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El gobierno español nos podía haber dicho que la vida no solo consiste en trabajar

El gobierno español nos podía haber dicho que la vida no solo consiste en trabajar

hdh92-300x184-2340573Manuel Freira y Carmen Ensa son dos españoles que emigrarona Holanda hace más de 40 años. Se conocieron en la fábrica de tabaco donde trabajaban. Se casaron y, contra viento y marea, siguen viviendo en Holanda. Esta historia de la historia está tomada del libro “Voces hispanas”, editado por Casa Migrante, de Amsterdam (Holanda).

Manuel marchó a trabajar y a conocer Holanda. Su cuñado ya llevaba dos años aquí y su hermana uno. Lleguó como turista y como no tenía trabajo, fue a lo que saliera. Encontró trabajo en una fábrica de tabaco que ya no existe; eso fue en 1965, y se quedaba con su hermana y su cuñado en una casa de huéspedes. La situación era diferente a la de España. Ámsterdam era una ciudad muy diferente a la suya. Orense es muy pequeña. Allí era otra vida, más libre, había mucho más de todo. La sociedad española era muy conservadora, allí había bares por todos lados. “Lo disfrutamos mucho. Había mucho trabajo en Holanda. En España también, pero pagaban poco. Entonces nos quedamos acá”.
Carmen llegó a Holanda en 1966 porque tenía un primo allí. Fue a trabajar. Su familia trabajaba en el campo y vivía de lo que cultivaba, pero hacía falta dinero, y se dijo: “voy a ver si puedo ganar un poco para dar a mis padres”, y así fue. “No me acuerdo exactamente cómo llegué a Ámsterdam. Viajaba por tren con una compañera que se quedó en Rotterdam. Nunca más la he visto. Cuando llegué a Ámsterdam tomé un taxi. Tenía una dirección donde me dijeron que se podía pasar la noche. Qué miedo tenía… Le di la dirección al taxista y cuando llegué a la calle Emmastraat, resultó que era una casa de huéspedes. Qué alivio. Toqué el timbre y me abrieron la puerta. Si no hubiera estado nadie… ¡madre mía!”.
MATRIMONIO
Manuel y Cramen se conocieron allí hace ya cuarenta años. “Algunos chavales españoles de la fábrica de tabaco conocieron a Carmen y nos presentaron. A los dos años nos casamos aquí; nos casó padre Theo”.
“A nuestra boda, cuenta Carmen, solo vinieron unos vecinos y amigos de aquí. No vinieron nuestros padres. Fue sencilla, no teníamos dinero. Solo hubo un pastel y café. Dos días antes de que nos casáramos le dije al padre Beusink: «¿No nos va a confesar?», y me dijo: «¡Si tienes la intención, ya no hace falta!»”.
En aquellos tiempos la comunidad española era bastante grande. Por todos lados había bares, fiestas y restaurantes españoles. En Ámsterdam había 20.000 españoles. “Aún quedan algunos que vinieron en nuestro tiempo, son amigos. En los bares nos encontramos mucho. Antes íbamos mucho al restaurante Centra, los dueños son de Galicia. Los marineros lo llamaban el bar de la mami”, dice Manuel. Pero, “para una mujer, comenta Carmen, era diferente que para un hombre. Yo tenía 21 anos y tenía miedo, casi no salía”. “Claro, prosigue Manuel, además mucha gente venía con contrato y en grupos, iban directos a un sitio, empresa u hotel donde tenían habitación reservada. Carmen venía a lo que saliera, a la aventura”.
Los primeros 100 florines que ganó Carmen, se los dio a sus padres, porque ellos habían pagado mi viaje. En aquella época iba a la oficina de correos, donde ahora está Magna Plaza, y allí se mandaba el dinero a España. Tardaba como dos semanas en llegar.
LOS HIJOS
A Manuel le gustaba Holanda. “Para integrarse hay que saber holandés, es una ventaja y además puedes conversar con los servicios sociales para que te den un dinero del estado para cualquier cosa. Nuestro primer hijo nació en España hace cuarenta años. Nació allí porque en las casas de huéspedes los holandeses no te recibían ni te dejaban quedar en una habitación con niños. En el pueblo de Carmen solo había un teléfono, entonces después de cuatro días me enteré de que había sido niño. Pregunté a la sociedad de la vivienda como conseguir alojamiento para mi familia. Ellos dijeron que cuando trajese al niño me daban casa. Les dije que no tenía lugar a donde traerlo, que primero me la ofrecieran. Cuando nació mi hija, todavía no teníamos casa. Finalmente encontré a un amigo que tenía las llaves de una casa vacía que ocupamos. Fuimos los primeros ‘krakers’ (ocupantes) en aquella época”.
Después fue a la sociedad de la vivienda otra vez y les informó y afortunadamente less ofrecieron un contrato. Esa fue su primera casa, en la que vivieron treinta años.
Y apostilla Carmen: “estamos mejor aquí que en España. El primer año ya estaba ganando dinero. Mi padre estaba orgulloso. En España no teníamos dinero, solo la comida de nuestro terreno”.
“Yo tampoco me arrepiento de haberme quedado aquí. A Carmen le dolía un poco más, ella tenía los padres ya mayores en España. Muchos amigos regresaron a España. Era duro a veces, sobre todo para ellos que trabajaban en el campo”.
“Mi hermana y su esposo, prosigue Manuel, vinieron a Holanda, hicieron un poquito de dinero y con eso pagaron una casita en España y regresaron para quedarse allá. Pero yo era joven y quería quedarme. Nunca había pensado quedarme tanto tiempo, pero van pasando los días y los años y me adapté. Ahora disfrutamos de nuestra pensión y de nuestro pequeño jardín a las afueras de la ciudad. Estamos contentos de haber conocido al padre Theo. Él es tan abierto y tan liberal. Entiende nuestro sentido del humor y nunca te aburres con él”.
Hace veinte años fueron por primera vez a la iglesia de San Nicolás. Ahora van casi todos los domingos. Y una vez al mes, después de la misa, ayudan a servir el café y el té y también ayudan con la organización de las actividades.
“Los chavales se han adaptados totalmente a Holanda. Después de la escuela fueron a trabajar y esto no quiero quitárselo. Cuando cumplieron dieciocho años me dijeron que querían quedarse en Holanda. Entonces nosotros también nos quedamos”.

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