuelas de arte. Recuerda que lloraba cuando llegaba de regreso del trabajo de limpieza con olor a cloro en las manos y con frustración recordaba todos los años invertidos en educación y trabajando como psicóloga. ¿El qué dirán? El qué pensarán en su país de origen, la atormentaba. Todas estas experiencias la hicieron cuestionarse qué es lo que define a un ser humano, qué es lo importante.

Fabiola reconoce que una de las más amargas experiencias fue el vivir en diferentes niveles la discriminación y los prejuicios. Recuerda que cuando llegó y le preguntaban qué hacía y decía que era psicóloga, ¡no le creían! O hacían comentarios al respecto como, por ejemplo,: “pobre de tu marido” (suponiendo que era holandés), “debe tener la billetera vacía”, “seguro huiste de tu país”, etc. Un millón de prejuicios y supuestos en relación al ser mujer, latina y migrante.

Con estas experiencias Fabiola comenzó a observar un doble discurso en la sociedad holandesa. La apertura, tolerancia, no discriminación y, por otra parte, los prejuicios, discriminación.
Un consejo que da a Casa Migrante y a los migrantes en general, es: ser flexibles (que no es sinónimo de debilidad sino todo lo contrario). Fluir con los cambios y no pelear con ellos. Cada vez que se siente que se pierde el horizonte, la confianza ya sea desde una organización, en este Casa Migrante o en uno mismo como individuo, uno debería ir a lo esencial: buscar el latido del corazón, escucharlo. Qué es lo que nos mantiene vivos… el corazón. Sentir, conectar con ese latido nos recuerda que ahí estamos, no importa que esté pasando… ahí estamos, existimos.
Desde Casa Migrante, escuchar el latido del corazón es ir a la vocación de servicio, estar para los otros y escuchar esas necesidades.

El vivir todos estos años para Fabiola ha significado mucho. El interactuar con diversas culturas, realidades ha sido una riqueza enorme para ella. Reconoce dentro de su experiencia lo fundamental que es la empatía y al mismo tiempo el autocuidado. Aprender desde ser adultos a ser nuestras propias madres y padres de una manera nutritiva nos facilita las relaciones interpersonales en esta hermosa experiencia de vivir en una multiculturalidad.

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